Lucena | balompédica linense

Las vergüenzas al aire

  • Una pésima primera parte condena al Lucena a un nuevo revés ante un rival bien plantado que no sufrió Una genialidad de Rubén Cuesta y un error en la salida, lastres insuperables

Ver al Lucena se está convirtiendo en un suplicio. Hace daño a la vista lo poquito que puede ofrecer un equipo incapaz de dar tres pases seguidos, sin ideas para llegar con algo de peligro al área enemiga y, ni que decir tiene, poner en aprietos al portero rival. Más si cabe cuando a eso se une una falta de contundencia defensiva que hace difícil competir de tú a tú en esta categoría. Esto, en parte, podría ser entendible, aunque sea difícil de asumir tras la inolvidable experiencia de hace unos meses. Son cosas de fútbol. La calidad hay que pagarla y el club celeste soltó a espuertas la que tenía, en algunos casos por no saber valorarla. El problema está un poco más allá. Porque peor aún es comprobar la falta de actitud y profesionalidad de algunos de sus jugadores, que se han acostumbrado a saltar al verde, dejar pasar el tiempo y salir sin necesidad siquiera de tener que ducharse. Simplemente porque no han sudado ni la camiseta. Eso es lo que más debería preocupar en el seno de una entidad que ya se ha hecho a la idea de que el año va a ser duro. Y eterno. Habrá que ver cómo se torea esta situación, con las gradas cada semana más despobladas. Aunque quizás eso fuera lo único positivo de la vuelta a la competición, pues lo mejor hubiera sido que nadie hubiera estado en las gradas. Entre otras cosas porque el partido que perpetró el conjunto celeste fue infumable, de lo peor que se le recuerda. Y como no podía ser de otra forma terminó en una nueva decepción. A la Balompédica Linense apenas le bastó con plantarse bien en tres cuartos de campo y aprovechar dos chispazos de la magia de sus hombres de arriba para sentenciar el duelo en la primera parte. Porque la segunda sobró entera, pues la mejora lucentina -hacerlo peor era una misión imposible- apenas si se tradujo en un par de llegadas bien resueltas por Pagola.

El duelo ante un viejo conocido de otras batallas era una prueba de fuego para ver la capacidad de este Lucena para alejarse de los problemas. Quedó claro que van a ser compañeros de viaje durante todo el curso. Sin talento en el medio, con Alfaro y, sobre todo Adri, sin ofrecerse, gustosos de jugar de espaldas, a un toque, y sin la valentía necesaria para mirar a la cara al rival, es imposible poner en apuros a cualquier equipo que se plante bien en el campo. Y de eso sabe mucho la Balona, un grupo experto, con el sello de Rafael Escobar, pero que anda sobrado de calidad en los metros finales. Y, con la excelente racha que atraviesa, también de confianza. La muestra fue el gol que rompió el equilibrio. Un jugadón de Rubén Cuesta, uno de los que el año pasado vestía de celeste, de los que por sí solos valen una entrada, sobrado de clase en la elaboración, sobrado de talento en el regalo final al compañero, golpeó duramente la moral lucentina. Seis minutos y ya tocaba remar contracorriente. Seis minutos y el guión linense ya funcionaba.

Con la ventaja en el marcador, el conjunto albinegro reforzó su sistema de contención. Líneas muy juntas, presión ante los organizadores locales y ninguna concesión cuando el balón amenaza con aparecer por las inmediaciones de Pagola. Lo justo para dejar el bagaje ofensivo del Lucena a cero. Bueno, por destacar algo, hubo un centro-chut de Juanjo casi desde el córner, en una acción de pizarra, que el meta balono atajó en dos tiempos. Poco más. Demasiado poco. Sobre todo porque a pesar de ir por debajo, la sensación era que siempre estaba más cerca el segundo que la igualada. Lo buscó Ismael Chico, en una de sus escasas llegadas al ataque, tras otra buena acción de Rubén Cuesta. Y lo consiguió David Hernández, para sellar su doblete, castigando otro error en la salida de los celestes y para empujar a una sonora bronca como despedida de un primer periodo para el olvido.

O para la reflexión. Que parece que fue lo que eligió Falete en el vestuario. Después de estar toda la primera parte desaprobando lo ofrecido por los suyos, la bronca tuvo que ser de órdago. Pero parece que surtió efecto. No el necesario para soñar con la remontada, pero sí el suficiente para equilibrar la balanza. Aunque si a la primera aparición de Adri en todo el partido le hubiera dado continuidad Fede solo ante Pagola, la cosa podía haber cambiado de forma sustancial. No fue así y el partido entró en una fase de batalla cuerpo a cuerpo que siempre favorecía a los visitantes. Una Balona que tuvo el tercero con una volea desde la esquina del área de Bello que rozó el poste.

Con el paso de los minutos y la entrada de Pineda y Óscar, el Lucena ya lo intentó con más corazón que cabeza. Muchos balones colgados, muchas prisas, y nada de peligro. Sólo llegó un poco de aire fresco con la aparición del joven Diego, que ocupó el lugar de un Adri al que la afición ya ha sentenciado. Sobre todo porque tras la pitada con la que fue despedido la grada ovacionó a Rubén Cuesta en su salida. Un detalle con un ex que dejó su sello para romper un partido que debe invitar a la reflexión, porque dejó al descubierto todas las vergüenzas de un grupo predestinado a sufrir.

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