José Ramón Alonso de la Torre | Periodista y escritor

“La Raya es realismo mágico absoluto”

José Ramón Alonso de la Torre (Cáceres, 1957), periodista y escritor, autor de 'Un paseo por la Raya' (El Paseo).

José Ramón Alonso de la Torre (Cáceres, 1957), periodista y escritor, autor de 'Un paseo por la Raya' (El Paseo). / Esperanza Rubio

José Ramón Alonso de la Torre (Cáceres, 1957) tuvo una infancia muy vinculada a la frontera de España y Portugal por su madre, y posteriormente ha vivido en cinco de las siete provincias fronterizas españolas.

Todo ese tiempo no ha parado de viajar y profundizar en ese mundo aparte que es la Raya, del que ha escrito artículos y reportajes en la prensa regional y nacional. Su último libro, Un viaje por la Raya (El Paseo), que va ya por su segunda edición, es una crónica viajera inigualable por la magia de esa tierra excepcional.

–Pocos saben que la de Portugal y España es la frontera más antigua de Europa.

–Es la más larga y la más antigua. Los historiadores lo matizan porque en 1926 todavía se fijaron algunos espacios. En 1267 se determina la que básicamente es la frontera; luego, en 1297, se hace una segunda división pero quedaron las llamadas contiendas, siempre en litigio. Es la frontera más antigua de Europa pero con un montón de salvedades y curiosidades, que son muy entretenidas.

–Más que una frontera, es la Raya, un espacio común.

–Sí, es una zona geográfica, que puede entrar 20 o 50 kilómetros, y sus habitantes se llaman rayanos. Tienen el concepto de Raya y no el de contrabando. Me sorprendió a lo largo de los años, porque dicen que lo suyo no era contrabando, que era ir a comprar a la tienda de al lado, aunque la tienda estuviera al otro lado de la frontera. 

–Usted habla de un espacio mitopoético. ¿Quizá puro costumbrismo mágico?

–Mi madre es de Ceclavín, el pueblo donde más contrabandistas había en toda la Raya en el siglo XVIII. Mi infancia es mi madre contando historias: la del último contrabandista muerto, siempre a disparos de un carabinero celoso; la de los burros apaleados por contrabandistas disfrazados de guardinhas y guardias civiles para que aprendieran a correr al verles cuando iban cargados de café; o la de la bicicleta, del señor que cruzaba siempre con ella cargada de tierra, supuestamente muy buena al otro lado para las macetas, hasta que se descubrió que hacía contrabando de bicicletas. Esas historias se repiten a lo largo de la Raya. Son ya leyendas que hacen que sea éste un espacio legendario. Incluso la de María la Portuguesa, que es de 1985, en Castro Marim, en ese ámbito del amor, los celos, el guardia que mata al pescador furtivo, y su amante María que aparece en Ayamonte sin saberse cómo y luego desaparece. La Raya es realismo mágico absoluto.

–En Barrancos tardaron seis meses en saber de la Revolución de los Claveles.

–Eso me parecía una exageración pero está demostrado. Barrancos es una locura de pueblo. Es el único que hace jamón ibérico en Portugal, tiene escuelas para bailar sevillanas y es el único en el que se permite matar toros a estoque, con la excepción recogida en la Constitución portuguesa. Es un pueblo francamente curioso, a 5 minutos de Encinasola para ir a urgencias, a las compras...

–Esta frontera es también la más pobre y despoblada.

–La frontera era rica y de mucho desarrollo. El problema es que a partir de 1640 hay una guerra por siglo y la economía se destroza. Excepto en las eurociudades de Ayamonte, Castro Marim y Vila Real, la de Badajoz, Elvas y Campo Maior, y de Tui-Valença, se ha perdido mucha población. La zona de Vigo es ahora la más rica: el 58% del tráfico de mercancías y personas que hay entre España y Portugal pasa por esa autopista. En el resto de la Raya, nada ha cambiado en años. Está muy parada, y es su encanto, pero al mismo tiempo es su tristeza y su derrota.

–¿No le parece que siempre se ha mirado por encima del hombro a Portugal?

–Portugal tiene complejo de país pequeño, al que los españoles miramos por encima del hombro, en el interior. Porque en la Raya se le respeta mucho. Ese sueño de tener una casa en Portugal como paraíso donde te retirarías es propio de los rayanos y de los europeos. Para ellos es muy atractivo, pero para los de interior, no. De hecho, en Lisboa conocen a los madrileños porque van dando voces y avasallan a los camareros, como queriendo demostrar que se sienten superiores. 

–¿Sería viable el proyecto de Iberia como único país?

–Hay muchas personas que ven eso como algo natural pero choca con el nacionalismo. Sobre todo en la extrema derecha portuguesa se mantiene todavía esa sensación de país sojuzgado por España del que hay que independizarse como sea. Luego hay intelectuales, clases medias, que lo verían como algo lógico. Ahora están apostando por la unión en Galicia, y de hecho, el eje Vigo-Oporto es el importante porque mueve más dinero y el eje Lisboa-Madrid es más protocolario. Las relaciones son muy estrechas y no hay más remedio que estar juntos pero revueltos es muy complicado.

–En Andalucía se promueve ahora el eje Sevilla-Faro con el tren de alta velocidad.

–Ese es un movimiento general porque la economía se impone. El eje Faro-Sevilla es muy potente y con mucho futuro. Racionalmente, esa región está amputada con el tren que se corta en Vila Real de Santo Antonio. No es lógico en esa zona costera que tiene mucho poderío. Con un ferrocarril cambiaría todo. Y no por eso los pueblos fronterizos dejan de tener visitas; no acaba la economía de los pueblos, todo lo contrario.

–Antes se iba a por toallas, ahora se va a restaurantes.

–Hay algo, que supongo que habrá en Huelva, que es descubrir restaurantes nuevos y no decírselo a los demás, o cambiarlo por otros, como los cromos. Si no, los van a descubrir y arruinar. Una vez escribí sobre un restaurante cerca de la frontera al que sólo iban portugueses y algunos de Badajoz en secreto. Al publicarlo, se llenó con colas diarias, y el señor cerró porque no quería gente: decía que tenía el restaurante como algo tranquilo para dar de comer a 15 o 20 personas y no para 200 ni para hacerse rico. Es una manera de entender la gastronomía en la Raya que es incomprensible en el resto de Europa.

–Hay que hablar más con ellos para entenderles.

–A veces da corte porque parece que vas a molestar, pero en la Raya no molestas. La gente en Portugal te saluda siempre, es muy amable, también en aldeas españolas más cercanas a la frontera. Y te cuenta sus historias sin problema. Son historias rayanas, de novela. Un novelista tiene ahí miles de relatos inspiradores. 

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