Crónica Personal

Elecciones en clave nacional

Tablero. Los resultados de las urnas gallegas y vascas repercutirán sensiblemente en las sedes nacionales de los partidos, aunque Feijóo y Urkullu sean claros favoritos para repetir

Una persona prepara las papeletas de las elecciones en el País Vasco.

Una persona prepara las papeletas de las elecciones en el País Vasco. / Luis Tejido / Efe

Hoy se celebran las elecciones en las que gallegos y vascos deben elegir a sus nuevos presidentes, que según todos los sondeos no serán nuevos, sino que Urkullu y Feijóo serán reelegidos.

El lehendakari prevé más escaños que en la legislatura que acaba, aunque necesitará acuerdos de investidura y Gobierno previsiblemente con los socialistas como hizo en la ocasión anterior; el líder de la Xunta siempre se ha visto obligado a mayorías absolutas porque si no la consiguiera, el resto de las fuerzas, de izquierdas, se unirían para desplazar al popular, como le ocurrió a Fraga. Feijóo, según las encuestas, va sobrado, supera por tres o cuatro escaños la mayoría absoluta. Ni Vox ni Cs han conseguido hasta ahora tener sillón en Galicia ni parece que las cosas se les hayan puesto mejor en esta ocasión, pero...

El 12-J se ha convertido en una cita que trasciende los territorios gallego y vasco. Para los socialistas sería grave no ser segunda fuerza en Galicia, donde en 2016 Podemos y sus Mareas tuvieron más votos pero igual escaños; como sería grave asentarse como tercera fuerza en Euskadi y no volver a la segunda posición, ocupada hoy por Bildu.

Para el PP, es clave que el resultado de Carlos Iturgaiz sea aceptable. Imposible repetir el de Alfonso Alonso hace cuatro años, nueve escaños, pero cualquier cifra inferior a siete sería un fracaso rotundo. Y, para preocupación de los populares, no es fácil que alcancen esa cifra con Iturgaiz como candidato y con el partido destrozado por varios años de intrigas y tensiones internas, que han provocado fugas de dirigentes... y de votos.

La irrupción de los brotes

Aparte de estas cuestiones, y que evidentemente se reflejan en las urnas, como también tienen que ver la personalidad y la biografía de los candidatos, en esta ocasión interviene un factor nuevo: una pandemia que ha dejado más de 30.000 muertos y que ha tenido confinados durante tres meses a los españoles, que continúan con el dolor y la angustia en el cuerpo. Invadidos además por la incertidumbre sanitaria, laboral y económica, y que no pueden obviar porque en Galicia y en Euskadi tienen muy presente la gestión de sus respectivos gobiernos respecto al coronavirus –y en el País Vasco respecto al vertedero de Zaldibar y los dos cuerpos que no se han podido rescatar– y también a los brotes aparecidos en los últimos días.

Repuntes utilizados por la oposición, sobre todo en Galicia, para poner en duda la celebración de elecciones. En Galicia, todos los partidos de izquierdas han exigido el aplazamiento y es previsible que si no les gustan los resultados, pretendan invalidar los comicios en la comarca de La Mariña.

En Ferraz, Génova, Ventas, Bambú o Princesa, sedes de los partidos nacionales, este 12-J se vivirá en clave nacional, la noche electoral será analizada teniendo en cuenta cómo afecta al PSOE, PP, Cs, Vox y Podemos y, lo que es más significativo, lo que tiene más morbo, cómo afecta al futuro de sus actuales líderes. Ningún dirigente nacional ha hecho un esfuerzo exhaustivo en la campaña, han participado lo justo para que no se considerase que no apoyaban a sus candidatos. Otras veces la presencia de los líderes nacionales era casi diaria y no ha sido ése el caso.

Pedro Sánchez ni se plantea que Gonzalo Caballero en Galicia o Idoia Mendia se conviertan en presidentes de Galicia o Euskadi, pero si hoy el primero no logra la segunda plaza en Galicia, su carrera política habrá durado muy poco.

Ya fue demoledor para el PSOE gallego y nacional que Podemos le ganara en las elecciones anteriores, y Sánchez, casi más que Caballero, necesita recuperar el segundo lugar como sea. En esta ocasión el rival no es Podemos y sus Mareas, de capa caída, casi desaparecidos en el combate del último año entre las fuerzas que formaban parte de la amalgama podemita, que quedó aún más perjudicada cuando la formación morada entró en el Gobierno y Pablo Iglesias mostró su cara oculta: ansias de poder que anteponía al ideario del partido, pasión por adoptar los modos de "la casta", amiguismo exacerbado y delación de promesas que para sus seguidores eran esenciales, y que Iglesias ha defendido con la boca pequeña para permitir, después, que Sánchez las dejara de lado. Encima se ha cruzado el caso Dina, cada día más enredado por mentiras, contradicciones, ocultación inadmisible de datos claves para la investigación y tintes machistas inaceptables.

Iglesias está muy tocado antes de estas elecciones, donde las Mareas son hoy casi inexistentes y el BNG ha vuelto con fuerza con una candidata, Ana Pontón, que se ha revelado como una política con verbo encendido y muy pegada a la calle. Por mucho que la ministra Yolanda Díaz se haya volcado para pedir el voto, En Común no engancha como las Mareas y esta noche no sólo se mirará al candidato de esta formación, Gómez Reino, sino a Iglesias y su decepcionante trayectoria en los últimos años.

Casado y Feijóo

De la misma manera que Sánchez e Iglesias miran de reojo a Galicia y País Vasco, también Casado está muy pendiente de los resultados. Ha hecho una apuesta muy fuerte, personal más que política, en el País Vasco al presentar a Iturgaiz, un hombre de larga trayectoria, querido entre los votantes del PP... pero votantes más del pasado que del presente.

Casado tuvo enfrentamientos con el anterior presidente del PP vasco, Alfonso Alonso, casi desde que ganó las primarias. En vez de sosegar las cosas, los dos tensaron tanto la cuerda que, ante una actitud excesivamente rebelde de Alonso, Casado lo fulminó y designó a Iturgaiz, una decisión muy cuestionada. En Génova se da por hecho que no se repetirá el resultado anterior, que ya fue malo respecto a 2012. No llegar ni siquiera a esa cifra, pondrá a Casado en una situación muy delicada ante una militancia que no acaba de entusiasmarse con su presidente, que va de decepción en decepción.

Nada que ver con Galicia, donde Feijóo, salvo catástrofe, revalidará e incluso superará la mayoría absoluta. Sea cual sea el resultado, es problemático para Casado. Es evidente que desea seriamente que Feijóo gane ampliamente en su tierra, pero sabe que, de no hacerlo, se haría responsable del fracaso a la dirección nacional, que no acaba de cuajar. Pero si gana, aunque Casado se muestre tranquilo respecto a su liderazgo y Feijóo no haya hablado sobre dar el salto nacional, se abre la espita para la especulación, sobre todo si el PP continúa con el inexplicable perfil bajo que ha mantenido hasta ahora.

La suerte está echada. Esta noche se vivirá con nervios en las sedes gallegas del PP, PSOE, BNG, En Común, Vox y Cs y en las vascas del PNV, Bildu, PSOE y PP. Pero esos nervios se vivirán con igual o más intensidad en las sedes nacionales. Lo que digan las urnas vascas y gallegas repercutirá sensiblemente en el resto de España.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios