BALONCESTO l NBA

Los ochenta toman los banquillos

  • Varios ex jugadores de la época dorada de la NBA vuelven al primer plano de la competición como técnicos, aunque paradójicamente se postulan como adalides del juego defensivo y de baja anotación

Una suerte de tradición en la NBA que, lentamente, también se está implantando en Europa lleva a que muchos ex jugadores, generalmente de perfil bajo, se pasen al banquillo al concluir su carrera profesional. Ya entrados en el siglo XXI, la lógica generacional lleva a que los que fueron jugadores de la NBA en la gloriosa década de los ochenta sean ahora responsables de los banquillos de diferentes equipos de la Liga. Sin embargo, ninguno de ellos ha mostrado como técnico el arrojo ofensivo que definió la década dorada de la liga. Un dato confirma esta hipótesis: siete de los diez equipos que menos anotan de la NBA están entrenados por ex jugadores de la edad de oro de la Liga. Son Scott Skiles (Bulls), Maurice Cheeks (Sixers), Sam Vincent (Bobcats), Nate McMillan (Blazers), Randy Wittman (Wolves), Mike Woodson (Hawks) e Isiah Thomas (Knicks). Ninguno de sus equipos llega a los 95 puntos por choque.

El caso más sangrante es el de Scott Skiles. El ex jugador de Pacers y Magic dirige a un grupo, el de Illinois, que está decepcionando en la campaña en curso. Tras su buena pasada temporada se esperaba más de un equipo sin química, envuelto en rumores de traspaso inminente (Bryant y Gasol han sido repetidamente colocados en el Chicago Stadium) y que ni siquiera llega a 90 puntos anotados por noche. Maurice Cheeks, por su parte, combate contra la indolencia de una colección de jóvenes en los Sixers con los que se coronó campeón de la NBA hace un cuarto de siglo. Con Iguodala como referencia, Philly malvive en la División más débil de la Liga con la vista puesta en el futuro. Su técnico, que fue uno de los grandes defensores de la década, implanta un talante defensivo en el grupo, quizá por convicción o tal vez por una evidente falta de talento.

Sam Vincent es la apuesta de Michael Jordan, copropietario de los Bobcats, para la franquicia de Charlotte. El jugador ofensivo por antonomasia optó por su ex compañero, un especialista en defensa que hacía el trabajo sucio cuando his Airness era apenas un rookie, para conducir a la franquicia más joven de la Liga hacia el play off. De momento no lo logra, aunque ha transmitido su espíritu trabajador al conjunto. De McMillan, técnico de Sergio Rodríguez en Portland, poco queda que decir. Apasionado del juego defensivo incluso como jugador, siempre fue un elemento extraño en una Liga enamorada del talento atacante. Ahora, cuando su perfil sí se adecua a lo que ofrece la competición, el ex jugador de los Sonics se dedica a constreñir el talento.

Randy Wittman, técnico de los Wolves post Garnett, fue un jugador de complemento en los Hawks de Dominique Wilkins. Su tarea era secar al anotador rival. No obstante, no se puede decir que el ex escolta sea un defensor de las bajas anotaciones. Las limitaciones de su equipo son tan evidentes que optar por una la defensa no es más que una forma de protegerse contra los resultados adversos. La misma explicación se puede aplicar al baloncesto que practican los Hawks de Mike Woodson, aunque en Georgia hay más talento que en Minneapolis. Pero la misma bisoñez.

La lista la cierra el expediente X por antonomasia de los banquillos: Isiah Thomas. El por qué del fracaso de un equipo que suma a Curry, Richardson, Marbury y Randolph, jugadores muy capaces de llegar a los 20 tantos por choque, sólo se explica en el sempiterno gafe de la ex estrella de los Pistons.

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