Entrevistas

"Estoy muy bien en el mundo de la sombra"

-¿Qué se siente cuando está en un concierto y miles de personas corean canciones de Luz Casal o Fangoria sin saber que las letras son suyas?

-Es el mayor placer y el mayor pago que tiene un autor de canciones que no se dedica a interpretarlas, al margen de los derechos de autor y otro tipo de vanidades propias del mundo del pop. Celebro que sea una labor oscura porque los autores no trascienden a otro plano en igualdad de condiciones que el intérprete y la fama no deja de ser una incomodidad. Por mi carácter la iba a llevar mal, estoy muy bien en el mundo de la sombra.

-Su ego parece estar domado.

-¿De qué sirve ser vanidoso en estas cosas? Es como lo de vestirse de artista o ir de persona y llevar el arte en la cabeza. En los años de la Movida todo era mucho más disparatado. Uno acaba asumiendo que el punto de locura o de creación tiene que estar de puertas para adentro, sin que esto sea una crítica a quien va de artista 24 horas por el mundo.

-Como protagonista de la Movida, ¿qué influencia ejerció este movimiento en las artes?

-Lo viví muy cerca pero no fui del núcleo duro. Y no serlo me dio la perspectiva necesaria para, un cuarto de siglo después, organizar la exposición El papel de la Movida (2013) en el Museo ABC de Madrid. Algunos críticos dieron a entender que la Movida, como movimiento, fue un brindis al sol, pero quizás fue porque no vivieron de primera mano lo que ocurría no solo en Madrid, sino también en Vigo, Sevilla, Valencia o Granada, donde había una actividad cultural frenética, tanto en música como en pintura, en diseño gráfico o fotografía.

-¿Cómo fue aquella eclosión?

-Confluyeron artistas con una actividad desenfrenada y como no se vio hasta entonces. Gente sin prejuicios y bajo la influencia del háztelo tú mismo. Fue muy renovador, otra cosa es que luego llegara Álvarez del Manzano al poder y dijera que la Movida no existió. Pero también está la contrafigura de Tierno Galván para ponerle nombre y apellidos a aquellos años en que vivimos peligrosamente. El fruto fue como un vareo del olivo para sacar al país de los complejos que arrastraba tras salir de la dictadura.

-¿Para ser artista hay que dejar atrás los prejuicios?

-Claro, y los complejos también. Si no lo haces, se trata de asumirlos de tal manera que acaben convirtiéndose en tu propio discurso. Lo que tienes que hacer es olvidar las medias tintas. O te echas para adelante con todo, o acabas haciendo de tus fantasmas el caudal de lo que debe ser tu creación. Muchos artistas han dado lo mejor de sí luchando contra ellos mismos. Siempre hay que exprimirse para sacar lo mejor o lo peor.

-Estrena otoño con exposición, disco y libro. ¿Cómo confluyen los astros para este triple parto?

-Puro azar. Como prefiero esperar a que la vida disponga, ha ocurrido así, y no por afán de que estas tres propuestas confluyan porque esté yo detrás. Lo bendito de la situación es que los tres proyectos tienen que ver mucho entre sí de forma natural. Es una especie de ósmosis. En los descansos, cuando espero que la pintura se seque puede surgir la letra de una canción. Hay títulos de canciones que han saltado a la pintura y viceversa. Lo de cantar es una historia más rocambolesca.

-Fue una canción de difícil título la que ha desembocado en el CD Mirando la vida pasar, donde interpreta junto a Matranto las letras que compuso para otros.

-Mi enfermedad es el título. Es una canción que surgió casi por ensalmo, con música y letra y sin estar destinada para nadie. Yo la descarté para Luz Casal porque no era adecuada a su momento, al estar pasando ella por el trance doloroso del cáncer, y ofrecerla a otros artistas que buscaran repertorio en ese momento parecía algo complicado para la editorial que maneja mis composiciones. Por ello, la grabé para un CD como banda sonora de una de mis últimas exposiciones.

-63 de sus letras ven la luz en Palabra bajo palabra. ¿Pensó alguna vez en publicarlas en un libro?

-Lo tenía descartado porque me parecía que no tenía ningún sentido. Pero ahora lo tiene de forma sólida porque los libretos de los discos que durante medio siglo fueron el soporte natural de las letras tienden a desaparecer. No me siento poeta, sino letrero, y como contrapartida le pedí al editor Juan Luis Tapias que creara una colección de libros con letras de canciones. El libro iba a llamarse Fuera de formato pero se lo cedí para la colección y mi libro pasó a llamarse Palabra bajo palabra.

-¿Tributo a Ángel González?

-Sí, es un guiño a él y a la generación del 50. Y un guiño íntimo porque desmonta la posible lectura de las canciones como una especie de compromiso o palabra de honor. Porque las canciones no dejan de ser ficciones ancladas en hechos concretos.

-¿Cómo es el tránsito que va de recortar fotografías de prensa hasta exponer Tipos móviles?

-Creo que esta exposición admite otras lecturas más allá de lo pictórico, no solo porque integra un Abecedario del iluso, sino también fotos extraídas de prensa y otros recursos. El uso de elementos tipográficos en mis pinturas viene de antiguo y me sirvió como vehículo para crear una metáfora que es la filosofía de esta serie: establecer paralelismos entre el mundo de las migraciones y estos elementos de representación del lenguaje que también cruzan fronteras.

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