Pedro Sánchez

Frankenstein era el doctor

  • El candidato socialista recupera para su partido el liderazgo político tras una carrera de obstáculos marcada por su ambición y determinación

Pedro Sánchez, acompañado de su esposa, vota en Pozuelo de Alarcón.

Pedro Sánchez, acompañado de su esposa, vota en Pozuelo de Alarcón.

Frankenstein era el doctor, no el monstruo. El humanoide de la novela de Mary Shelley no tenía nombre. Su creador utilizaba apelativos como“criatura” o “engendro”. Casado, Rivera y Abascal no han llegado tan lejos, pero las críticas de los líderes del centroderecha al Gobierno de Pedro Sánchez, que desde ayer está en funciones, no se han quedado muy lejos de esos insultos.

El candidato socialista ha recibido lindezas como “felón”, “okupa” o “traidor”, pero sus diez meses en La Moncloa le ha servido para que el PSOE gane unas elecciones más de una década después de la segunda victoria de José Luis Rodríguez Zapatero.

Ahora le queda por delante una tarea que a Victor Frankenstein se le habría dado de cine. A sus negociaciones con un Pablo Iglesias crecido tiene que sumar otras con los siempre hábiles jeltzales del PNV y con los independetistas de izquierda. O con Ciudadanos. Sea lo que sea, necesitará las habilidades de un cirujano.

Como el protagonista de la novela tendrá que coser aquí y allá para volver a reunir una mayoría que ya no vota en contra de nadie. Sin Mariano Rajoy no hay pegamento, pero Sánchez ha demostrado varias veces que suele conseguir lo que se propone.Aunque para lograrlo se vea obligado a coger carretera y manta para convertirse en el outsider con más éxito de la política española. Con el permiso de Abascal y los suyos, estrellas de estos comicios.

El golpe de mano de los barones socialistas en 2016 desalojó a Sánchez de Ferraz para, de forma indirecta, permitir la investidura de Mariano Rajoy. La abstención ante Rajoy no sentó bien en las casas del pueblo y al candidato socialista, que se ha presentado ya a tres elecciones generales, se le quedó el rostro contrariado, pero la vitola de perdedor tiene muy buena prensa. La victoria de Sánchez en las primarias fratricidas de mayo de 2017 tiene mucho de contestataria. Las bases abofetearon al aparato del PSOE en la cara de Susana Díaz.

A Sánchez empezó a ponérsele cara de estadista y no sólo porque su cartel electoral se parezca mucho a la icónica foto en blanco y negro de Barack Obama. Con el estallido catalán del 1 de octubre, el nuevo PSOE se puso del lado del Gobierno y del orden constitucional.

Mariano Rajoy llegó a alabarlo públicamente, aunque luego se tuvo que retractar. El otro estallido fue el de la corrupción. La moción pasó como un rayo. A la semana había un Gobierno de estrellas –alguna que otra estrellada por el camino– y las encuestas empezaron a parecerse a lo que sale hoy en los medios. ¿Cómo pasó el doctor Frankestein de las carreteras secundarias al Falcon? Con ambición y determinación. Y eso que hay quien dice que Sánchez es inseguro.

Cuentan los compañeros del diario Marca –los únicos que han entrevistado a los cinco líderes de la pugna este domingo– que Sánchez fue el único que no permitió grabar la conversación en vídeo. El periodista atribuyó la negativa a la inseguridad del presidente del Gobierno ¿La misma inseguridad que lo tuvo atado al atril de los debates? Es posible, pero hay que estar muy seguro para presentarse tres veces a unas elecciones después de lograr, dos veces consecutivas, los peores resultados de la historia de su partido. A la tercera fue la vencida. 

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