Santiago Díaz, guionista

"Todos tenemos un sentimiento de venganza"

Santiago Díaz

Santiago Díaz / José Ángel García

- Con Talión se adentra en la novela negra. ¿Qué diferencia hay entre escribir guiones y un libro?

- En una serie estás limitado por el presupuesto, los actores y otras circunstancias que te coartan la creatividad; pero en una novela eres libre para hacer absolutamente lo que tú quieras, puedes ir donde te plazca sin pensar en los costes que tendría. La novela no tiene límites ni frenos.

- ¿Qué le inspiró?

- La realidad, ver en los medios de comunicación un montón de casos reales en los que los malos, los culpables de crímenes horrendos que nos sacuden, pagan menos de lo que la sociedad quisiera.

- ¿Los asesinos de los asesinos están en el lado correcto? ¿Quién roba a un ladrón tiene cien años de perdón?

- Es lo que le planteo al lector. Tiene que responder a la pregunta de si es lícito matar a los criminales. Creo que todos, inicialmente, decimos que no, que hay que detenerlos y ponerlos en manos de las autoridades y juzgarlos. Pero según avanzamos en la lectura y conocemos a esos malos, a sus víctimas y a posibles víctimas del futuro, esa seguridad inicial se tambalea.

- ¿Mataría a sus malos? En la ficción ya lo ha hecho...

- En la ficción, desde luego. En la realidad, no. Creo en la justicia y hay que ponerse en sus manos. Si no es así, la sociedad retrocedería mucho. Pero eso no quita que haya sentido esa indignación y ese momento de desearlo viendo los detalles de algunos crímenes horrorosos. Es un momento de excitación en el que te hierve la sangre, pero enseguida lo aplacas.

- ¿Tener ese sentimiento de venganza te hace mala persona?

- Lo tenemos todos. No hay nadie que en un momento concreto haya visto algo en televisión y no se haya indignado de tal manera que lo haya deseado, aunque después no lo piense así y se arrepienta realmente de ello. Pero hay veces que los crímenes son tan horrendos y tan salvajes que te empujan a tener ese sentimiento de venganza.

- Todos llevamos dentro un justiciero, un árbitro, un seleccionador...

- Claro, exacto.

- La protagonista de su novela sabe que va a morir pronto. ¿Eso libera para tomarse la justicia por su mano?

- Sí, porque no hay consecuencias de los actos que comete. No hay futuro. Nuestros actos están condicionados por lo que esperamos del futuro: la hipoteca, los niños, lo que sea...

- Pero no podemos crear una sociedad basada en el ojo por ojo...

- En la vida real no se puede. En los informativos vemos a familiares que gritan e insultan al asesino de un ser querido, pero ninguno va más allá, porque se contienen y saben que está mal. Como sociedad hemos avanzado mucho. Pero desearlo no significa que lo vayamos a hacer. En las películas todo el mundo quiera que el malo muera y no por ello eres un asesino.

- ¿Qué le parecen las manifestaciones en la calle contra decisiones judiciales?

- Son absolutamente necesarias. Tenemos la sensación de que no se hace justicia con determinados tipos de criminales. Y hay tres maneras de afrontar este hecho: una, resignarse; dos, tomarse la justicia por su mano, que no lo hacemos; y tres, expresar nuestro descontento y la manera de hacerlo es juntarnos todos y salir a la calle. Gritamos contra esos jueces, pero ellos se limitan a aplicar la ley. Y quizás esas quejas tienen que llegar a otras esferas para que modifiquemos el fondo de la cuestión, para que los jueces apliquen las penas que todos creemos que se tienen que aplicar.

- ¿Y si no equivocamos? ¿Dónde queda la presunción de inocencia?

Poner en la calle, a la buena de Dios, a una persona que ha matado o violado es un error absoluto"

- Siempre existe. Tiene que haber un juicio y el culpable debe ser condenado de acuerdo a las pruebas que se presenten contra él. Pero no podemos dejar en la calle a los dos días a criminales de ese tipo. Como ciudadano, no como escritor, digo que hay determinadas sentencias que me indignan y mi manera de protestar contra ellas es salir a la calle con otros cientos de miles de ciudadanos para protestar contra ellas. Que después sean culpables o no, no depende de mí. Hay que mirar cada caso.

- ¿Qué caso le ha impresionado más últimamente?

- El caso del pequeño Gabriel. El juicio aún no ha sido, pero por lo que parece, que fue un asesinato premeditado de un niño, me parece lo peor que puede hacerse en la vida. Estás hablando de un monstruo y ahí es cuando hay que replantearse la ley.

- ¿Los malos nacen o se hacen?

- Se hacen. En Talión cuento no sólo la vida de las víctimas, sino también de los asesinos, cuándo pasaron al otro lado. A muchos de esos malos les pasa lo mismo que a mi protagonista, Marta Aguilera, y es que no sienten empatía por sus semejantes.

- ¿Cree en la reinserción?

- Por supuesto. Sería horroroso pensar que aquel que comete un delito jamás puede reinsertarse en la sociedad. Otra cosa es que hay que tener mucho cuidado en cómo se deja a un delincuente peligroso en la calle. Hay que asegurarse de que no vuelva a cometer el mismo delito. Y eso se hace poniéndolos en manos de profesionales. Poner en la calle, a la buena de Dios, a una persona que ha violado o ha matado me parece un error absoluto.

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