Economía

La industria del automóvil de EEUU pide una ayuda de 25.000 millones de dólares

  • La Casa Blanca se opone a que la ayuda salga del plan de rescate de 700.000 millones de dólares aprobado en octubre, porque ya existe un plan de préstamos del Departamento de Energía que podría paliar el problema

Los tres máximos ejecutivos de General Motors, Ford y Chrysler pidieron este miércoles en el Senado de EEUU 25.000 millones de dólares para la supervivencia de la industria automotriz y evitar una "catástrofe" nacional, pero encontraron poca empatía y muchas críticas sobre su "fallido" modelo de negocios.

El colapso de la industria sería "catastrófico", advirtió el presidente de General Motors (GM), Richard Wagoner, durante una audiencia del Comité de la Banca del Senado.

Wagoner advirtió de la posible supresión de unos tres millones de empleos, de la pérdida de ingresos personales y de una hemorragia para el Gobierno de 150.000 millones de dólares en concepto de impuestos.

El monto que el sector pide al Congreso palidece frente a esas pérdidas, dijo Wagoner, tras asegurar que no se trata sólo de salvar a Detroit, sino también a "toda la economía".

Ese mismo escenario de Armagedón pintaron Alan Mulally, presidente de la empresa Ford, y Robert Nardelli, el de Chrysler.

Segun Nardelli, el colapso tendría "repercusiones debilitadoras para la base industrial del país". A cambio de la ayuda, los "Tres grandes" se compromete con una "plena transparencia financiera" y que el Gobierno tenga una mayor participación en el sector.

La audiencia se produce mientras la crisis financiera global y la congelación del crédito han provocado una mayor cautela de los consumidores.

Pero la Casa Blanca y sus aliados republicanos en el Congreso se oponen a que la ayuda salga del plan de rescate financiero de 700.000 millones de dólares aprobado el mes pasado, porque ya existe un plan de préstamos del Departamento de Energía que podría paliar el problema.

Los "Tres grandes de Detroit" encontraron un aliado en el Sindicato de Trabajadores de la Industria Automotriz (UAW, por su sigla en inglés), cuyos miembros se verían afectados por posibles despidos.

"Sin duda, la situación es grave, es una crisis", sentenció Ron Gettelfinger, presidente de UAW, en la audiencia.

Pero durante más de una hora de declaraciones, varios demócratas y republicanos manifestaron sus dudas sobre el "S.O.S." y exigieron que los fabricantes elaboren un modelo de negocios para su viabilidad a largo plazo.

El presidente del Comité, el demócrata Christopher Dodd, afirmó que si se aprueba la ayuda sería para evitar una mayor desestabilización de la economía, y al respecto señaló: "La industria busca tratamientos para heridas que, creo, son autoinfligidas hasta cierto punto".

Republicanos como Richard Shelby y Larry Craig consideran que el Gobierno debería primero determinar las condiciones verdaderas del sector antes de soltar dinero, y exigir cambios en la industria.

Sin tener los votos, los demócratas preven someter a votación, tan pronto como el jueves, una extensión de beneficios de desempleo y ayudas para Detroit. La Cámara de Representantes actuaría después del Senado.

Para los ejecutivos de Detroit, el tiempo apremia y su idea de acudir al Congreso es evitar un efecto dominó entre las empresas que dependen de esta vertebra de la economía.

Cerca del cuatro por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de EE.UU. se atribuye a ese sector, que además conforma el diez por ciento del valor de la producción industrial y emplea a uno de cada diez trabajadores en este país.

Según fuentes del sector, el colapso de dos de los tres fabricantes significaría la pérdida de unos 2,5 millones de empleos, incluyendo a 240.000 trabajadores de las líneas de ensamblaje, 800.000 del sector de abastecedores y 1,4 millones más que dependen de la industria.

Ambas cámaras del Congreso están inmersas en una abreviada sesión postelectoral, conocida en inglés como "lame duck", enfocada en la crisis económica.

Si no avanza su "plan B" ahora, la jerarquía demócrata tendría que esperar hasta la 111 sesión legislativa en enero próximo, cuando regrese con una abultada mayoría.

Para entonces, no tendría la amenaza de un veto presidencial, ya que Barack Obama quiere ayudar al sector y habría un segundo plan de estímulo económico.

Mientras, siguen las disputas entre la Casa Blanca y los demócratas del Congreso en torno a cómo ayudar a Detroit.

Ante el Comité de Servicios Financieros de la Cámara Baja, el secretario del Tesoro, Henry Paulson, rechazó la idea de usar el plan de rescate de Wall Street como una "panacea para todas nuestras dificultades económicas".

Los ejecutivos de Detroit retomarán su campaña de persuasión mañana durante una audiencia en ese mismo comité.

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