Córdoba | albacete · la previa

No es gigante, es un molino

  • Imperativo Ganar al penúltimo es, para el Córdoba, una cuestión necesaria por la mala racha que acumula Recuperado La sorprendente alta de Arteaga, la mejor noticia para el conjunto blanquiverde

Recelan, y hacen bien, los entrenadores cuando se les habla de favoritismos. De panes comidos. De indigestos sueños de victorias fáciles. Cruzan los dedos y requiebran su respuesta. Forma de curarse en salud o sistema primario para no descuidar el estado de alerta. Defcon 2, no conviene exagerar, en el preciso instante para el Córdoba.

El mejor estratega medieval chino, Tsun Zu, decía que la falta de respeto al rival era el primer camino hacia la tumba propia. Y algo de razón tendría cuando hasta el propio Napoleón Bonaparte tenía su tratado sobre la guerra en su mesilla de noche.

Pero, está claro, el Albacete es un cadáver a los postres. Léase a los postres del año. Exquisito, como los de estirpe gloriosa. Indómito por su propio pasado. Extremo. Capaz de hacer soñar a toda una ciudad con proezas inabarcables en un lugar de la mancha y, ahora, en el peor momento de su historia reciente.

Un espectro herido por los despropósitos de una directiva oscurantista y un entrenador que, por lo que cuentan (y se recuerda), no es sino un pelele en manos de su director deportivo. Sólo así se entiende que Juan Carlos y Cañas, rebeldes con o sin causa, estén apartados en un equipo no sobrado de talento. Piedras sobre tejado propio.

Así que no son gigantes, ni siquiera molinos. Los manchegos están bien metidos abajo y con unos problemas internos que evocan pasados tormentosos. Pero aún con todo, no son un puñado de desperados. Barkero sabe jugar bien al fútbol Iker Begoña y Morán llevan casi desde niños compitiendo a buen nivel y Ferrón iba para figura. Si se les ocurre despertar, ellos solos pueden resucitar al Alba.

Además, el Córdoba no está para tirar cohetes. Maltrecho físicamente por su propio ímpetu competitivo, maltratado por la suerte y por las decisiones arbitrales y frenado ya en su brío inicial. 3 puntos de 15 son pocos. Y el Numancia en quince días...

Aunque es la propia autoestima de un once herido y el convencimiento de que no siempre la moneda cae de cruz el que invita al optimismo. A ver botellas medio llenas, que ese es el camino (el del medio) a seguir cuando un equipo se asienta en el meridiano de la tabla. La tranquilidad como receta milagrosa. Y un chupito en forma de espectáculo para pasar el trago.

Y ayer, como paladín a la taza, apareció David Arteaga muy vivo. Chispeante. Su vuelta, aunque nunca se fue del todo porque el cotejo siempre estuvo presente, es más que una buena noticia. Es casi una sentencia de muerte, si es que como parece ya está al cien por cien, para un equipo que sufre para defender a pesar de tratar de defender más que ningún otro. Acuérdense del estilo Hernández. O, mejor, olvídense de él.

Así, con el deseado en su sitio (es tan bueno que puede su sitio es cualquiera sobre el verde), las demás bajas parecen pecata minuta. Circunstancias adversas pero superables. Pero no lo son. Ni mucho menos.

Porque la ausencia de Alessandro Pierini se sentirá en defensa (obligará a una dupla inédita Pablo-Aurelio que puede notar la falta de acoplamiento). La de Ito, en el centro del campo, también. Jugará Katxorro con casi toda posibilidad junto con Acciari, pero si llegase a actuar de inicio Navarro sería merecido tributo a su buen trabajo en Jerez. ¿Quién decía que no había plantilla suficiente?

Dramatismo. Patetismo. El Arcángel puede ser patíbulo por segunda vez para Quique Hernández. Un hombre que no supo cómo hacer ganar a su equipo en casa cuando entrenaba aquí, pero que (ojo) ha sido capaz de hacer que el Alba ganase en Tarragona y Salamanca.

Todo lo contado son condicionantes. Esa salsa que dota de sentido mediático al mundo del balón, marcan el morbo del encuentro de hoy. Así que, en la justa de hoy, la mesa está servida, las aceiteras llenas y los dos enemigos tienen hambre como perro de ciego.

Luego, ya se sabe, todo puede pasar en El Arcángel. Máxime cuando se trata del partido que sirve de epílogo para el (bendito) año natural. Non fuyades, cobardes, que once caballeros os acometen. Y un Don Quijote sin yelmo y rapado en la grada.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios