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La fiebre vikinga es una realidad

  • La gran sorpresa del torneo despierta simpatías en los aficionados neutrales, cuyo número se dispara

Son altos, forzudos, visten con camisetas azules, muchos llevan barba, otros tantos van con la cabeza rapada, beben mucha cerveza y hablan un idioma del todo indescifrable para la mayoría de los mortales.

Son fáciles de distinguir incluso en una ciudad como París, en la que nada parece lo suficientemente provocador para llamar la atención de los habitantes, tan acostumbrados a la excentricidad. Son los hinchas de la milagrosa selección de fútbol de Islandia. Son vikingos.

Pese a su aspecto feroz e iracundo, sólo destilan amabilidad. Están felices, muy felices. Pocos se habrían imaginado que mañana su selección se vaya a enfrentar a la anfitriona en el Stade de France por un lugar en las semifinales de la Eurocopa.

La federación islandesa espera que haya 8.000 gargantas islandesas en Saint-Denis, por mucho que a algunos les cueste varios días alcanzar la capital francesa por los prohibitivos precios de los vuelos desde la capital, Reikiavik.

Dagur Arnason, por ejemplo, optó por volar ayer a Barcelona, pasar la noche con unos amigos y tomar un avión hoy a París. El viaje de vuelta será más largo: seis horas hasta Friedrichshafen y desde ahí un vuelo a Reikiavik. "Pero merecerá la pena", dijo a la televisión pública RUV.

Se espera tal fiesta en las gradas de Saint-Denis que ni el recién elegido presidente de Islandia se la quiere perder. "¿Para qué voy a ir a la sala VIP y beber champán si puedo hacer eso en cualquier sitio del mundo? No, estaré con el resto de fans en la grada, vistiendo mi camiseta de Islandia. Con todo el respeto a los franceses, pero que no nos subestimen", dijo Gudni Johannesson a la cadena CNN.

Al ser la cenicienta del torneo, Islandia está despertando una simpatía entre todos los hinchas, ya sean islandeses o no. Cuesta creer que alguien que no sea francés vaya a animar los bleus.

De momento, habrá muchos aficionados neutrales que vean el partido con una camiseta de Islandia, aunque otros muchos deberán esperar para poder comprarla. Y es que están agotadas.

Según aseguró el portavoz de la selección, Omar Smarason, en la concentración de Annecy, hubo un 1.800 por ciento más de peticiones de las que se esperaban.

"Es genial, pero lo malo es que hay gente que quiere una y que no la tiene, aunque estoy seguro de que podemos solucionar el problema", señaló Smarason.

En la página web de la marca italiana Errea, que viste a Islandia desde 2002, se lee fuera de stock cuando uno intenta comprar una de las tres camisetas oficiales de Islandia, la azul, la blanca o la negra.

Y en el país tampoco hay nada que frene la euforia. "En deportes como el balonmano o el atletismo hemos conseguido algo. Pero ahora todo gira en torno al fútbol", señaló el ex seleccionador islandés Atli Edvaldsson. "Casi el cien por cien del país estaba viendo el 2-1 contra Inglaterra de octavos", añadió.

"Puedes ver el color azul por todos lados. Incluso yo estoy yendo a trabajar con una camiseta azul", añadió Styrmir Gislason, cofundador del club de hinchas Tolfan, que tiene unos 400 miembros.

"El lema de Tolfan es: no nos sentamos nunca y no nos callamos nunca. Da igual cómo vaya el marcador, nosotros cantamos y gritamos 90 minutos. Es lo que llevamos dentro los vikingos", indicó Gislason.

La fiebre islandesa está instalada en la Eurocopa. En manos de Francia está poner freno a un fenómeno inesperado o desatarlo por completo, algo que escaparía de toda lógica futbolística. "Cuidado con los vikingos", tituló el miércoles en su portada el diario L'Equipe a modo de aviso.

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