Alavés | córdoba · el otro partido

El marketing sí que va bien

  • Tres partidos y tres indumentarias distintas para el Córdoba · Pepe Mel, de espía; Goiko, en el paro · Un partido de la selección no despierta pasiones en Vitoria

Que no haya cultura de selección no quiere decir que en Vitoria no guste el fútbol. Ni mucho menos. El desprecio de los bares al España-Bosnia Herzegovina del sábado por la noche contrastó con los cerca de 7.500 aficionados -entre ellos algunos blanquiverdes, siempre fieles- que ayer se dieron cita en Mendizorroza para asistir al primer partido del Alavés en su estadio esta temporada. Una orquesta, situada detrás de un córner, dio la tabarra con insistencia. Después de un empate en Salamanca y la eliminación copera a manos del Elche, la parroquia babazorra tenía ganas de llevarse una alegría. Les tocó, y eso que a falta de diez minutos lo veían bastante negro. Por eso, para contrarrestar el creciente empuje del adversario, se pusieron a animar como condenados. La risa va por barrios.

Lo cierto es que la tarde invitaba a ir al fútbol: ni rastro del temporal del Cantábrico anunciado para el fin de semana. En un día soleado, con un clima similar al de Santa Cruz de Tenerife, ideal para comer en la calle y darse un chapuzón en la piscina -las instalaciones aledañas al recinto alavesista son una maravilla para el ocio-, dos equipos hambrientos se cruzaron con el mismo objetivo: ganar, claro. Todo apuntaba a las tablas. Hasta que Igor dio el jaque mate.

Uno de los que se dejó ver por la preciosa plaza de la Virgen Blanca fue Pepe Mel, técnico del Rayo Vallecano. El ex delantero ya estuvo en El Arcángel en el arranque liguero para analizar al Hércules, ya que el Rayo se va enfrentando al conjunto que suelta el Córdoba. En el Rico Pérez, por cierto, la pasada campaña entrenaba un hombre que se cargó a Paco Jémez -aquel 2-1 abrió la era José González- y ayer estaba en Mendizorroza, tomando notas. Actualmente, Andoni Goikoetxea está en el paro. Como Paco Jémez. Las vueltas que da el fútbol.

Si el Córdoba tiene a Ricardo Guerrero y José Baena, el Alavés expone a Alberto Zerain. El montañero vitoriano fue el encargado de realizar el saque de honor, al tiempo que Aitor Las Hayas -su compañero en su reciente expedición al K2- fue invitado al palco de Mendizorroza. El homenaje fue en los prolegómenos, poco antes de que el speaker dictase las alineaciones. Se ve que calculó mal, porque Iglesias Villanueva ordenó el comienzo del partido en plena alocución. En la segunda parte, la música que atronaba por los altavoces se detuvo a tiempo.

El césped estaba para comérselo. Quizá no tanto, pero sí era modélico para jugar al fútbol. A la hierba saltaron Gaspar Gálvez y Carpintero, ambos ex jugadores del Alavés, aunque su presencia no levantó la admiración de la última visita: aquel 21 de octubre, Javi Moreno se llevó una cariñosa ovación.

Aquella tarde, el Córdoba se impuso con un relativamente cómodo 0-2. De la mano de Paco Jémez, eran días de vino y rosas, previos a la recesión que le costó el puesto. Y llegó José González, que ayer se dejó el traje en la percha para enfundarse el chándal. Yo, sin ser maniático, llevé la misma indumentaria de un año atrás. Ni por ésas.

Al menos, el marketing va bien. Tres partidos, tres equipaciones: blanquiverde contra el Hércules, azul en Tenerife y franjiverde ayer. A falta de resultados en el campo, hay que vender camisetas. Aunque, si continúa el desencanto, al aficionado cordobesista le va a costar Dios y ayuda rascarse el bolsillo y presumir de colores. Porque, no se olvide, todo depende del destino del balón. Si entra dentro -y mientras más veces, mejor, como diría un célebre ex presidente blanquiverde-, todo lo demás es el paraíso.

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