BALONCESTO · NBA

La revelación está en Oregon

  • Portland, que se planteaba un año de transición a la espera del debut de Oden, se ha convertido en la sensación de la Liga tras una racha de nueve victorias consecutivas que les aproximan a la postemporada

El pretendido año de transición se ha convertido en un paso adelante inesperado. La lesión de Greg Oden, que le mantendrá inédito este curso, sumado a la pérdida de Zach Randolph, traspasado a New York a cambio de Channing Frye, auguraban que el mejor objetivo que se podían trazar los Blazers era acumular buenos informes de los lottery picks del Draft de 2008 y pensar en el siguiente curo. El arranque del año –un balance de 5-12 a principios de diciembre– abundaba en que esta perspectiva era la correcta. Pero, de súbito, los Blazers empezaron  funcionar, y en poco más de dos semanas enlazaron nueve victorias consecutivas, la última anteanoche a costa de los Raptors de Calderón (101-96). El play off, que está a dos victorias, ya parece posible.

Con ocho miembros de su roster menores de 23 años –sólo dos jugadores, Raef LaFrentz y Joel Przybilla, nacieron en la década de los 70–, los Blazers han descubierto el equilibrio en el esfuerzo defensivo (son la undécima mejor defensa de la Liga) y la inspiración atacante de sus dos estrellas veinteañeras: LaMarcus Aldridge (18,7 puntos y 7,7 rebotes por choque) y Brandon Roy (18,9 tantos y 5,5 pases de canasta por noche). Sobre la base de dos de los mejores novatos de la promoción de 2006, la eclosión de Travis Outlaw, que, en su quinta temporada en la Liga suma sus mejores promedios en puntos, rebotes y asistencias de su carrera, supone el punto de apoyo necesario desde el banquillo para compensar a un equipo que, el pasado curso, evidenció una excesiva dependencia del rendimiento del inestable –no tanto en su juego como en su madurez– Zach Randolph. Además, Outlaw ha hecho que los Blazers puedan olvidar al Darius Miles, aclamado como salvador hace un par de campañas y que ha convertido en un clásico de la enfermería del Rose Garden.

En todo caso, el secreto del éxito de estos Blazers de McMillan parece estar en el buen rendimiento de sus jugadores menores. Joel Przybilla y Steve Blake son los que, a base de intangibles, han inccrementado el rendimiento global del grupo. El pívot blanco roza los ocho rechaces y dos tapones por encuentro, un rendimiento que libera al aún bisoño Aldridge de esfuerzos bajo su aro y le permite ser determinante en el contrario. Con Blake, un base acostumbrado a jugar a la sombra de esrellas (el año pasado dirigía a los Nuggets de Iverson y Anthony), McMillan logra ese director de orquesta capaz de llevar al equipo a un rendimiento regular. El ex jugador de Wizards y Nuggets jamás tomará una decisión genial, pero tampoco sumará errores de bulto como sucedió al pasado curso bajo la dirección del sophomore Jarret Jack, hoy relegado al papel de sexto hombre.

La suma de todo ello ha adelantado el futuro en Portland, y ya hay quien especula sobre el potencial del equipo cuando sumen a Oden. Mientras tanto, el ya de por sí exigente Oeste ha encontrado un nuevo competidor. Los de McMillan ya luchan por la octava plaza de playoff de la Conferencia, un pleito que parecía un cara a cara exclusivo de Lakers y Warriors. Además. la franquicia se quita así de encima el estigma de los Jailblazers, aquel equipo de hace un lustro que, aún sumando talentos como Wells, Rasheed Wallace o Damon Stoudemire fue más noticia en las comisarías que en las canchas. La travesía del desierto parece llegar a su fin.

McMillan redescubre a Sergio como escolta. La cuota de minutos del español Sergio Rodríguez en la cartesiana mente de su técnico en Portland, Nate McMillan, le condenaba a los restos que dejaran el titular Steve Blake y el primer suplente, Jarret Jack. Sin embargo, y ante la cerancia de tiradores, el entrenador de los Blazers ha encontrado el sitio del Chacho en su esquema: el canario es ahora el suplente del escolta estelar de los de Oregon, Brandon Roy. En los últimos diez encuentros, Rodríguez no ha visto como mejoraba su rango de minutos por noche, pero sí el de anotación –4,1 tantos por envite–. Si el año pasado el español destacó por su habilidad como pasador, este lo hace por su habilidad anotadora. Quizá llegue el día en el que a Sergio le dejen mostar que puede sumar en ambos aspectos simultáneamente.

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