Rafael Arenas | Picador de toros y cantante

"Hasta en las plazas de toros nos ponen a parir"

"Hasta en las plazas de toros nos ponen a parir"

"Hasta en las plazas de toros nos ponen a parir"

La versatilidad por bandera. Rafael Arenas (Sevilla, 1981) incorporó a su apellido la palabra Telera, apodo que en su pueblo, La Algaba, le pusieron a su bisabuelo. Por su abuelo se curtió en el oficio de picador de toros, pero su vida profesional lo ha llevado también por más derroteros:desde hace seis años canta Show must go on a lo Freddie Mercury en los conciertos –alrededor de 90 este 2019– que desde hace seis años ofrece su grupo, un tributo a la legendaria banda británica.

-Picador, cantante, pianista, cartelista, barbero... ¿El que mucho abarca poco aprieta?

-Posiblemente. Cuando alguien se centra en una cosa, seguramente lo haga con más perfección, pero con trabajo y dedicación se abarcan muchas cosas.

-Es picador, uno de los oficios con peor prensa. Será para los animalistas el enemigo público número uno.

-Posiblemente, incluso para los taurinos porque en las plazas nos ponen a parir como a los árbitros en el fútbol. La suerte de picar ha evolucionado en negativo; antes era más espectacular, el picador se ponía a prueba constantemente en la suerte. Ahora es más sencillo, el caballo es más grande, lleva peto, una protección mayor, está mucho más domado...

-¿Cómo anda de cantera?

-Salen chavales continuamente, pero lo tienen mucho más difícil que cuando empecé. Toreé en 60 festejos mis dos primeros años y hoy necesitan ocho o nueve años para alcanzar esa cifra.

-¿Cuál es el método de entrenamiento?

-Voy al campo a caballo con una puya especial sin pincho y le doy a vallados de huertas, piedrecitas del suelo, eucaliptos, viejos en bicicleta...

-Critican la mansedumbre del toro. ¿Qué diferencias veía su abuelo, El Niño de la Algaba, también varilarguero, entre el animal de antes y el de ahora?

-Cuando empecé mi abuelo decía una frase que no entendía entonces pero sí hoy: "El toro de hoy no tiene peligro". No es verdad, y él era consciente de que tiene el mismo o más, asusta más que el de antes, es más grande, y tiene más cara de toro que el de los años 50 o 60, pero quería decir que en la suerte de picar hoy el picador corre menos peligro que antiguamente.

-El toro es distinto.

-Ha evolucionado a más serio. El de antes tenía menos volumen, se movía más; de hecho, tengo fotos de mi abuelo donde metía 40 o 50 centímetros de palo, en la época en que las puyas no tenían crucetas, sino una arandela. Entonces no se le exigía al toro tanto en la muleta. Aguantaba 10 muletazos y mucho es. Ahora con la puya nueva son nueve o diez centímetros como mucho. Al de hoy se le exige mucho en la muleta, que vaya y venga durante 40 muletazos y no se puede picar mucho.

-Tienen el privilegio de llevar la chaquetilla dorada como los matadores.

-El oro se lo ganaron los picadores antiguos, aunque quizás ahora no lo merecemos porque estamos a la altura de los banderilleros, que no pueden vestir de oro. Tenemos un rango más cuando no debería ser.

-¿Qué se le pasa por la cabeza encima del caballo?

-Hay que estar con los cinco sentidos. Nuestra función es muy corta y hay que ser muy certero, tenemos exigencias muy grandes del matador. Somos como el arquero de los Juegos de Barcelona, Antonio Rebollo, que lanzó la flecha al pebetero, aunque él no tenía segundas oportunidades y nosotros podemos rectificar si pegas un puyazo malo. Es distinto a otro de mis trabajos: cantante.

-¿El futuro es tan negro que los aficionados cruzarán la frontera a Francia para ver corridas?

-Ya lo hacen muchos catalanes que se van a la plaza de Beziers, que les coge cerquita. El futuro de la Fiesta en pueblos y ciudades pequeñas está muy mal, pero no en ferias importantes como Sevilla, Madrid, Pamplona, Santander... Alcalá de Guadaíra ya no tiene plaza, la derrumbaron y construyeron bloques de pisos.

-Retirado del fútbol Diego Tristán, ¿es usted el hijo más célebre de La Algaba?

-No, hombre. Diego tiene mucha más relevancia.

-Actuó muchas veces en la Carbonería, un cosmopolita bar del centro de Sevilla. ¿Sufrió o se benefició de la invasión guiri?

-Me beneficié muchísimo. Me quedan muchos amigos tanto españoles como guiris, he seguido en contacto con muchos extranjeros por internet y voy a visitarlos. Tengo muy buenos recuerdos de la Carbonería, se vivían noches mágicas.

-Allí conoció a Eric Cantona. Del ex futbolista francés a imitar en los escenarios a Freddie Mercury. ¿Le van los malditos?

-No soy aficionado al fútbol pero conocía a Cantona de las broncas y de las hostias que pegaba al público y a jugadores. Me va la gente humilde y poco conflictiva, pero me gustaría rodearme de gente que me aporte. No puedo rodearme de Freddie Mercury desgraciadamente, pero sí de su música y de su manera de actuar. A Cantona lo vi un par de veces en la Carbonería y, como es muy aficionado a los toros, nos encontramos en Nimes y estuvimos charlando.

-¿Cómo le va con su grupo, Capitán Mercury?

-Va bien, llevamos seis años y tratamos de parecernos tanto en lo visual como en lo musical a Queen .

-De la serenidad del picador a la explosión de Mercury. ¿Tiene desdoblamiento de personalidad?

-Soy un camaleón, puedo cambiar de registro fácilmente y comportarme como un picador o como un cantante. Mi estado normal es tranquilo, se parece más al de un picador que al de Freddie Mercury, pero cuando subo al escenario cumplo un papel y lo hago encantado, me meto en el personaje.

-¿Se atreverá algún día con Raphael?

-No es mi estilo, pero es un artistazo, muy carismático, el cantante español por excelencia con Julio Iglesias. Imito a Freddie Mercury en una época en la que era un portento físico pero no se pavoneaba en el escenario.

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