Ramón Valle Cabrera y Mónica Santana Hernández

El trabajo del futuro: luces y sombras

Mujer teletrabajando

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Hablar del futuro puede ser complejo, sin embargo, es necesario conocer lo que nos dicen los estudios realizados sobre la evolución que están experimentado o van a experimentar factores que tienen un fuerte impacto económico y social. Esta dificultad se incrementa cuando se hace referencia al desarrollo tecnológico y su impacto en el mundo del trabajo.

A los factores que están incidiendo en la evolución del trabajo, más concretamente en los puestos de trabajo, las crisis económicas/financieras, la pandemia o los conflictos bélicos, habría que añadir el de la evolución tecnológica. La tecnología se convierte en un actor principal que de forma directa o indirecta está afectando a todos los sectores económicos y cambiando el concepto tradicional de trabajo y su contenido.Dada la amplitud de los aspectos y matices que pueden tenerse en consideración a la hora de analizar las relaciones entre la tecnología y el trabajo, parece necesario realizar algunas aclaraciones. Respecto al primero, la tecnología, aquí nos centramos en las que se conocen como nuevas tecnologías –desarrollo de la robótica, inteligencia artificial, uso de plataformas y algoritmos–; en cuanto al trabajo, hacemos referencia a los puestos de trabajo considerados en un sentido amplio, sin hacer distinciones por el nivel del puesto, el rol que desempeñan en la organización, el sector de actividad o el tamaño de la organización. A pesar de estas limitaciones, basándonos en investigaciones realizadas, es posible identificar qué luces y sombras se perciben en las nuevas características que el trabajo del futuro puede presentar fruto de las nuevas tecnologías.

Cuando se analizan los efectos tecnológicos sobre el trabajo, tres son los puntos a los que normalmente se prestan atención: efectos en la cantidad, su localización y el contenido del mismo.

En relación al primero de ellos, el del impacto de la evolución tecnológica en la cantidad, en la pérdida o aumento de puestos, se puede decir que éste es un debate clásico, que siempre se ha producido en todas las etapas de revolución tecnológica y que en estos momentos también está presente. Si bien la tendencia a la incorporación de la automatización y robótica en los procesos de trabajo parece alumbrar un efecto negativo, provocando una perdida y reducción de puestos (se ha señalado que el 30% de los trabajos estarán automatizados en 2030), también se ha indicado que otros aspectos de la tecnología, como la inteligencia artificial o el uso de plataformas, tienen capacidad de creación de puestos, por ejemplo, los denominados gig works (“pequeños” trabajos concertados o por encargos). A ellos cabrían añadir los que surgen fruto de la incorporación del concepto de sostenibilidad en las organizaciones, los green jobs, y los vinculados a las energías renovables. En definitiva, parece deducirse que las nuevas tecnologías impulsarán la desaparición de unos puestos de trabajo pero también la creación de otros nuevos, por lo que el impacto cuantitativo no parece ser el que a priori se presente como el más negativo.

El segundo punto a considerar en la evolución de los puestos de trabajo es el relativo al de su localización, es decir, el de la opción de trabajo en la organización (presencial) versus trabajo en el domicilio (remoto). En esta dualidad, al efecto tecnológico habría que añadir otro detonante, la pandemia. No han sido pocas las organizaciones que gracias a las posibilidades que las nuevas tecnologías proporcionan, han manifestado la bonanza que ha supuesto el trabajo a domicilio, convirtiéndolo casi en una estrategia de intervención de cara al futuro. En estos casos, lo que se indica es que si en el corto plazo y en términos de costes la medida puede ser beneficiosa, parece necesario prestar atención a otros efectos a medio y largo plazo que no parecen favorecer a las organizaciones y que reclaman un cuidado especial. Por señalar algunos de ellos, se hace referencia a la necesidad de tomar en consideración el tipo de trabajo que se elige para que se realice a domicilio, el impacto psicológico que tiene en la persona (aislamiento frente a la necesidad social), las condiciones de trabajo fuera de la organización (domicilio), la necesidad de relaciones internas para compartir conocimientos, los efectos sobre la iniciativa, la creatividad y la innovación de las personas, la pérdida de identidad con la organización y, por tanto, de compromiso con ella, así como la necesidad de invertir en formación tecnológica. Todos estos aspectos deberían ser valorados antes de tomar decisiones exclusivamente basadas en el corto plazo. Hasta hace poco, se ponían como ejemplos organizaciones tecnológicas en las que se creaban espacios comunes para facilitar las relaciones informales, las cuales eran consideradas impulsoras de la creación de conocimiento y la innovación.Mención especial merecen los gig works, por su peculiaridad respecto a su localización. En los trabajos generados por el uso de plataformas se distingue entre aquellos que tienen un ámbito local y se desarrollan en un área geográfica determinada (reparto de comida a domicilio o vinculados a la movilidad de las personas), de aquellos que están ubicados en países o áreas geográficas diferentes a los de la organización a la que se presta servicio (remotos), por ejemplo el trabajo de un diseñador gráfico o de un experto informático.

