“Cádiz es La Habana con más comida y sin dictadores que hinchen las pelotas”

PAQUITO D'RIVERA | SAXOFONISTA Y CLARINETISTA

El músico cubano Paquito D'Rivera. / AMNH, R. mickens
Julio Sampalo

14 de octubre 2025 - 07:01

En formato trío –con Pepe Rivero al piano y Sebastián Laverde al vibráfono– o quinteto, Paquito D’Rivera (1948, La Habana) sigue de gira y el día 8 del mes que viene visitará el II Festival Iberoamericano de Jazz de Huelva. Hijo del saxofonista y director de orquesta Tito D’Rivera y leyenda viva de la música, este 2025 publicó La Fleur de Cayenne, que opta a Mejor Álbum de Jazz Latino en los Grammy Latinos, el 13 de noviembre.

–Se antoja difícil encontrar un periodo en su trayectoria en el que no haya publicado música. Es más una necesidad que otra cosa, ¿cierto?

No concibo la vida sin la música y no recuerdo haber vivido nunca sin ella, inclusive en momentos tristes como cuando me tuve que ir a la mili, como dirían ustedes, que la hice en una banda militar.

–La génesis de su último álbum, La Fleur de Cayenne (La Flor de Cayena), se remonta a hace casi tres décadas.

–Más que eso. Es una flor que sembraba mi padre en el jardín de la casa. Me gustó ese nombre y se lo puse al disco. La Fleur de Cayenne es un joropo venezolano, tengo una gran afinidad con ese pueblo. Desde hace muchos años he ido constantemente a Venezuela y ahora resulta que les ha caído la misma desgracia que a los cubanos. El disco es una combinación de compositores de varios orígenes. Ese trío es una labor de amor porque son dos músicos jóvenes que yo he admirado. Una vez estábamos ensayando y no había llegado el resto de los músicos, nos pusimos a tocar y vimos que el trío tenía una sonoridad muy atractiva para trabajar.

–¿Qué le une a España?

La música española me atrae desde niño.A mi padre le gustaban los pasodobles y Falla. Y en el año 80 viví cinco meses aquí esperando mi visa para irme a Nueva York. Me gusta mucho la comida–ríe–, el salmorejo cordobés y la fabada asturiana. También el carácter de la gente, la musicalidad, el público es muy agradable... desde el norte hasta los andaluces, con esa gracia de la que en el Caribe hemos heredado un poco.

–Como dice la canción: “La Habana es Cádiz con más negritos, Cádiz es La Habana con más salero”.

–Cádiz es La Habana con más comida y sin dictadores que le hinchen las pelotas a uno –ríe–.

–¿Cuánto le ha marcado su origen como artista?

–Para tener flores, tiene que haber una raíz. Cuba siempre fue un país multicultural. Mi padre fue un músico clásico, él pensaba que no tenía talento para improvisar. Sin embargo, a través de él conocí la música jazz. La primera vez me tocó un disco que había grabado en vivo Benny Goodman en 1938 en el Carnegie Hall y yo entendí “carne y frijol” –ríe a carcajadas–. Desde entonces me enamoré del jazz. Estuve expuesto desde pequeñito a la música, desde la autóctona de Cuba al jazz y la clásica. Y soy un loco de la música brasileña. Cada vez que grabo un proyecto incluyo algo de música brasileña. Me encanta la comida, todo lo que viene de allí.

–Este pasado verano actuó en el ciclo Royal Hideaway Sessions (Chiclana, Cádiz) con la propuesta Cuba en la distancia. ¿Ha aprendido a mirar a su país de lejos?

–Ese país se puede mirar con lástima, 66 años de dictadura y aún hay gente allí que quiere defender aquello, es absolutamente criminal. Los pobres rusos tuvieron 70 años el yugo comunista. ¡Está probado que ese sistema no funciona! Se pasan la vida echándole la culpa a todo el mundo: el bloqueo, el embargo... El embargo son ellos. Las comunidades cubanas han tenido éxito en el mundo entero menos en nuestro propio país, donde no tienen ni luz, se están muriendo de hambre. Cuando pasan los años y se descubre la realidad dicen: “¡Ay, esto no es lo que nosotros pensábamos!”. Se lo estábamos avisando desde el año 17 en la Unión Soviética, un fracaso absurdo. La gente no aprende por cabeza ajena, es así

–¿Cómo le recordarán?

Celia Cruz dijo que quería ser recordada como “una persona alegre a la que le gusta cantar”. Yo diría lo mismo, una persona alegre a la que le gusta tocar el saxofón.

–¿Qué le queda todavía por explorar?

–Todo. Soy muy curioso y me gusta mucho escribir. Estoy preparando un diario que escribí en 1968 cuando hice una gira con el grupo Saludo cubano por los países del Este, que fue la semilla de Irakere, donde estaba también el pianista Chucho Valdés. Esta sería mi cuarta aventura literaria, es muy divertida.

–La última vez que alcanzó el éxtasis musical.

–Cada concierto es completamente distinto, impredecible, una revelación. Tocamos en Varsovia –el pasado 14 de septiembre– y fue agridulce porque visitamos el campo de muerte de Auschwitz. Fue tristísimo, pero hay que verlo para aprender lo cruel que puede ser el ser humano con él mismo. Tenemos que luchar para que un horror tan bestial como el nazismo no vuelva a repetirse.

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