Economía

El año que vivimos peligrosamente

  • Los analistas coinciden en que 2009 será peor para la economía real que 2008, pero, sin que suene a ironía, llega con una gran ventaja: las expectativas ya son negativas y el ajuste económico no nos pillará por sorpresa

TERMINADO 2008 podemos decir que, aunque la crisis aprieta, hemos salido de algún apuro más que importante. Un año en el que hemos vivido peligrosamente -como decía el título de la conocida película protagonizada por Mel Gibson y Sigourney Weaver- y en el que el sistema financiero ha estado en más de una ocasión al borde del colapso.

Tal vez el momento más crítico en este terreno fue la decisión de dejar caer al banco de inversión Lehman Brothers en Estados Unidos, un hecho que nos mostró, a modo de experimento natural, que la arquitectura financiera internacional se articula de tal modo que más vale prevenir que curar porque cuando los bancos enferman, no hay quien se libre. Para rematar la faena, hemos podido comprobar -como el ejemplo más lamentable de la opacidad informativa en que ha residido buena parte de esta crisis- cómo un presunto gurú de las finanzas, Bernard Madoff, estafaba a medio mundo financiero.

En cualquier caso, y aunque no se pueden descartar futuros problemas o escándalos financieros, hay que reconocer que se han puesto los mecanismos para que el sistema financiero sobreviva, aunque probablemente sea en un formato o configuración distinta. Sin ir más lejos, las autoridades financieras y monetarias han creado un auténtico mercado de liquidez para sustituir a los estancados mercados interbancarios y de bonos en los que se financiaban las entidades de depósito. A pesar de ello, gran parte de esta liquidez aun no se traduce en un mayor crédito a empresas y hogares pero poco a poco parece que se puede ir abriendo camino en este sentido. Todas estas dificultades se están dejando sentir en todos los sistemas financieros y economías del mundo, en lo que ya se denomina la primera crisis económica de dimensión auténticamente global.

Centrándonos en nuestro país y sus pecularidades, todos los analistas coinciden en que 2009 será un año aún peor para la economía real que 2008. Sin que suene a ironía, 2009 tiene una ventaja respecto a 2008 y es que ahora al menos nuestras expectativas son negativas y el ajuste económico no nos pilla por sorpresa. Donde sí existe una cierta disyuntiva entre los analistas es a la hora de determinar qué pasará después de 2009. No son pocos los que afirman que nos enfrentamos al abismo y a una etapa larga y duradera de recesión. Otros, sin embargo, esperamos que, sin ser excesivamente optimistas, el año 2009, aun siendo un año muy duro, sobre todo en el empleo -nuestro auténtico talón de Aquiles-, marque un punto de inflexión hacia un 2010 menos malo. La primera tarea sigue siendo la que desde ésta y otras tribunas se viene hablando desde hace tiempo: reconocer dónde estamos. Y es que no nos podemos curar si no reconocemos la enfermedad. Por eso considero que tal vez fueron malinterpretadas las palabras con las que el gobernador del Banco de España reconocía en un medio escrito, justo antes de la Navidad, la gravedad de la crisis.

Es necesario que el ciudadano conozca que, desgraciadamente, esta situación surge de una maliciosa combinación de componentes. Hay crisis financiera, crisis inmobiliaria, crisis de demanda y consumo y, además, persiste la temida amenaza de la deflación. No asumirlo solo retrasaría la solución y la recuperación. Eso sí, debemos ser conscientes de que nunca antes como ahora han estado España y Andalucía mejor preparadas para afrontar una situación tan compleja y que son estas capacidades las que deben sacarnos de la crisis, elemento reconocido hasta por el propio Jefe del Estado en su tradicional discurso navideño. Ser conscientes de cómo estamos nos ayuda, además y poco a poco, a "cambiar el discurso" y tratar de ver las cosas en positivo para, entre todos, visualizar el final del túnel. La confianza precisa de ese progresivo ánimo para evitar que nosotros mismos retroalimentemos el problema.

Tenemos dos tipos de lecciones que seguir, las de corto y las de largo plazo. Las más inmediatas, las de corto plazo, requieren -como así está siendo- un esfuerzo del sector privado y, sobre todo, de estímulos fiscales y de acción pública adecuados. Si bien aún es pronto para conocer la incidencia de las diferentes medidas adoptadas por el Gobierno se trata, en el ámbito financiero, de acciones de carácter preventivo, dado que en España no se han vivido, de momento, recientes episodios de quiebra bancaria -como los ocurridos en otros países europeos durante esta crisis- y que deben dotar de cierta estabilidad al sistema. En todo caso, un reto de gran trascendencia será el rediseño del sistema financiero español del futuro por las muy distintas condiciones en las que operará.

En el ámbito de la economía real, hay más tareas por realizar, ya que nuestro futuro de largo plazo pasa por aumentar nuestra productividad y competitividad y los sacrificios que ello supone en el corto plazo. El futuro será de los valientes y las reformas estructurales son necesarias. En el plazo más inmediato, algunas medidas parecen oportunas tales como la realización de obras a través de los Ayuntamientos y los mecanismos de financiación abiertos para pymes, sobre todo aquéllos destinados a financiar el circulante y reducir la enorme presión a la que se enfrentan muchas empresas y emprendedores españoles. Sin embargo, hará falta mucho más que esto para que se recupere la confianza y la actividad económica y podamos olvidarnos del año en el que vivimos peligrosamente.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios