Economía

Funcas prevé una fuerte desaceleración de la economía tras el verano con una alta inflación

  • El PIB español crecerá este año un 4,2% y se ralentizará hasta el 2% en 2023, mientras estima que el deflactor del consumo se elevará hasta el 8,8%

Funcas prevé una fuerte desaceleración de la economía tras el verano con la inflación disparada

Funcas anticipa un otoño muy complicado, con frenazo fuerte de la economía que seguirá muy castigada por la escalada infaacionista. El centro de análisis de la patronal de entidades financieras que provienen de cajas de ahoto, consdiera que "las tensiones geopolíticas, la crisis energética y el cambio de rumbo de la política monetaria por el riesgo de cronificación de la inflación empañan las perspectivas de la economía mundial en general y de la española en particular".

Con este panorama tan complejo, Funcas espera un crecimiento del PIB español del 4,2% este año y una fuerte desaceleración hasta el 2% en 2023.

Carlos Ocaña, director general de Funcas, y Raymond Torres, director de Coyuntura de Funcas, aseguraron al presentar las conclusiones de la actualización de las previsiones económicas para España 2022-2023, las cifras estimadas están sujetas a una gran incertidumbre y condicionadas por factores como la duración de la guerra en Ucrania o la evolución de los precios energéticos.

Desde Funcas se destaca que, pese a todo, la economía española crecerá por encima de la media europea durante todo el periodo de previsión. El crecimiento esperado del PIB del 4,2% este año no varía respecto a la anterior estimación, pero sí la composición.

Así, la demanda interna solo aportará 2,1 puntos, 1,7 puntos menos que en la previsión de marzo. Este recorte refleja principalmente la pérdida de capacidad de compra de los consumidores debido a la inflación.

Los hogares tirarán del ahorro para financiar su gasto, lo que permitirá un leve crecimiento del consumo privado, lo que significa que se produce en la previsión unn retroceso en relación a la realizada en marzo pasado.

Por su parte, Funcas revisa al alza la aportación del sector exterior y lo eleva hasta 2,1 puntos (1,7 más que en marzo), como consecuencia de la recuperación de los ingresos por turismo hasta el nivel previo a la pandemia y, en menor medida, de las ventas de bienes y servicios no turísticos en el exterior.

Este rebote del turismo, el dinamismo de las exportaciones de bienes y servicios no turísticos y la pujanza del mercado laboral seguirán sosteniendo la actividad en los próximos meses. Sin embargo, perderán fuelle tras el verano, mientras que las perturbaciones geopolíticas, energéticas y monetarias ganarán peso.

La consecuencia, según las estimaciones que hace Funcas, es que la economía española registrará una fuerte desaceleración en 2023, con un crecimiento del PIB del 2%, 1,3 puntos menos que en la anterior previsión.

Carlos Ocaña ha insistido en que “estas previsiones son muy sensibles a la evolución de la inflación y los tipos de interés; una inflación más elevada o un ajuste de los tipos de interés más rápido resultarían en un menor crecimiento, un escenario más adverso que no es descartable”.

“Las opciones de los gobiernos para reducir la inflación son muy limitadas pero la política económica debe, al menos, no agravar las consecuencias negativas del alza de precios", dijo antes de precisar que "hace falta una política de rentas sensata, que no deteriore la competitividad de la economía". Además consdiera que también "hace falta una política presupuestaria prudente que no magnifique el inevitable aumento del coste de nuestra elevada deuda pública”.

En 2023, la demanda interna repuntará por la recuperación del consumo de los hogares, fruto de una leve alza salarial y de un descenso de la tasa de ahorro hasta niveles algo inferiores a la media histórica, y de la expansión de la inversión gracias a los fondos europeos.

Aun así, no compensará la desaceleración del sector externo, cuya aportación será nula por el fin del rebote del turismo y el impacto en las exportaciones del enfriamiento de las perspectivas en la UE por los riesgos asociados al suministro de gas ruso.

La inflación, cercana al 9%

En cuanto a la inflación, el deflactor del consumo crecerá este año un 8,8% y un 5% el que viene, partiendo de la hipótesis de unos precios energéticos al alza hasta la próxima primavera antes de estabilizarse, en línea con los mercados de futuros. Estas previsiones incorporan algunas de las medidas del último plan  contra la inflación del Gobierno.

Por su parte, el dinamismo del mercado laboral se mantendrá, aunque a un ritmo cada vez menor, en consonancia con la fuerte desaceleración de la economía. Hasta finales de 2023 se crearán cerca de 600.000 puestos de trabajo, con lo que la tasa de paro bajará del 12%.

El déficit público descenderá este año por el juego de los estabilizadores automáticos y de la inflación. Sin embargo, en 2023 apenas se avanzará en la contención de los desequilibrios por el enfriamiento de la economía, la revalorización de los funcionarios y la indiciación de algunas partidas presupuestarias como las pensiones.

El agujero rondará el 4,5% del PIB en 2023, un valor cercano a su nivel estructural, y la deuda el 112%. Raymond Torres ha señalado que “la perpetuación del conflicto bélico o su extensión a otros países llevaría inevitablemente a la estanflación”.

Otro de los grandes riesgos atañe a la evolución de la política monetaria. Las previsiones contemplan subidas moderadas de tipos de interés, que deberían ser graduales para no intensificar la desaceleración e ir acompañadas de un cortafuegos contra la fragmentación financiera. Con todo, la facilidad de depósitos subiría hasta el 1,5% a finales de 2023, lo que sería consistente con un Euríbor por encima de ese umbral y una rentabilidad del bono a 10 años cercana al 3%.

En opinión de Torres, “este escenario elevará las cargas financieras para los hogares y las empresas, pero hasta niveles asumibles en comparación con la crisis financiera". Sin embargo, avdvierte además, "en el caso del sector público, el endurecimiento previsto de la política monetaria tendrá un impacto más pronunciado, debido al nivel de partida de los desequilibrios". "No obstante, todavía sería una posición sostenible siempre que se mantenga el crecimiento económico y se ponga en marcha una senda creíble de corrección gradual de los déficits”, concluye Torres.

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