Investigadores de la Universidad de Oxford han señalado que ambos tipos de trabajos están presentes además de forma distinta según el nivel de desarrollo de los países. Mientras los primeros (los de ámbito local), por sus bajos requerimientos de competencias, tienen una fuerte presencia y crecimiento en países de bajo PIB, sin embargo, presentan un débil desarrollo en países de alto PIB. Proceso contrario es el que se da para los trabajos remotos, los que requieren mayor cualificación.El tercer impacto relevante a tener en consideración sobre el efecto de las nuevas tecnologías es el que parece producirse sobre los contenidos de los puestos y procesos de trabajo. La creciente implantación de la automatización/robótica, la digitalización, la inteligencia artificial, las plataformas, el uso de las técnicas de análisis de grandes datos, los algoritmos, … están acelerando un proceso, que ya se venía dando en las organizaciones, como es el de la desaparición del concepto tradicional de puesto de trabajo. La alta formalización, especificidad, estructuración y rigidez del trabajo se están viendo modificadas fruto de las características de las nuevas tecnologías. Es precisamente la parte más formalizada y especificada del trabajo la que permite su absorción tecnológica y su automatización.

El alto nivel de especificidad y formalización de los trabajos han favorecido su valoración, el diseño de estructuras organizativas, la identificación de los rendimientos, la asignación de retribuciones, la formación y el desarrollo de las carreras internas, facilitando la gestión de las personas. Frente a esta positiva aportación también hay que señalar que hoy presentan, como gran debilidad, su alta rigidez. La flexibilidad que las organizaciones buscan y necesitan para hacer frente a un nuevo contexto caracterizado por la volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad, parece ser accesible gracias a las aportaciones que implican las nuevas tecnologías y los nuevos diseños de los procesos de trabajo que facilitan (los trabajos por proyectos y en equipos).

Las nuevas tecnologías alteran el contenido de los trabajos demandando, para su desempeño, una posesión de nuevas y más amplias habilidades y competencias, modificando los principios en los que se sustenta la gestión de las personas. Por ejemplo, el uso de los algoritmos para la selección y evaluación de las personas (control), el traspaso de las responsabilidades de formación a la persona (trabajos mediante plataformas) y/o la dificultad para ofertar programas de desarrollo interno (carrera/promociones). Además, algunos de los efectos que parecen identificarse fruto de las características de los nuevos puestos de trabajo son el de la desigualdad salarial (fruto de la polarización entre las cualificaciones de las personas), reducción del bienestar de los empleados (problemas de conciliación), la satisfacción (estrés en el trabajo), el compromiso con la organización o la necesidad de la gestión del talento.

Un último efecto, fruto de lo señalado, que parece desprenderse de los cambios que las nuevas tecnologías están teniendo sobre el trabajo, es el de la alteración de las relaciones de empleo (empleador – empleado), redefiniéndose el contrato social y el contrato psicológico entre empleador y empleado. Alguno de los conflictos vividos en los últimos meses (sanidad, Twitter, taxis,….) no dejan de ser manifestaciones de todos los aspectos aquí recogidos.

Ramón Valle Cabrera es catedrático de Universidad, profesor emérito U. Pablo de Olavide. Miembro de la GFWF y del Inn-Lab.

Mónica Santana Hernández es profesora titular en la Universidad Pablo de Olavide

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