Entrevista | Directores del FIT de Cádiz

Isla Aguilar y Miguel Oyarzun: "Las direcciones colegiadas enriquecen los proyectos"

Isla Aguilar y Miguel Oyarzun, directores del FIT de Cádiz.

Isla Aguilar y Miguel Oyarzun, directores del FIT de Cádiz. / Jesús Marín

Una de las estrategias que sostiene el proyecto que para el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz idea Isla Aguilar (ganadora del concurso público) y su compañero Miguel Oyarzun es la de reforzar la relación del FIT, que este año se celebra hasta el 31 de octubre, con el territorio andaluz. Así, acaban de firmar “un convenio de colaboración con el festival de Palma del Río” para trabajar de manera conjunta con las compañías andaluzas para realizar residencias artísticas, producciones y apoyar su internacionalización. “Como al FIT están llegando programadores iberoamericanos y europeos creemos que podemos aportar mucho en ese sentido”, afirman.

–Definieron la pasada edición del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz como estar escalando una montaña de hielo. ¿Les ha resultado esta vez una actividad menos riesgosa?

–Por un lado, es cierto que las cifras de la pandemia se han relajado y los teatros han recuperado el 100% de su capacidad; no obstante, una cosa es España y Europa, donde la población está prácticamente vacunada, y otra cosa es cuando te pones a tratar con Iberoamérica, donde las olas y las vacunaciones están yendo a otro ritmo distinto. En ese sentido, la complejidad de hacer un festival como éste, donde hay muchas compañías y artistas que vienen de Latinoamérica, supone una gran dificultad todavía a la hora de conseguir los permisos, los visados, los certificados de vacunaciones... Por otro lado, el concurso tardó en resolverse y firmamos el contrato en mayo, así que hemos tenido poco tiempo con lo que seguimos subiendo piolet en mano (ríen). Esperemos que el año que viene ya tengamos la sensación de andar por la playa mojándonos los pies.

–¿Piensan ya en 2022?

–Es lo bueno de haber ganado el concurso público. El año pasado éramos unos directores invitados y no teníamos la legitimidad para poner en pie nuestro proyecto. Este año, y con cuatro por delante, hemos podido proyectarnos a medio plazo. Ya estamos imaginando, por ejemplo, el FIT de manera expandida, trabajarlo durante el año con residencias, producciones, trabajo con la educación, estamos haciendo un piloto con profesores... Un trabajo invisible pero que es de base.

–El de desarrollo de audiencias, por ejemplo

–Exacto, y no desde el marketing directo sino generando una sensibilidad hacia las artes escénicas. Se trata de trabajar con las comunidades y con los artistas locales pero eso necesita un tiempo. El beneficio, por contra, es mucho mayor porque se abren espacios más libres de reflexión. Es lo bueno que tienen las artes, que ofrecen esos espacios de hacernos preguntas y escucharnos. Para nosotros, generar esos contextos es una obligación del FIT.

–Espacios donde la mujer ocupa un lugar prominente

–Sí, por eso hemos querido que estén presentes de manera transversal esos movimientos donde la mujer es motor de transformación social. Tenemos al colectivo Mucha Muchacha, a Lastesis (artífices de la performance El violador eres tú), el ecofeminismo desde el cartel de Daniela Ortiz... Pero también hemos cruzado otros temas interesantes como el de la relación entre la muerte, la fiesta y la violencia con La despedida de la gran compañía colombiana Mapa Teatro, un trabajo que no se ha visto todavía en España, y que viene a Cádiz en colaboración con el Museo Reina Sofía donde se van a presentar una instalación relacionada con esta pieza que habla del fin de las FARC.

–¿Cuánta importancia tiene tejer esas colaboraciones en estos momentos?

–Cuando uno trabaja con recursos públicos la forma de poder sacar adelante proyectos es colaborando. No sólo por una cuestión de sostenibilidad, pues juntando muchos poquitos se pueden enfrentar proyectos más grandes, sino también por una cuestión de obligación de compartir los fondos públicos, sobre todo, para que los proyectos tengan un recorrido más amplio. Además, repercute en la visibilización de festival y ciudad.

–Hablando de colaboración. ¿Cuesta dirigir un festival con dos miradas?

–Ha sido complicado y rico porque la pluralidad de voces hace que te cuestiones cosas y te abras a otros puntos de vista. Es crecer. De hecho, en muchas partes del mundo las direcciones colegiadas cada vez se están llevando más porque supone una forma de trabajar que enriquece los proyectos. En nuestro caso son 12 años en los que hemos fundado festivales, hemos trabajado para otros, hemos dirigido un centro de envergadura como el Conde Duque y una compañía de teatro juntos.

–¿Cuál es su relación actual con el Be Festival que fundaron en Birmingham?

–En realidad estoy yo vinculado (Oyarzun) todavía pero llevamos cuatro años haciendo una estrategia de salida, es decir, delegando cada vez más en el equipo. Inglaterra tiene una cosa bastante envidiable, cómo acompañan un proyecto desde la parte administrativa, entendiendo que los proyectos para generarlos hay que darles un tiempo de recorrido, pero también te exigen una responsabilidad después, no te puedes ir y ya está. Nosotros cuando nos vinimos al Conde Duque a Madrid ya empezamos a distanciarnos pero es muy bonito que continúe y sean otros los que le den esa continuidad a nuestro legado y lo lleven hacia otros territorios porque el mundo ha cambiado mucho y para que los festivales sigan teniendo sentido hay que actualizarlos. Doce años dirigiendo un festival ya es un tiempo donde has hecho tu proyecto y ya le toca a otra gente.

–¿Les hubiera gustado terminar su proyecto en el Conde Duque?

–Sí, aunque pensamos que en 18 meses se hicieron muchas cosas. El proyecto se vio, se instaló y, de alguna manera, sigue ahí. Abrimos un nuevo Conde Duque que ha tenido una continuidad aunque no se haya vinculado con nosotros.

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