Daniel Bernabé | Escritor y analista

"La sociedad, eso que no existía, es lo que nos ha salvado"

Daniel Bernabé repasa las grietas que ha subrayado la pandemia en 'Ya estábamos al final de algo'.

Daniel Bernabé repasa las grietas que ha subrayado la pandemia en 'Ya estábamos al final de algo'. / Penguin Random House Grupo Editorial

CAMBIO DE SISTEMA. Colaborador en distintos medios, Daniel Bernabé (Madrid, 1980) sacudió con ‘La trampa de la diversidad’ (Akal) la complaciencia de cierta izquierda. Tras ‘La distancia del presente’, su último título, ‘Ya estábamos al final de algo’ (Bruguera/Penguin RH) ofrece un mensaje “esperanzadoramente pesimista” y nace con la intención de que “todos atendamos un poco más a nuestra sociedad’. El texto va acompañado por ilustraciones de Joan Negrescolor y está pensado para que cualquiera pueda asumir que vivíamos en un “sistema en crisis, y sólo ha hecho falta que cayera un poco el telón” para ver la tramoya.

–El Gran Confinamiento nos hizo pensar en un Gran Reseteo que venía dando pistas, explica en ‘Ya estábamos al final de algo’... No parece que las tornas vayan por un espíritu del 45.

–Los cambios suceden cuando hay un sujeto político que los impulsa. El espíritu del 45 del que hablaba Ken Loach surgió porque tras cinco años pegando tiros a los nazis, los trabajadores exigían su derecho a una vida diferente: eran un sujeto organizado, con partidos e ideología. Ahora, de momento, los cambios no han sucedido en una dirección positiva para la mayoría.

–Afirma que hay una involución, que la sociedad actual se parece más “en dureza a la hace de dos siglos que a la de hace 50 años”.

–Es un poco arriesgado hablar de si la vida es mejor o peor, pero digamos que nuestro momento es un momento con mucha más incertidumbre: los trabajos, las casas, las parejas, duraban más, ahora estamos en un carrusel permanente. La sociedad se ha hecho impredecible, y con la duda es muy difícil vivir. Y creo que la raíz de todo esto está en cómo el sistema capitalista ha pasado de ser una economía basada en bienes reales a otra especulativa, emancipándose además por completo del sistema político.

–Una inercia impulsada por la privatización de muchas empresas públicas, ¿es solucionable la pérdida de peso de los gobiernos?

–De momento, es curioso que la sociedad que nos habían dicho durante 40 años que no existía (porque ya sabíamos que sólo había individuos, etc.), sea la que nos ha salvado. Pero también hemos visto que el sector público, a la hora de responder, estaba tan disminuido que la respuesta ha sido muy endeble. Nos habían dicho que todo seguía funcionando muy bien y hemos visto las costuras. Y esto sí que es una cuestión delicada.

–China parece haber aprendido lecciones del pasado, acelerando en su revolución tecnológica. Nosotros no podemos decir lo mismo.

–Ya antes de 2008, Julio Anguita decía que había determinados escenarios que la UE imponía que nos eran perjudiciales, condenándonos a ser la periferia de un gran núcleo económico como país de servicios. Hemos visto cómo en la pandemia sufrimos el doble porque carecemos de industria, pero incluso los países con industria de la UE se han visto incapaces de distribuir ayuda entre sus propios socios. China, además, se ha aprovechado de nuestra deslocalización: ha crecido enormemente en estas dos décadas pero manteniendo un Estado fuerte que controlaba aspectos esenciales y servicios estratégicos de la sociedad. Hubo quien dijo que el coronavirus sería su piedra de toque, y hemos visto que no.

"Durante décadas, nos han educado para ser excelentes técnicos, pero pésimos ciudadanos"

–La transición ecológica, ¿oportunidad real o nicho de negocio?

–La transición ecológica es más que necesaria, pero hay que indicar también por qué se cambia, hacia dónde. Corremos el riesgo de que, al final, la digitalización y la economía verde no sean más que un nuevo contenedor de especulación de los nuevos fondos financieros, cuando debería ser la forma de reindustrializar España. Quien quiera hacer negocio, estupendo, pero con criterio social y estratégico, que se cree empleo. No se pueden seguir manteniendo, por ejemplo, unas diferencias territoriales que condenen a comarcas enteras, como nos recordaban las últimas manifestaciones en Jaén.

–La opción de otra redistribución del territorio ha asomado la patita en estos tiempos. Pero es un brindis al sol sin infraestructura en educación o sanidad.

–Porque, por mucha buena voluntad que echemos, es imposible sin planificación, una palabra que parece que hemos tachado del diccionario. El futuro común no puede estar rendido a intereses económicos y empresariales, sin mirar a largo plazo. En el confinamiento, saltó enseguida la clase social, definitoria, marcada por la posibilidad de teletrabajo y/o la segunda residencia. Redistribuir el territorio es también redistribuir la riqueza, la población y los recursos.

–Más que del 45, muchos ven en la actualidad un espíritu de Weimar perfecto.

–Hay algunos lugares en los que podemos ver que hay un serio problema de regresión de la democracia hacia un sistema autoritario, nos alertan sobre un escenario con sistemas electorales formales pero más restrictivos.

–Curiosamente, Vox encarna lo rupturista para muchos, no pocos jóvenes.

–La incertidumbre lo que nos lleva es a buscar certezas por encima de todo. Cuando estamos aterrados, nos da igual quién sujete el paraguas cuando llueve y no nos importa que se quede gente fuera. Pero si echas a alguien de una comunidad, lo que vas a hacer es crear más inestabilidad. La cuestión es que, durante décadas, se nos ha educado para ser excelentes técnicos pero pésimos ciudadanos, y la respuesta que damos no es la correcta.

–De los grandes conceptos, el que más escuchamos es el de libertad. La igualdad, ni se menta.

–El gran problema es que cuando hablan de libertad se refieren a la circulación del dinero. La libertad es inútil si no es colectiva: para ser igual de libres, hemos de ser también iguales en una serie de derechos, no abstractos y poco definidos, sino en lo material. Con oportunidades y certezas comunes.

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