Manuel Jabois | Periodista y escritor

"Cuando eres consciente de lo que no sabes hacer te dedicas a lo que sabes"

"Cuando eres consciente de lo que no sabes hacer te dedicas a lo que sabes"

"Cuando eres consciente de lo que no sabes hacer te dedicas a lo que sabes" / Photographers Sports

Manuel Jabois (Pontevedra, 1978) empezó a colaborar con el Diario de Pontevedra siendo aún estudiante. De ahí pasó a cabeceras como El Mundo, revistas como Jot Down o FronteraD y, desde 2015, escribe para El País y participa en Hoy por Hoy de la Cadena Ser. Obtuvo el XXIV Premio Nacional de Periodismo Julio Camba en 2003 y es uno de los columnistas más populares de la prensa española actual. En 2008, vio la luz su primera novela, La estación violenta. Desde entonces ha publicado varios libros de recopilación de sus artículos, así como obras de ficción.

-Malaherba se sitúa en los últimos días de la niñez. ¿Cree que la patria de un hombre es su infancia?

-Estoy de acuerdo. Muchísimas cosas, o casi todas, se explican desde la infancia o la adolescencia, desde el momento del descubrimiento. Malaherba habla de los lugares en los que vivimos por primera vez ciertas palabras para llenarlas de contenido. Es un río que un niño cruza sabiendo que no va a volver nunca a la otra orilla. Muy de golpe, aunque la historia hay que leerla.

"Tiene que haber más nuevas columnistas que nuevos, porque hay una desproporción flagrante"

-¿Qué hay en esos niños, Tambú y Elvis, de usted?

-Hay todo lo que no puede haber, pero no es autoficción. No son mis memorias . Aparece mi colegio, pero por pura necesidad narrativa. Por suerte la mía fue una infancia feliz.

-Aunque ha manifestado en numerosas ocasiones que su infancia fue feliz también ve esa etapa como "un bombo con las desgracias que le van a pasar a uno en la vida".

-Es que es muy difícil que de niño tengas segundas y terceras oportunidades. Hay vivencias que condicionan toda tu vida. Como el fallecimiento de tus padres. Son cosas irreversibles y es injusto, pero funciona así.

-Habla siempre desde un punto de vista emocional, no un determinismo social o económico.

-Puede haberlo. El Estado del bienestar no te garantiza la atmósfera, las mismas oportunidades o las comodidades. Ocurre, ha ocurrido y ocurrirá. Para eso sólo se pueden hacer políticas sociales. En cualquier caso, ese determinismo sí puede llegar a ser reversible.

-Se ha definido como hijo del desarrollismo de España en los ochenta, cuando su abuelo paterno "enseñaba a pescar a los señoritos que venían de Madrid". ¿Ha tenido alguna vez, ya en Madrid, algo así como una necesidad de revancha?

-No, nada en absoluto. Mis colegas siguen estando donde han estado toda la vida y siguen siendo los mismos. A los lugares a los que voy y a la gente a la que veo por trabajo, tengo la sensación y creo que no me va a abandonar, de visitarlos como invitado. Nunca he tenido la sensación de pertenencia, de "por fin he llegado aquí a mi mundo". El periodismo te permite hacer un reportaje en la barriada más pobre de una ciudad y pasar a un reservado a hablar con no sé quien que te cuenta lo que le ocurrió en el palacio de no sé cuanto. Ese privilegio es nuestro, de nuestro oficio, es el privilegio del invitado.

-Reza en Wikipedia que "a pesar de empezar varias carreras de letras, no terminó ninguna". Además de Filología Hispánica, ¿cuáles más le tentaron?

-Mola esa frase porque parece que empecé muchas de ciencias y sí las terminé todas. En realidad empecé Historia, Filosofía y Derecho. No sé quién escribe esos textos y tampoco editarlos porque si supiese constaría de cuatro líneas: ha hecho esto y esto y trabaja aquí.

-¿En usted siempre hubo un filólogo o un periodista?

-Periodista, periodista. Yo con 19 años le dije a mi madre que iba a dejar Derecho porque quería escribir libros y ella me respondió que hiciese la carrera de novelista. Por eso empecé Filología Hispánica.

-¿Se considera un "neocolumnista"?

-No, ni siquiera me considero columnista: me considero periodista. Y, dentro de eso, más reportero, más escritor de crónica. Y luego, sí, tengo una columna a la semana que por suerte tiene cierta repercusión, por eso se me asocia al columnismo, pero no me gustan las categorías. Y se me ha colocado en tantos sitios que no sé ya ni dónde estoy.

-Si tuviera que elegir una nueva generación de columnistas que han tomado el relevo a la de Manuel Alcántara o incluso a la de Pérez Reverte, ¿qué nombres citaría?

-Me pone en un compromiso, aunque sí que hay un columnismo de nueva generación, porque cada cierto tiempo hay nuevos columnistas. Ahora tiene que haber más nuevas columnistas que nuevos, porque hay una desproporción flagrante en el mundo editorial, porque sigue siendo un coto bastante reservado a los hombre. Y, si hay que citar, Gabriela Wiener, David Guistau, Juan Tallón, Rosa Belmonte, Ángeles Caballero, Lucía Lijtmaer... Aunque en general, no soy un gran lector de opinión.

-Por lo menos sí se reconocerá en una nueva generación de hombres de letras fascinados por el fútbol. ¿Qué tiene este deporte?

-Me gusta escribir de fútbol porque me permite ser furiosamente subjetivo y escribir en un estilo que no suele ser el mío: mucho más metafórico, mucho más barroco. Es un juego. Yo no soy periodista deportivo, yo soy madridista.

-Tanto que incluso ha sido letrista para el Real Madrid. ¿Cómo surgió esa colaboración?

-Me lo pidieron cuando se ganó la décima porque había una música muy chula del productor Red One, que ha ganado muchos Grammys y es madridista a muerte. Me dijeron que le pusiera la letra, me animé y, como yo soy también tremendamente madridista, que el estadio cante esa canción... me pone como una moto.

-Se define como un gran explotador de sus "pocos recursos". ¿Cómo se hace eso?

-No lo sé. Yo no me tengo en muy alta consideración y soy autocrítico conmigo mismo hasta la autodestrucción. Por suerte, esa forma de quererme poco me ayuda a pensar continuamente más que en las cosas que se hacer, que son dos o tres, y las que no. Cuando eres consciente de lo que no sabes hacer, te dedicas a hacer lo que sabes.

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