Suicidio en vivo

Casado decidió vencerse por el miedo, desconfiar de sí mismo y mantener a un pirómano como García Egea

HACE meses que el presidente nacional del PP, Pablo Casado, podía haber cerrado la crisis abierta con Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, poco después de su incontestable victoria en las elecciones que anticipó para evitar una moción de censura como la que se vivió en Murcia. Bastaba con tener visión de largo plazo e identificación clara de su objetivo: llevar al partido a gobernar España.

Pero Casado, que va de error en error hasta la derrota final, decidió vencerse por el miedo, desconfiar de sí mismo y mantener la confianza en el pirómano que tiene por secretario general, Teodoro García Egea, quien no sólo ha sido incapaz de mantener el orden y la paz en la organización, sino que ha ido sembrando conflicto en la inmensa mayoría de provincias españolas.

Lejos de escuchar las –muchas– voces que le aconsejaban relevarlo, Casado ha permitido que García Egea alimente los celos y el temor del presidente a ser descabalgado por la lideresa madrileña. Y el conflicto por no convocar el congreso en Madrid se tornó en guerra abierta e implosionó ayer ante las cámaras de televisión: un suicidio en vivo.

No ha sabido ver Casado que los tiempos jugaban a su favor. Que la desintegración de Ciudadanos y la reconfiguración del centro derecha español en dos partidos en vez de en tres le daban la posibilidad real de lograr democráticamente la victoria frente a un Gobierno radicalizado por uno de sus socios de coalición y sustentado por fuerzas que sí merecen un cordón sanitario: por intentar romper España o negarse a condenar la más vil de las violencias.

Ceder para que Ayuso fuese elegida también presidenta del PP de Madrid, algo que se ha ganado en las urnas, era lo mejor para la organización y para el propio presidente nacional. Pero dejó que García Egea se negase. Una torpeza supina, porque Ayuso no tenía tiempo para desbancarle como candidato. Si era presidente del Gobierno ya nada debía temer. Si no lo era, sería sustituido de todas formas por fracasar tres veces en el intento.

Ayuso, además, ganó ayer el pulso con contundencia en el suicidio en vivo. García Egea dio pena. Si hay corrupción, al fiscal. Y si no, lo hecho no tiene perdón.

Ayuso no está libre de culpa, pero Casado tiene la mayor responsabilidad porque se le supone el líder del partido y ha permitido que ahora quede abierto en canal mientras se esfuma su opción de gobernar. Y lo peor, no sólo en el Gobierno del Reino de España, sino que también ha podido dañar las opciones ciertas del PP-A de seguir al mando de la Junta de Andalucía. ¿O cómo se encapsula Juanma Moreno de su propio partido? No cabe más inutilidad.

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