Francisco Parra | Escultor

"Tengo más ilusión que cualquier chaval de 18 años"

Francisco Parra en su taller del corral de artesanos de Pasaje Mallol.

Francisco Parra en su taller del corral de artesanos de Pasaje Mallol. / José Ángel García

Del taller de Francisco Parra (Sevilla, 1961), situado en el corralón de artistas de la sevillana calle Pasaje Mallol, han salido infinidad de premios, relieves y monumentos para todo el mundo. Su local es una mezcla entre un museo, por todas las piezas que lo adornan, y una fábrica, por la maquinaria de la que se vale para transformar el bronce y el acero cortén en vírgenes rocieras o monumentos para rotondas. Materiales que "enfrían y alisan la amorosa caricia soñada nacida del barro y del instinto", tal como explica en su página web.

-¿Cómo se hace uno escultor?

-Ahora todas estas disciplinas artísticas están muy bien vistas, pero cuando yo le dije a mi madre que quería ser escultor se puso a llorar. Empecé la carrera de Derecho para no dar disgustos a mis padres, pero duré un año o dos. Y empecé a aprender, aunque siempre he trabajado manualmente y lo fui descubriendo poco a poco. Cuando llegué del servicio militar ya decidí ser escultor. Aprendí la imaginería de Álvarez Duarte, los vaciados con Pepe Lemus, también estuve en Mármoles Vega. Estudié las asignaturas en la calle y no me he arrepentido nunca de eso.

-¿Cuál fue si primer trabajo importante?

-El primer trabajo importante que hago es mi primer monumento. Fue el Beato Diego José de Cádiz. Hice dos: uno de nace, que está en el baluarte de Cádiz, y otro donde muere, que es en Ronda. Disfruto mucho que esté en la calle y que lo disfrute la gente.

-¿Ha rechazado muchos?

-Hay veces que el cliente tiene muy poca afinidad contigo. Es preferible cortar al principio, que meterse en laberintos de difícil salida. Pero he hecho todo porque había que llegar a final de mes. Muchas veces me siento en un banco en la calle y descubro que es mío.

-¿Qué le gusta que digan de sus trabajos?

-Aprendo mucho de la crítica. Cuando un monumento le gusta a todo el mundo, mal asunto.

-¿Qué le parecen los críticos?

-Cuando te metes en crítica, es porque eres un artista que no quieres ejercer. Si te ves capacitado para criticar, es porque te ves capaz de hacerlo. Entonces, ¿por qué no son profesionales de esto? Siempre me he hecho esa pregunta. Otra historia es el taurino, donde entra en juego el valor. Aunque la crítica se está perdiendo, porque antes el acceso a las obras era difícil. Ahora con internet, tienes todo a mano.

-Trabaja en un sitio peculiar.

-Es un corral de artesanos. Tengo mi carpintero aquí, un herrero al fondo. Es un núcleo artístico dentro de una ciudad. Doña Ana Medina ha sido de las grandes mecenas del mundo del arte. Ella aguantó el envite del ladrillo. Prefirió mantener esto a venderlo.

-¿Dónde pondría un monumento?

-Tuve un golpe sentimental cuando visité la fosa común de Sevilla en el cementerio. Cuando caminas por encima te da un pellizco importante. Diseñé un espacio con cuatro esculturas flamígeras muy simple y todo árido con materiales como el granito y el acero corten menos el centro, donde había una eclosión de palomas. Llevaba la inscripción de los nombres que se sabe que hay allí abajo. Lo presenté y salió para adelante, pero se paró y se abrió un concurso. Cada vez que hacen un concurso nuestros munícipes, se creen que saben de todo. No tienen esa humildad de preguntar. Eligieron una barbaridad. La monumentalidad de aquello es el espacio, pero se lo van comiendo porque van haciendo panteones.

-Dígame otro.

-También en el cementerio. Me hubiese encantado hacer en la siguiente rotonda al Cristo de las Mieles una Inmaculada. Algo más de gloria. Hubiese sido bonito. Y otro proyecto precioso que echó para atrás Monteseirín en Nuevo Torneo. Hacer un monumento enorme al trabajador con unos engranajes asimétricos y una escultura semidesnuda con atributos del trabajo. Él dijo que había que cambiarlo y me pareció mal.

-¿Y a quién se lo pondría de los que no lo tienen?

-Con motivo del quinto centenario, a Magallanes o Elcano o cualquier marinero de esa odisea. Aquello fue como el primer hombre en la Luna. Un monumento a esa gesta.

-¿Cuál le hubiera gustado hacer?

-La entrada de la Sagrada Familia que hizo Josep M. Subirachs. Me hubiese encantado. Cosas como esa son loterías.

-Artísticamente, ¿cómo ve Sevilla?

-Se está abriendo un poquito. Hasta hace bien poco, se vivía de espaldas a lo de fuera. Todavía necesita saber que existen otras tendencias. Que no todo es el barroco.

-¿Y los que vienen?

-Ahora como nunca. Superan lo que ha habido. El Cristo de la Púrpura de Navarro Arteaga es de los mejor que se ha hecho en los últimos siglos y está al nivel de los más grandes. La cantera de Sevilla es una maravilla.

-Hablando de generaciones, ¿ve la retirada cerca?

-Cuando veo a mis contemporáneos y empiezan a hablar de la jubilación, me levanto y me voy. Con eso no puedo. Esto es un oficio que no termina nunca, porque nunca dejas de aprender. Gracias a Dios, tengo más ilusión que cualquier chaval de 18 años, Me sigue quitando el sueño ver cómo quedan los trabajos. El cantaor Manuel Gerena y Ángel Corpas, de Jarcha, que son amigos míos, me dicen que tienen la voz ahora como nunca. Los dos tienen alrededor de los 70 años. La retirada es de cobardes.

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