Miguel González | Periodista

“Andalucía puso en el mapa a Vox pero el ‘procés’ lo catalizó”

Miguel González

Miguel González / Juan Carlos Muñoz

Para cualquier persona interesada en información sobre Defensa, diplomacia o Casa Real, Miguel González (Málaga, 1959) es una referencia como responsable de esa temática en el diario El País, donde atesora una trayectoria de tres decenios. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, ha trabajado en otros diarios y cubierto varias guerras. Desde la irrupción de Vox ha seguido a este partido, que le ha declarado persona non grata. Acaba de publicar Vox SA (Península, 2022), en el que sostiene que el partido se ha convertido en un negocio.

–¿El planteamiento de su libro, Vox SA, es singular porque es el primero que yo leo en el que se trata a un partido político como si de una compañía se tratase. ¿Por qué decidió hacerlo así?

–Vox es un partido que nace en diciembre de 2013, en diciembre de 2014 se presenta la elección europea y se queda a 2.500 votos de conseguir un escaño. A partir de ahí está perdiendo votos en todas las elecciones hasta las andaluzas de 2018. En ese periodo no tiene ningún cargo público. Sin embargo, a su presidente, Santiago Abascal, se le asigna un sueldo bruto mensual de más de 6.000 euros. Hombre, parece el sueldo de un ejecutivo más que el de un dirigente de un partido político que no tiene ningún cargo público. Y luego, por cómo está organizado el partido. He seguido congresos de partido y he seguido convenciones empresariales. Y veo que es un partido que se fija objetivos, como que tiene que llegar a los 100.000 afiliados en un determinado plazo. Cuando te dan cursillos de oratoria a los cargos públicos. Cuando te dicen, y eso está en el libro porque está sacado textualmente de una intervención de un congreso, que en política se aplican las técnicas de marketing y que lo que importa es la persuasión más que la convicción. Cuando además resulta que los cargos provinciales no pueden decidir, en realidad son representantes de Madrid y no pueden presentar ningún tipo de moción ni de iniciativa, si no tienen el visto bueno de Madrid. Con la concepción de que es que hay que unificar el mensaje y que en todo sitio hay que decir exactamente lo mismo.

–Llega a afirmar que es como una red comercial, ¿no?

–Sí, funciona como una red comercial, en el sentido de que hay un mensaje que se lanza desde Madrid que se tienen que repetir exactamente igual en todos los lugares. hasta el punto de que hay concejales de Vox que se quejan de que no pueden plantear y necesitan hablar sobre temas locales porque tienen agotan el cupo de iniciativas que tiene con las que le marcan desde Madrid.

"Antes de que el partido tuviese representación, Santiago Abascal ya cobraba un salario de 6.000 euros"

–El Vox del principio se parece muy poco al actual. ¿Por qué cree que ha ocurrido eso, porque se ha convertido en un negocio como usted sostiene en el libro?

–Vox nace del mismo impulso en el cual surge una serie de partidos nuevos, como Podemos o Ciudadanos. Es la crisis del bipartidismo y de lo que podríamos llamar la partitocracia. Cuando se tiene la percepción de que los aparatos de los partidos defienden más sus propios intereses, perpetuarse en el poder, que los de lo ciudadanos. Vox cuando nace tiene un programa de regeneración democrática muy importante. Defienden que los cargos se elijan con primarias, moción de censura interna, dación de cuentas... Es decir, hay una serie de medidas de regeneración democrática. Pero en el año 2018, de pronto, de ser un grupo de amiguetes se convierte en una operación de éxito. Yo creo que ahí Abascal y su grupo más cercano tienen miedo de la llegada de los arribistas, y de hecho lo dicen.

–De perder el control del partido, ¿no?

–Sí, de que puedan perder el control del partido. Entonces empiezan a blindarse, mediante la adopción de medidas para que nadie pueda disputarle el control de ese partido, que ya no es un club de amiguetes, sino que ya empieza a ser una sociedad muy rentable.

–Lo que ocurre en 2018 en Andalucía, porque Vox empieza a verse de otra manera en toda España. La izquierda ve un blanqueamiento de Vox. ¿Lo es?

–Hay una eclosión meses antes del resultado en Andalucía. En octubre, y las andaluzas fueron en diciembre es el mitin de Vistalegre. Ahí Vox, un partido extra parlamentario que nadie conocía hasta ese momento, reúne casi 10.000 personas. ¿Qué es lo que sucede? Hay que situarse en ese momento. Por una parte viene todo el efecto del procés, del referéndum del 1 de octubre de 2017 y todo lo que le sigue. Ése es el gran motor...

–Su principal catalizador, ¿no?

–El catalizador de Vox, efectivamente. Pero luego en el año 2018, en julio, se produce la moción de censura y cae el Gobierno del PP de Mariano Rajoy. Accede al poder Pedro Sánchez y lo hace con el apoyo de los partidos independentistas. Entonces hay una derecha que se siente de pronto huérfana y desconcertada ante un cambio súbito e inesperado en el poder. Y Vox aparece como una tabla de salvación y de reacción ante esta situación inesperada.

–¿Hasta qué punto cree que lo que votaron los andaluces ha determinado el Vox de ahora?

–Andalucía hace que por primera vez Vox aparezca en el mapa político como una opción que se puede votar. Es decir, que no es tirar el voto a la basura, que es lo que se podía haber pensado hasta ese momento. Y luego además Vox hace una cosa en Andalucía que, en ese momento, es muy inteligente, que es decir, bueno, si nos votáis a nosotros éste va a ser un voto útil porque sirve para desplazar a la izquierda del poder. Todo el mensaje del PP de que era el voto útil Vox empieza a neutralizarlo. A partir de la elección andaluza se produce, un ascenso, de los 12 diputados en Andalucía, pasa en la Generales de abril de 2019 a 24 diputados, que en noviembre suben a 52 diputados en el Congreso. Andalucía pone a Vox en el mapa. En el primer mitin de Colón de las tres derechas ya está Abascal sin tener representación en el Congreso.

–¿Y ese paralelismo con las empresas no se le podría aplicar a todos los partidos?

–Todos los partidos tienen rasgos similares. Lo que ocurre es que Vox lleva al extremo alguno de sus rasgos. Sobre todo teniendo en cuenta que es un partido joven que en teoría viene para renovar. Por ejemplo, Abascal no ha sido votado por sus propios afiliados.

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