El diario de Próspero | Teatro

Más vale prevenir: Shakespeare es la vacuna

  • Ningún otro autor resulta más contemporáneo que el Bardo de Stratford, reivindicado, también en este año aciago, en espectáculos, ensayos, novelas y otros ingenios celebrantes de su vigencia

Marga Reyes, Antonia Gómez y Aurora Casado son ‘Las brujas de Macbeth’ en la obra de Antonio Álamo.

Marga Reyes, Antonia Gómez y Aurora Casado son ‘Las brujas de Macbeth’ en la obra de Antonio Álamo. / Atalaya / TNT

La imagen de este señor llamado William Shakespeare, vacunado a sus 81 años contra el coronavirus y reconocido como el segundo ciudadano británico al que endosan el remedio de Pfizer, dio la vuelta al mundo y contribuyó, de nuevo, a alimentar la leyenda en torno al Bardo y su identidad. Recordé la anécdota que contaba Peter Brook: durante un viaje a Verona, el director teatral se inscribió en una visita turística y el guía revisaba entusiasta los lugares y los hechos que presuntamente ambientaron la tragedia de Romeo y Julieta: “Aquí fue donde se conocieron los amantes, aquí tomó Julieta el mortal brebaje, aquí se enfrentaron los Montesco y los Capuleto...” No sin sorna, al terminar el recorrido, Brook se acercó al guía y le espetó: “Disculpe, usted sabe que Romeo y Julieta no existieron nunca, ¿verdad? Que son personajes inventados por William Shakespeare”. A lo que respondió el guía con un dardo bien afilado: “Verá, aquí en Verona creemos que quien no existió nunca es ese tal William Shakespeare”. Que la propia figura del de Stratford, evocada ahora en un anciano al que inyectan una vacuna, se mantenga en ese margen legendario donde confluyen historia y ficción no deja de resultar estimulante; pero lo es más aún la evidencia de que Shakespeare es el autor más contemporáneo, el más demandado, el más leído, reivindicado, representado y sometido a revisión crítica, el más presente y de mayor vigencia, por la sencilla razón de que sigue siendo el que con más claridad habla sobre nosotros, nos interroga, nos ilumina y siembra de dudas. Más aún, en este insólito y aciago 2020 toda esa influencia se ha visto acrecentada por razones obvias: la obra de Shakespeare está llena de mundos que mueren y nacen, de personajes que atraviesan límites absolutos de los que tal vez vuelvan o no.

Carlos Hipólito encarna a Macbeth en memoria de Gerardo Vera para el CDN. Carlos Hipólito encarna a Macbeth en memoria de Gerardo Vera para el CDN.

Carlos Hipólito encarna a Macbeth en memoria de Gerardo Vera para el CDN. / Luz Soria

Para empezar, un dato revelador: dos de los diez mejores libros del año según la lista de The New York Times están directamente relacionados con Shakespeare. En su novela Hamnet, Maggie O’Farrell crea una impactante ficción histórica en torno a Hamnet, el hijo de William Shakespeare fallecido en 1596 a los 11 años y que inspiró a su padre la escritura de Hamlet un lustro después. En Shakespeare in a divided America, el profesor de la Universidad de Columbia James Shapiro, dueño ya de una imprescindible bibliografía shakespeareana con títulos como 1599: A Year in the life of William Shakespeare, 1606: The Year of Lear y Shakespeare and the Jews (pendientes aún en demasiados casos de traducción y distribución en lengua española), hace un asombroso repaso del legado político de Donald Trump ajustándose fielmente a los moldes acuñados en personajes como Ricardo III, el Rey Lear, Macbeth y Enrique IV, en sus acciones, sus decisiones y las consecuencias de las mismas. Con este título, Shapiro revalida su condición de gran introductor de Shakespeare en el siglo XXI y demuestra, de nuevo, en qué medida podremos seguir acudiendo a Shakespeare cuando se trate de explicar lo que nos atañe.

Dos de los diez mejores libros de 2020 según la lista de 'The New York Times' están directamente relacionados con Shakespeare

En lo que a los escenarios se refiere, y en un contexto más próximo, resulta significativa la confluencia de nuevos montajes en torno a un título tan emblemático como Macbeth: aunque estos espectáculos fuesen ideados antes de la pandemia, y por mucho que hablemos de propuestas dispares en cuanto a alcance e intención, pocos textos shakespeareanos describen tan a la perfección un ambiente de opresión y pánico, en el que no parece haber respuestas y en el que la peor noticia es siempre susceptible de ser anunciada. Así, el Centro Dramático Nacional estrenó recientemente en el Teatro María Guerrero de Madrid, donde podrá verse hasta el 17 de enero, la producción de Macbeth en la que trabajaba Gerardo Vera cuando falleció y que dirige ahora el mismo titular de la institución, Alfredo Sanzol, con un reparto encabezado por Carlos Hipólito, Marta Poveda y Alberto Quintana y con la versión de José Luis Collado. Pero el teatro andaluz también tiene su Macbeth: continúa su gira (esta semana con paradas en la Feria de Palma del Río y el Teatro Alhambra de Granada) Las bruxas de Macbeth, una producción de Atalaya dirigida por Ricardo Iniesta a partir del texto de Antonio Álamo en la que Marga Reyes, Antonia Gómez y Aurora Casado encarnan a las brujas a las que un William Shakespeare tocado de afección patriarcal (e interpretado aquí por Luis Navarro) olvidó darles hasta el nombre. Sea como sea, conviene recordar que Shakespeare no es el paciente, sino la vacuna.

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