Elecciones

La despedida agridulce de Monteseirín

  • El alcalde saliente dice adiós en su blog admitiendo errores y también aciertos, como la "Sevilla humanizada" que deja.

Para él ha sido un lujo, pero se va mitad orgulloso, mitad insatisfecho porque podía haber hecho aún más cosas y mejor. Y lo dice él mismo, Alfredo Sánchez Monteseirín, que se despide de su cargo tras doce años como alcalde sin hacer mucho ruido, con un poema para la reflexión. El día después de los comicios, aprovechando que el centro de atención está en las valoraciones de los distintos partidos, él hace la suya propia y reparte consejos para los que se van y también los que llegan.

Su despedida está colgada en su bitácora en internet: "Para mí ha sido un verdadero honor ser alcalde de Sevilla, durante doce años, una magnífica experiencia personal para mi vocación política de servicio a la ciudadanía". Es consciente de que la valoración de este fin de ciclo la harán los sevillanos cuando pase algún tiempo, "los que han confiado reiteradamente en mí durante tantos años y los que están viendo cambiar la ciudad, haciéndose cada vez más habitable". Pero él se adelanta y admite que deja la Alcaldía "con una sensación agridulce". Dice que, por un lado, está orgulloso de todo lo que ha conseguido, del progreso de Sevilla; pero, por otro, cree que se podían haber hecho aún más cosas "y mejor" y que podía haber ejecutado otros proyectos que no han salido adelante por diferentes dificultades. "Pero ser alcalde de tu ciudad durante tres mandatos consecutivos es un lujo que no todo el mundo se suele permitir", apunta.

Monteseirín presume de haber elaborado un modelo de ciudad -el que detesta ahora el alcalde electo, Juan Ignacio Zoido- que los ciudadanos, "pese a las resistencias de sectores muy ruidosos", han terminado haciendo suyo. "Ahora espero yo también disfrutar de esa Sevilla humanizada a pie de calle, sin tener que ir apuntando en un papel los desperfectos, los problemas o las cosas que no estaban bien como he ido haciendo los últimos doce años", dice. ¿No era Zoido el que iba apuntando con el dedo todos los desperfectos? Eso, al menos, ha repetido hasta convertirlo en chiste fácil el candidato socialista, Juan Espadas, entre otros militantes.

Pero junto a la lista de cosas por arreglar, Monteseirín guarda la de los logros de los últimos tres mandatos: desde el carril bici, cuya paternidad se disputa con Antonio Rodrigo Torrijos, hasta el Metropol-Parasol de la Encarnación, pasando por el Metro, la piel sensible del centro y la recuperación de la ribera del Guadalquivir... Sin duda proyectos que han transformado -con mejor o peor gusto, según la opinión del consumidor- la fisonomía de la capital. Sin embargo, las setas no son su mejor legado para Monteseirín, sino los barrios y las actuaciones que inciden en la vida de sus habitantes. Justo lo que le ha dado el triunfo a Zoido en las urnas. ¿Por qué no ha rentabilizado Espadas esta herencia? Las reurbanizaciones, los centros de salud, los servicios sociales y, con permiso de Torrijos, los polideportivos y centros cívicos.

Dice Monteseirín que las distancias en Sevilla ya no se cuentan en kilómetros, sino que se miden en minutos y en metros cuadrados de zonas verdes. Y que su gestión supone uno de los tres hitos en la historia de Sevilla: tras la transformación que supuso la Expo del 29, sitúa la de la Expo del 92 y el salto a la modernidad auspiciado por Felipe González -aunque a él no lo nombra- y, por último, la revolución que las peatonalizaciones, el tranvía, el Metro o los carriles bici ha supuesto el cambio en los hábitos cotidiano. "Pero no soy yo quien debe valorar los avances de la ciudad en esta década. Será, está siendo ya, la ciudadanía quien lo haga conforme pase el tiempo y se vean las cosas con mayor distancia, fuera ya de la crispación de la política y de las polémicas en los periódicos", asegura.

Ese escenario es ya pasado para Monteseirín, que estos días prepara el traspaso de poderes en la Casa Grande. Y, aunque admite que no es quien para dar consejos, "al menos en este primer momento", no se puede reprimir. Sinceramente, él cree que lo que debe hacer un alcalde es trabajar con entusiasmo para hacer progresar la ciudad, actuar siempre, no quedarse quieto... Ésos son rasgos de su carácter y su ideología, explica. Y no le ha ido mal si se tiene en cuenta que es el alcalde que más tiempo ha ocupado su cargo en la democracia.

Se va con la satisfacción del deber cumplido, "con defectos, sí; con errores, también. Pero siempre con la mejor intención y voluntad", matiza convencido de que Sevilla es hoy una ciudad menos dual y más sostenible. Y ése es su destino inmediato. "Mi futuro pasa por poder disfrutar plenamente, al salir del trabajo o los fines de semana (¿qué es eso?) de esta Sevilla del siglo XXI como no lo he podido hacer hasta ahora". Observe y quizás se encuentre con él en los campos de césped artificial, en la biblioteca de Torneo, en el Cristina o en el Muelle de Nueva York. En una y otra orilla del río.

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