Las claves

Pilar Cernuda

Sí, el Gobierno está que arde

La guerra entre los ministros de Podemos y los que pertenecen al PSOE o son independientes (Calviño, Robles, Marlaska, Escrivá) existe en Moncloa desde que se juntaron

El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, durante un pleno en el Congreso.

El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, durante un pleno en el Congreso. / Ballesteros (EFE)

El martes pasado, tras la rueda de prensa de la ministra portavoz que se celebra al finalizar la reunión del Consejo de Ministros, el presidente del Gobierno convocó a la propia María Jesús Montero y al vicepresidente segundo, Pablo Iglesias.

Al parecer, Iglesias estaba profundamente molesto porque en esa rueda de prensa Montero había declarado que el ingreso mínimo vital, iniciativa de los ministros de Podemos -fundamentalmente, Iglesias y Yolanda Díaz- no sería de aplicación inmediata sino que tardaría varios meses, tal como había decidido el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, a cuyo departamento correspondía articular esa propuesta. En la reunión, Pedro Sánchez volvió a dar la razón a Pablo Iglesias y esa tarde una nota anunciaba que el Gobierno iniciaría esa prestación en mayo. Dos días después, el ministro Escrivá decía a Angels Barceló en la cadena Ser que no podía concretar una fecha porque quedaban “flecos” pendientes.

La guerra entre los ministros de Podemos y los que pertenecen al PSOE o son independientes -Calviño, Robles, Marlaska, Escrivá- existe en el Gobierno prácticamente desde la primera semana de asunción. Con un ingrediente que incomoda profundamente a los socialistas: es rara la ocasión en que el presidente da la razón a los suyos. En casi todas las diferencias que se han producido, Pedro Sánchez ha respaldado a su vicepresidente segundo, quien, incluso, ha conseguido una excelente sintonía con Iván Redondo, todopoderoso jefe de Gabinete de Pedro Sánchez, y al que varios ministros contemplan con recelo porque es frecuente que sea él quien tome decisiones que en buena ley corresponderían a sus departamentos ministeriales.

Uno de los primeros acontecimientos que provocó el malestar de los ministros no podemitas fue el polémico desembarco de la ministra de Exteriores venezolana en Barajas, asunto que mermó la credibilidad de José Luis Ábalos, uno de los pesos pesados del PSOEcomo secretario de Organización y además dirigente que cuenta con el respaldo y afecto de la mayoría de los socialistas. Ábalos mantuvo una posición imposible porque los datos demostraban que había mentido reiteradamente, y varios de sus compañeros transmitieron su idea de que la escala de Delcy Rodríguez –ilegal porque tiene prohibido pisar suelo comunitario– se hizo con el conocimiento y apoyo de Iglesias, que mantiene desde hace años una estrecha relación política y económica con el régimen de Maduro.

Silencio

En las primeras semanas de gobierno la tensión entre ministros socialistas y podemitas se circunscribió fundamentalmente a las discrepancias entre la vicepresidenta Carmen Calvo, hasta ahora peso pesado del Ejecutivo, y Pablo Iglesias y, para sorpresa de la propia Calvo, Sánchez se inclinó más a defender las tesis de Iglesias que las de quien hasta ahora había sido la persona de su máxima confianza. Uno y otro desmienten esa tensa relación, que sin embargo confiesan algunos de sus compañeros de gobierno, que incluso aportan datos como que Calvo, una mujer de carácter, en alguna ocasión ha elevado la voz al sentirse desautorizada o ante una propuesta de Iglesias que consideraba inapropiada.

Desconsuelo de la mayoría de los ministros de Sánchez es evidente. Discreto, o leales a quien les ha elegido para formar parte del Gobierno, apenas pronuncian una palabra de crítica, pero ante determinadas preguntas o comentarios, guardan silencio.

Como se dice coloquialmente, quien calla otorga. Por ejemplo ¿Cómo no se rebelan cuando Montero y Escrivá son desautorizados ante un asunto tan importante económica y socialmente como el ingreso mínimo vital? Silencio. ¿No es irritante que Sánchez dé siempre la razón a Iglesias? Silencio. ¿No se dan cuenta de que el aparato propagandístico de Podemos está provocando que todas las políticas sociales del gobierno las presenten como si fueran ideas exclusivas de gobierno? Silencio ¿Es verdad que Calviño puso su cargo a disposición del presidente hace quince días porque era imposible cuadrar las cuentas si se aceptaban determinadas iniciativas de Iglesias e Irene Montero? Más silencio.

Fascinación de Sánchez

En los últimos días, un asunto ha provocado un malestar profundo en el sector socialista del Gobierno: el tuit de Pablo Iglesias con el que conmemoró a su manera el 14 de abril, día en el que se proclamó la Segunda República. En el tuit Iglesias reivindicaba que “los valores republicanos son los mejores” y decía que desearía que el Jefe de Estado no vistiera el uniforme militar “porque es un representante del pueblo”. Aparte de que la Constitución recoge que el Jefe de Estado es el Capitán General del Ejército, como recordaba un ministro a esta periodista, Ën varios países republicanos también el presidente es el capitán general del Ejército y además ha habido grandes militares presidiendo países que son ejemplo de democracia, como De Gaulle”.

Se podría añadir también que la animadversión ya conocida de Pablo Iglesias hacia los militares se contradice con el hecho de que haya elegido jefe de su gabinete de vicepresidente a un militar, el general en la reserva Julio Rodríguez, que en tiempos de Carmen Chacón como ministra de Defensa fue nada menos que jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad), el cargo más alto de la milicia después del Rey. Iglesias intentó convertir a Rodríguez en diputado al incluirle en las listas al Congreso en dos ocasiones, pero no lo logró porque no tuvo el respaldo ciudadano.

La última batalla, tras la que aparentemente ha ganado Iglesias tras conseguir que la renta mínima vital se pague a partir de mayo, se centra ahora en quienes serán los que la reciban, dónde se pone la cifra de ingreso mínimo de una familia que obliga a que el gobierno lo complemente con una renta de subsistencia.

De nuevo es Escrivá quien va a tenérselas con Pablo Iglesias, porque además hay un ingrediente que ministros como Calviño, Montoro y Escrivá, responsables de los números en el gobierno, tienen en cuenta: hay pensionistas que reciben menos de 500 euros de pensión después de muchos años trabajados, y se puede producir un levantamiento indeseado si las pensiones no contributivas, las que reciben personas que nunca han cotizado -situación similar a la que podía provocar el ingreso mínimo vital- supera la cantidad que reciben quien han pasado su vida trabajando y cotizando.

La sensación generalizada es que Sánchez apoya incondicionalmente a Pablo Iglesias por una razón: si Podemos sale del gobierno, Sánchez dejaría de ser presidente, porque no conseguiría el apoyo necesario para seguir gobernando, tendría que convocar nuevas elecciones y no tiene ninguna posibilidad de ser reelegido. Otra opinión sobre el porqué de que Iglesias siempre encuentre el apoyo de Sánchez es que el presidente está fascinado, abducido, por la forma de ejercer política de Pablo Iglesias.

Esta segunda razón diría poco en favor de un presidente, pues ante la crisis sanitaria y la gravísima crisis económica que hay que lidiar como consecuencia del coronavirus, nadie con sentido de Estado se puede echar en brazos de un dirigente populista y radical que admira a personajes como Hugo Chavez y Nicolás Maduro.

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