Ana López Segovia | Dramaturga, actriz, directora teatral y autora de Carnaval

"He tenido que luchar contra mí misma para creérmelo"

La actriz, dramaturga y directora de Las Niñas de Cádiz, Ana López Segovia.

La actriz, dramaturga y directora de Las Niñas de Cádiz, Ana López Segovia. / Jesús Marín

“Habéis premiado una comedia hecha desde un sitio muy loco, muy popular, y desde luego con este acento que yo tengo. Vivan los acentos, sean de donde sean. El acento es cultura. Viva la cultura popular”, celebraba Ana López Segovia el Max Revelación para El viento es salvaje de Las Niñas de Cádiz. Un discurso en la gala malagueña que se hizo viral y que estuvo a la altura del trabajo de una compañía que, a pesar de sus pocos años de vida es heredera de Chirigóticas, el proyecto anterior de las hermanas Ana y Alejandra López Segovia y Teresa Quintero, creado en 2005 con Antonio Álamo, y al que se ha unido Rocío Segovia.

–¿Para qué sirve un Premio Max?

–Pues con esto de la Covid no le hemos podido sacar todo el rendimiento porque es verdad que han salido algo de bolos pero también se han estado cayendo otros. Pero sí es cierto que te da más visibilidad y, encima, como el discurso se hizo un poco viral, pues ha puesto a Las Niñas de Cádiz en el mapa. Y, luego, a nivel personal, para el ego y para la vanidad está fenomenal.

–Niña de Cádiz pero nacida en Zaragoza, ¿no?

–Pues sí. Mi madre es de La Línea y la familia de mi abuela viene de Málaga. Mi padre de Córdoba, pero también tenemos una rama de Granada que me tira muchísimo, me siento muy vinculada a esa tierra. Y sí, nací en Zaragoza, luego nos fuimos a Cerro Muriano donde pasamos cuatro años y llegué a Cádiz con 11 años... Nos movíamos mucho porque mi padre era ferroviario.

–Vivía en una estación de tren. Eso tiene que estimular la imaginación...

–Totalmente... Siempre que vuelvo a Cádiz paso por allí y se me cae el alma a los pies... Ver aquella casa tan vacía con lo grande y lo bonita que era... Pero sí, era una forma extravagante de vivir... Cuando vivíamos en Cerro Muriano, igual, pero era una estación donde sólo pasaban trenes de mercancía y de soldados, no de pasajeros. Allí pasé mi infancia y recuerdo jugar entre las vías... Tengo un vínculo muy fuerte con los trenes.

–¿Se ha arrepentido de no coger algún ‘tren’?

–Sí, ha habido varios. Uno de ellos es que tuve la oportunidad de trabajar con Miguel Narros en Yerma y en el último momento dije que no, me quedé con Chirigóticas. Ese tren se me pasó y me duele. Fue un momento complicado para mí pero debería haberlo hecho.

–Uno que sí ha tomado es ‘La Fortuna’ con Amenábar, ¿qué tal ha ido?

–Es trabajar es una súperproducción, una cosa acojonante. Y tú lo ves a él tan discreto, que tienes que mirar cuatro veces para verlo porque se pasea entre los técnicos con una sencillez, como una geisha, da las indicaciones desde un lugar muy tranquilo... Y la historia es que me encanta. Para hacer la prueba me leí el cómic en el que está basado, El tesoro del cisne negro, y me pareció una pasada. Luego me leí el guión y es que es precioso. Entre que es una historia de aventuras muy bonita y la calidad con la que rueda este hombre, va a ser un producto brutal. Y, además, me ha dado la oportunidad de trabajar con Karra Elejalde. Yo soy su secretaria, la secretaria del ministro.

–En Carnaval, ¿cuántas veces le han preguntado “niña, y a ustedes quién os escribe?”

–Pues ya ves... Han tenido que pasar 20 años para que no nos lo pregunten... El clásico ahora es, llegando carnavales, que te llamen para hacerte entrevistas sobre qué es ser mujer en el Carnaval. Y entiendo que si a estas alturas me lo preguntan es porque todavía no es normal, pero he llegado a la conclusión de que lo más feminista que puedo hacer ahora mismo es no tener que explicar ni una vez más que soy una mujer.

–¿Hay visibilidad de la mujer dramaturga?

–Pues en los últimos años también es mayor, sobre todo en los centros públicos de teatro, en el CDN, en los Teatros del Canal, en la SGAE se ha creado un premio de teatro escrito para mujeres... Una apuesta un poco controvertida porque, hombre, ¿por qué me tengo que presentar yo a un certamen para mujeres?, a mí me gusta presentarme a un certamen para creadores... Pero es cierto que es una manera de incentivar... El caso es que hay una generación de mujeres jovencísimas con un gran talento y que además no tienen tanta carga en la mochila, que no se tienen que pedir permiso. Yo, como otras muchas mujeres de mi generación, he tenido que luchar contra mí misma para poder creérmelo.

–¿Le costó, entonces, lanzarse a escribir?

–Sí. Por más feminista que una sea, me he dado cuenta con los años, que tenía el prejuicio de que un hombre lo iba a hacer mejor que yo. Y no sólo me refiero a la dramaturgia sino a todo lo que conlleva dirigir una empresa, nosotras somos una S.L., y, de alguna manera, yo tenía muy metido dentro ese complejo de que siempre un hombre lo iba a hacer mejor que yo. ¿Es terrible, verdad? Aunque es cierto también que aun con complejo y todo considero que he hecho muchas cosas porque al final siempre he antepuesto la obediencia a mi deseo.

–¿Y qué fue lo que la impulsó?

–La necesidad de ser dueña de mi propia creatividad. Y fue hace poco, hace tres o cuatro años. Fue cuando rompimos con el proyecto Chirigóticas. Pasó un tiempo y yo quería dedicarme sólo dedicarme a que me contrataran (ríe), pero no hubo manera y decidimos volver a montar el chiringuito. Y es la suerte que tenemos, que nos podemos autoproducir, podemos generar nosotras nuestros propios espectáculos. Y, nada, así que decidimos hacer un nuevo proyecto, y ya ahí me dije, venga tú puedes y me puse a escribir para Las Niñas de Cádiz, que es un proyecto que lo siento súper mío, más que ninguno de los que he hecho.

–¿Qué es más complicado ser artista o autónoma?

–Autónoma sin ninguna duda.

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