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Juan Jesús Pleguezuelos | Profesor

"Si quieres dedicarte a algo, no dejes que te distraigan"

El profesor de Historia y divulgador, Juan Jesús Pleguezuelos.

El profesor de Historia y divulgador, Juan Jesús Pleguezuelos. / Álex Cámara

Juan Pleguezuelos (Jaén, 1982) es profesor de Geografía e Historia de instituto –actualmente, en el Instituto Virgen de las Nieves de Granada– y lleva a cabo en Internet diversos proyectos de difusión relacionados con el modelo educativo emergente (@elprofeinquieto en Twitter, @elprofesorinquieto en Instagram, Facebook y YouTube). En 2017 lanzó un programa de radio online llamado Historia de España para selectividad. Acaba de publicar con Crítica Como una historia. Un libro sobre historia, enseñanza y motivación.

–Quizá el tema que recorra ‘Como una historia’ sea la pregunta eterna: para qué sirve la historia.

–Desde luego no es, como se dice, para que no cometamos los mismos errores, porque podemos conocer el pasado y luego volvemos a hacerlo. Pero si conocemos nuestro pasado, la Historia puede servir para liberarnos de aquello que nos ha hecho ser como somos, liberarnos de las cosas que no nos gustan o convertirnos en seres más reflexivos. También, para juzgar mejor. El hecho de poder manejar la perspectiva hace de contrapeso a la política de la inmediatez que imponen las redes sociales, donde se dialoga y razona menos.

–También muestra hasta qué punto la Historia se mezcla con la Ética o con la Filosofía, con cuestiones como si el ser humano es bueno o malo.

–La tendencia generalizada al recurrir a la Historia es demostrar que somos malos, pero también se puede utilizar para lo contrario. Podemos hablar de héroes, y dar datos que avalan esa tesis. Hay casos extraordinarios que pueden ser una forma de dar ejemplos positivos a los jóvenes.

–La cuestión de la utilidad es especialmente significativa en estos tiempos: tienen razón en decir “de qué va a servir lo que estudio ahora”.

–De hecho, lo preguntan a diario. ¿Cómo lo intento enfocar yo? Pues intento inculcar a los alumnos la idea de que vivimos en un mundo en el que te tienes que estar adaptando continuamente, con nuevas tecnologías como herramientas, que pueden hacerte mucho daño o proporcionarte muchas facilidades.

–El móvil, otro tema recurrente.

–Si lo usan bien, tendrán superpoderes; si lo usan mal, será terrible. Hay que adaptarse, ver la tecnología como algo positivo pero no dejar de darles a los aparatos su carácter de herramientas: las distracciones son hoy mayores de lo que han sido nunca, y por eso mismo, si consigues desarrollar la capacidad de concentración, eso te va a ayudar muchísimo.

–¿Por qué son pocos los que van contentos al trabajo?, se pregunta. Es verdad.

–Yo es que creo que le damos poca importancia al factor vocacional, que lo desechamos demasiado pronto, como si no tuviera peso alguno, y ahí está la clave de muchas cosas. De hecho, gran parte de mi mensaje es ese: si quieres dedicarte a una cosa, lo tienes claro, y sabes que eres bueno haciendo eso, no dejes que nadie te distraiga. Ve a muerte por aquello en lo que te quieras convertir. El trabajo dignifica al hombre, digan lo que digan. Antes se orientaba bastante mal y seguimos bastante mal. Acabar haciendo algo que no te llama, que te da igual, es una pérdida para esa persona y también para la sociedad. Las cosas cambian muy rápido: deberíamos ponernos las pilas para orientar a los chavales porque el mercado laboral será pronto algo muy diferente del actual, y no se está orientando bien.

–La falta de motivación es algo que afecta también a los profesores: pocos son, dice, los que mantienen la ilusión pasados los cincuenta.

–Es una profesión en la que trabajas de manera personal con 200 personas: eso sin duda te puede ir desgastando al cabo de los años. Mis alumnos conocen perfectamente mis errores, mis debilidades, saben de qué pie cojeo. Hay que recordar por qué entraste en la enseñanza, ese inicio cuando querías cambiar el mundo, saber perdonar y olvidar.

–En el libro, habla de las dificultades de un alumno con dislexia que era usted mismo. No es un pasado tan lejano: ¿qué ha cambiado desde entonces hasta ahora?

–Antes no había apoyo, no se diagnosticaban con precisión las dificultades de los alumnos: entonces, o tirabas para adelante, o no tirabas. Si tenías dificultades de aprendizaje, todo dependía en gran medida de la suerte: no había diagnóstico, motivación positiva ni refuerzo. A mí, por ejemplo, me costó muchísimo. Pasé unos años muy duros en el colegio hasta que conseguí hacerme con una serie de técnicas pero hay mucha otra gente que se ha quedado en la cuneta, yo he sido un superviviente.

–Me ha sorprendido el empecinamiento de ir montando un huerto en los institutos. Un huerto como parte de la clase Historia, me refiero.

–Siempre que he podido lo he hecho, ya llevo seis o siete años. Si en el Neolítico nos hicimos sedentarios, no viene mal que entiendan cómo fue la mayor revolución de la historia. Y una vez ya te pones en marcha, pues sucede la vida: que no todo es tan fácil, que hay que intentar las cosas una y otra vez, que hay que resistir, que la supervivencia es dura, que hay que pasar mucho tiempo vigilando, cuidando, pensando lo que puede servir o lo que no. Es útil para muchas cosas en el día a día.

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