Economía sumergida La adjudicación por sorteo de los pases esconde negocios irregulares

We are the (ilegal) champions

  • La Eurocopa, como ocurrió hace semanas con la final de la Liga de Campeones, alimenta toda una red de venta fraudulenta de entradas en la que los precios fluctúan como si fueran acciones

El arranque de esta historia se solapa con uno de los principios básicos de cualquier tratado económico: cuando un producto escasea y el número de pretendientes desborda la oferta, el precio se dispara. Nada que objetar en tiempos de reinado capitalista, salvo un pequeño gran detalle: qué ocurre cuando la venta está prohibida de forma explícita por la ley.

Haga una prueba. Cuélese en cualquier buscador de internet (Google o Yahoo, por ejemplo) y teclee la combinación Compro entradas Eurocopa. Los pases que dan derecho a sentarse en las gradas del torneo que arranca esta tarde en Basilea se ofrecen por cantidades que multiplican por mucho su valor inicial. Sólo un ejemplo: entradas de tercera categoría para el Suecia-España del sábado 14 cotizan en la Red hasta a 350 euros, a años luz de los 45 euros a las que fueron adjudicadas. Una práctica perseguida y sancionada en España y en todos los rincones de la UE.

El mecanismo que abre de par en par las puertas a una auténtica red ilegal -y muy profesional- de reventa es sencillo: para evitar colapsos y garantizarse los ingresos, la UEFA inicia meses antes de los grandes torneos la venta en internet del 33% del aforo de los estadios (el resto se lo reparten federaciones nacionales, patrocinadores, personal VIP y periodistas). Hecha la ley, hecha la trampa: como el volumen de solicitantes supera con creces el número de tickets, la asignación se realiza por sorteo, en el que se registran miles de supuestos candidatos que no albergan el más mínimo interés en asistir en directo a los regates de Fernando Torres, los despejes de Buffon o las diabluras en el área de Cristiano Ronaldo. Optan, simplemente, a ser uno de los agraciados y recolocar, con pingües beneficios, su botín. Y visto lo visto, lo logran. No hay cifras objetivas sobre ese volumen de negocio irregular, pero sí estimaciones: hasta un 15% del millón largo de entradas de la Eurocopa puede caer en manos de redes ilegales, con su suculenta e ilegal plusvalía.

Lo que sigue a continuación es el relato, real, del viaje de ida y vuelta completado entre Sevilla y Moscú por dos entradas de la final de la Champions que disputaron Manchester y Chelsea el 21 de mayo en el Luzhniki Stadium de Moscú. Un ejemplo calcado de lo que puede ocurrir desde hoy con cualquiera de los tickets que dan derecho a asistir al mayor espectáculo de selecciones del fútbol continental.

La UEFA notifica en marzo a Andrés (la identidad es ficticia), vía e-mail, que su nombre aparece en el listado de los agraciados con dos entradas para la final de Moscú. Vive en Sevilla y albergaba la esperanza de que su equipo, uno de los cuatro españoles que iniciaron la carrera por la Liga de Campeones, llegara con vida a la última cita. Tuvo suerte, porque los reventas reconocen que suelen movilizar a padres, hermanos y parientes lejanos para que se registren en la web de la UEFA, multiplicando así las posibilidades de atrapar uno de los tickets. El mejor síntoma de que has triunfado es que te cargan los 310 euros por dos boletos (categoría 2) en la visa en apenas unas horas. Y no son reembolsables.

Con su equipo naufragado en octavos de final y sin interés alguno en volar hasta la lejana Rusia, Andrés coloca las entradas en internet a la caza y captura de un reventa interesado. La primera tentación es eBay, la gran casa de subastas de la Red. Publicado el anuncio, las ofertas crecen como la espuma y tocan la cota de los 2.900 euros. Negocio redondo, pero... aparece el brazo rotundo de la ley. La web elimina de la venta las entradas, dos días después, alegando que incumple la legislación española. Los euros (una suculenta ganancia de 2.590) se esfuman por obra y gracia del Real Decreto 2816/82, que regula toda la parafernalia que envuelve los espectáculos públicos.

Siguiente paso. Andrés se sumerge de lleno en el oscuro laberinto de los reventas. Nueva táctica para bordear la legalidad: el objeto más caro de la historia. Vender entradas está perseguido, pero nadie puede sancionarte, en teoría, por colgar en internet el anuncio "Vendo un mechero por 2.000 euros y regalo con él dos entradas". El truco es infantil, pero no hay juez capaz de desmontar una treta que, aunque rezuma una insultante irregularidad, no vulnera margen legal alguno. Funciona: Andrés comienza a recibir ofertas por el supuesto mechero, la más alta de 1.800 euros, pero el trato no se cierra porque los reventas, que a su vez volverán a renegociar con un tercer cliente, no se fían de que se planten en Moscú equipos con escasa masa social. "El año que llegaron a la final el Oporto y el Mónaco fue un desastre, porque tenían pocos aficionados. Te doy 1.800 euros, pero si Schalke o Fenerbahçe pasan será menos, porque se reducen las posibilidades de que lleguen a Moscú dos grandes", reconoce un reventa. Algo parecido a lo que sucedería si Chequia o Rumanía se colaran en semifinales (arrastran menos masa que españoles, franceses o alemanes). La Ley de Murphy no falla: alemanes y turcos llegaron a cuartos.

Eliminados de forma prematura Real Madrid, Sevilla y Valencia, la esperanza de los reventas españoles pasaba por que el F. C. Barcelona pujara por el máximo cetro continental. Problema: cuándo cerrar la operación. Las redes ilegales de compra-venta no se atreven a confirmarla hasta ver a los de Rijkaard con el billete de Moscú en la mano. Empresas fantasma con sede en la capital catalana martillean el móvil de Andrés (consejo: nunca desvele su número en internet, o de lo contrario un barcelonista de Buenos Aires le despertará a las 5 de la madrugada). "Si el Barça se cuela en la final, 2.000 euros. Si pierde con el Manchester, el precio bajará porque tendré que colocarlas en Inglaterra", especula un reventa.

Un latigazo de Scholes aniquiló al Barça en semifinales y se llevó por delante, de paso, 800 euros de Andrés. Además, la crisis hipotecaria (subprime) mermó los bolsillos de los aficionados británicos, menos movilizados hacia Moscú de lo que se esperaba. "1.200 euros. Yo que tú los cogería, porque igual sobran entradas y te las puedes comer". Andrés acepta. Envía las entradas por mensajería urgente a cambio de una transferencia, como si de una transacción legal se tratase, aunque a espaldas del fisco.

Alguien, aficionado del Chelsea o del Manchester (o neutral, quién sabe), presenció en directo las pifias de Cristiano Ronaldo y de Anelka en la tanda de penaltis sentado en alguno de los dos asientos que la UEFA adjudicó, a miles de kilómetros de distancia, a Andrés. Cuánto pagó por las entradas a un reventa español es un misterio. Tanto como cuántos de los aficionados que desde hoy desfilen por Suiza y Austria habrán pagado un cuantioso peaje a las redes ilegales de reventas. Oferta y demanda, irregular, pero pura economía .

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