Marta Robles | Periodista y escritora

“Lo sucedido en el mundo tiene mucho que ver con las alcobas”

Marta Robles.

Marta Robles. / Antonio Pizarro

Para descansar de la denuncia social asociada al crimen, Marta Robles Gutiérrez (Madrid, 1963) decidió una tarea extensísima: contar los principales secretos de alcoba de la Historia de España en su última  obra, titulada Pasiones carnales (Espasa, 2021). Un libro con el que asegura que se puede aprender Historia y sostiene que prueba de ello es que muchos lectores jóvenes se están divirtiendo leyendo este ensayo novelado y que están relacionando por fin la historia, opina ella, porque usa un lenguaje muy distinto al que acostumbran a leer cuando estudian.

–Su nuevo libro llega tras una serie negra de tres novelas y un anunció de que necesitaba descansar. Pero más que un asueto emprendió una tarea ímproba, con Pasiones carnales, ¿no?

–Yo necesitaba descansar porque es verdad que me había dejado la tripa y el compromiso en estas novelas negras, que, al final, implican mucha denuncia. Y para descansar, como bien dice, me puse una tarea muy, muy complicada. Pero yo soy así: una mujer osada, atrevida. Parece ser que no me gustan los retos facilitos.

–Es un trabajo de documentación histórica bestial.

–Brutal. Cuento una anécdota: en el libro hay una bibliografía extensa. Pero no está puesta toda porque le dije a mi editora que no quería parecer Javier Tusell.

–Al reflexionar por escrito sobre el libro ha llegado a decir que casi le cuesta la salud. ¿Fue para tanto?

–Sí. Porque soy muy intensa para todo. Cuando me planteé Pasiones carnales podría haber cogido tres o cuatro personajes de la Historia y hacer un relato novelado de cada uno de ellos. Pero decidí hacer una radiografía de España a través de las pasiones carnales. Y me recorrí nada menos que doce siglos, del VIII al XX. Y eso implica un trabajo impresionante de manejar libros, de leer, de bucear en archivos. Tuve que pedir la ayuda de una documentalista, porque si no era imposible. Según me iba zambullendo en la obra, cada vez me parecía más interesante.  Y me di cuenta que no era tan innovador, porque Suetonio ya lo hizo con los doce césares: contó la historia de Roma a través de las pasiones carnales de sus protagonistas. Descubrí que lo que ha sucedido en los distintos lugares del mundo tiene mucho que ver con las alcobas.

–¿Antes de hacerlo tenía claro que había tanta relación entre sexo y poder?

–Sí. De alguna manera siempre lo había sabido. La propia lectura ayuda a descubrirlo. Los poderosos de todos los tiempos y de todos los ámbitos, da igual que sean de la política, la realeza, de la ciencia, el arte o la cultura, tienen esa sensación de que son distintos y que pueden dejarse llevar por sus pasiones de una manera diferente. Es algo muy curioso, porque casi siempre se les consiente.

"Termino con Alfonso XIII porque entrar en Juan Carlos I habría sido información y no literatura"

–¿Cómo acotó esos doce siglos? ¿Y por qué acaba en Alfonso XIII?

–Empecé en el siglo VIII porque ahí es cuando empieza la Historia de España. Comienzo con el primer rey visigodo. Y es un momento clave porque desarrollo una leyenda, con base histórica, según la cual, los musulmanes entraron en España porque un rey se dejó llevar por sus pasiones carnales y violó a su aliado en el norte de África. Y llego hasta Alfonso XIII porque si llego más adelante hubiese sido información. Y yo quería hacer literatura. Para contar las cosas se necesita perspectiva. Si me hubiese acercado a toda la historia de Juan Carlos I no habría contado el personaje global ni todo lo que aconteció. Para que se cuente entera tendrán que pasar unos años para que se pueda ver con perspectiva.

–Aunque el libro tiene mucho rigor histórico el libro tiene partes que son ficción.

–Son partes noveladas, dramatizadas. El libro es un ensayo novelado. Y además dejo muy claro al lector cuál es la parte en la que no aporto nada de mi imaginación, que se corresponde con la absoluta realidad. Y le señalo lo que hay de leyenda e historia contrastada con documento. Cuando dramatizo, precisamente las relaciones amorosas, pasionales, se lo advierto al lector. Y todo eso está escrito como ficción a partir de datos que he encontrado respecto a las personalidades de los protagonistas, los lugares donde se encontraron.

–¿Qué papel juega la mujer en este libro? Uno descubre que usan sexo y poder igual que los hombres.

–La historia de la humanidad está escrita a través de la desigualdad entre hombres y mujeres. ¿Usan el sexo? Las mujeres no tienen más remedio que sobrevivir a través de las estrategias, porque es el espacio que le ha dejado el varón. No tiene otro. Y sólo puede acceder cuando pertenece a las clases privilegiadas o la realiza. La historia de la mujer está escrita a través de su honra. Lo más sangrante es que como todas están divididas por la honra, las de alta alcurnia como cometen sus pecados con hombres de igual condición y éstos dan donativos a la Iglesia, pues ésta hace la vista gorda. Más allá de todo eso, algunas mujeres de la realeza, que han sido extraordinariamente inteligentes, han contribuido al desarrollo de la Historia de España. Salvo Isabel II.

–A eso iba. Se cuentan también pasiones tan fogosas como las del Isabel II.

–Hay que partir de la base de que todo han sido reyes salvo dos reinas. El resto han sido consortes. Isabel La Católica fue absolutamente fiel a su esposo, y éste no lo fue con ella. E Isabel II. Es un caso muy particular. Llegó a los 13 años al poder, sin padre y con una madre que no le hacía ningún caso. Estaba más interesada en sus propios amoríos. Esa fogosidad de Isabel II, que iba unida a un trastorno alimentario, tenía que ver con esa falta de cariño que tuvo. Buscaba el afecto. Hay consortes llamativas, como María Luisa de Parma, que admite a su confesor que en ninguno de sus 23 embarazos intervino su marido.

–También cuesta encontrar un rey que fuese fiel, ¿no?

–Cuesta, pero los hay. Felipe V lo era por temor de Dios. Y pese a su obsesión por el sexo brutal, fue absolutamente fiel a sus dos esposas, con las que practicaba sexo todas las veces al día que podía. Y como no era suficiente, lo compatibilizaba con la masturbación. Pensaba que tenía menos castigo que la infidelidad. Carlos III, considerado el mejor rey, fue absolutamente fiel. Y decía que él practicaba el sexo con moderación, ¡dos veces al día!

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