Córdoba CF

La penúltima lección (0-0)

  • El equipo de Paco Jémez ofrece otra ración de entusiasmo y sello propio ante un rival con el que compartió ocasiones de gol desperdiciadas. Los blanquiverdes tendrán que marcar en el Zorrilla.

Seguramente la experiencia es una cualidad sobrevalorada, pero en ciertos momentos resulta imprescindible. Sobre todo en situaciones en las que hay que actuar bajo condiciones de presión o sobredosis de emotividad. Como anoche en El Arcángel, donde el Córdoba y el Valladolid protagonizaron un partido que tuvo casi de todo excepto goles. Cualquiera de los dos pudo lograr alguno, pero el marcador no se movió y todo queda pendiente de resolución en Pucela. Ambos equipos se comportaron con empaque y saber estar, buscando su momento para exponer y sabiendo recular cuando fue preciso. Como viejos zorros. Sin dejarse llevar demasiado por los impulsos y teniendo presente que se trata de una eliminatoria a doble partido. Se dejaron el alma en césped y se citaron para el domingo en el José Zorrilla, de donde uno ya no saldrá vivo. La experiencia no es cuestión de años, sino de actitud. Lo demostró el Córdoba en su enésima lección sobre cómo transformar un club desvencijado y sin identidad en una formación ejemplar, capaz de emocionar a sus seguidores dando una orgullosa réplica a un adversario repleto de nombres con rango. Los blanquiverdes estuvieron a la altura y no parecen dispuestos a bajarse de la nube por su propio pie. Esto aún no ha terminado.

 

Estimulado por la magnitud del escenario -fueron los que fueron, once mil y pico, pero parecían el doble-, exigido por las circunstancias -una eliminatoria de semifinales por el ascenso- y comprometido hasta extremos conmovedores con su ideario futbolístico, el Córdoba se comportó del modo que se podía esperar. Donde siempre, como siempre. Le bastó apenas un cuarto de hora para detallar, punto por punto, las razones que le han llevado a ser el mejor de todo el fútbol profesional al calor de El Arcángel. Su presión desde la línea de salida agobió al Valladolid, incapaz de articular su discurso ante la vehemencia de un Córdoba que no le dejaba resuello. 

 

El pulso se alteró cuando en las inmediaciones del área Marc Valiente tocó la pelota con la mano sin que el árbitro detectara nada punible. Y cuando todos miraban al colegiado Prieto Iglesias, Borja García recogió el balón para lanzar un disparo con veneno que Jaime se vio obligado a sacar a córner desde la misma escuadra.

Las imprecisiones pucelanas animaban a los cordobesistas, que se atrevían a todo. Caballero se lanzó a la piscina ante una entrada de Balenziaga y recibió una amarilla por su teatral acción. Poco después, el linier de Preferencia se ganó una andanada de improperios cuando se equivocó al señalar fuera de juego en una acción en la que Pepe Díaz se quedaba solo ante Jaime. El de Almodóvar, ya ofuscado, estrelló el disparo en el cuerpo del meta.

 

El fogoso comienzo blanquiverde se fue disipando a medida que los de Djukic le tomaron el tono al partido, con una labor ingente de sus mediocentros. El Valladolid se dedicó a tocar y tocar el balón, lo que resultó doloroso para un Córdoba que no había sacado la rentabilidad deseada de su potente puesta en escena y que veía cómo las llegadas albivioletas sembraban el pánico. Un disparo cruzado de Javi Guerra proporcionó un susto mayúsculo. El tramo final del primer tiempo deparó un carrusel de sobresaltos para el cordobesismo. 

 

En el minuto 41, Javi Guerra se desgañitó pidiendo penalti de Gaspar, que le hostigaba por detrás, tras enviar fuera un centro preciso de Nauzet Alemán. El talentoso jugador canario trató después de colocar por encima la pelota a Alberto García, que se percató de su intención y abortó otra clara ocasión para el Pucela. El intermedio fue acogido con alivio en El Arcángel.

 

Arengado en el vestuario y recompuesto físicamente, el Córdoba ofreció en la reanudación otra ración extra de entusiasmo. López Silva se dejó ver en un cabezazo y un posterior centro que no encontró destino. A Borja le apagaron las luces con un marcaje policial, pero quedaban más. Si algo tiene el equipo de Paco Jémez es que no depende en exclusiva de nadie, aunque eche de menos a alguno. Quien siempre está, para bien o para mal, es Pepe Díaz. El carbulense tuvo la gran ocasión del partido al recoger un pase filtrado de forma magistral por el interior de Borja, pero cuando estaba solo delante de Jaime le lanzó un tiro raso que el portero repelió. Instantes después, un zurdazo de López Silva aceleró los corazones cordobeses. Tan clara como la de Díaz fue la de Javi Guerra, que estrelló en el lateral de la red un balón que heló la sangre a la grada porque se vio dentro. 

 

Luego llegaron los cambios, las interrupciones contínuas -algunas justificadas, otras por acciones fingidas- y el cada vez mayor celo de los contendientes por dejar la portería imbatida. Fede Vico y Patiño aportaron algo más de dinamismo al Córdoba al final, pero cada contragolpe vallisoletano era un motivo de inquietud. Ninguno fue mejor que el otro. Se miraron de igual a igual y dejaron una cuenta pendiente. El desenlace, en Pucela.

- Ficha técnica:

0 - Córdoba CF: Alberto García; Fernández, Gaspar, Ximo Navarro, Dubarbier (Fede Vico, min. 77); López Garai; Borja García, Carlos Caballero (Fuentes, min. 67), López Silva; Charles (Patiño, min. 83) y Pepe Díaz.

0 - Real Valladolid: Jaime (Dani Hernández, min. 83); Balenziaga, Rueda, Valiente, Peña; Nafti, Víctor Pérez; Nauzet, Sisi (Jofre, min. 79), Oscar (Alberto Bueno, min. 92); Javi Guerra.

Árbitro: Prieto Iglesias (Comité Navarro). Amonestó al cordobesista Carlos Caballero, Ximo Navarro y Gaspar, y a los pucelanos Oscar, Nafti, Javi Guerra y Víctor.

Incidencias: partido de ida de la primera eliminatoria semifinal de ascenso a Primera División, disputado en El Arcángel ante 11.773 espectadores, con terreno de juego en aceptables condiciones.

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