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La fe de los desesperados

  • Un punto Los blanquiverdes inauguran su cuenta en la tercera jornada con Luna Eslava como técnico Sin suerte Una ocasión marrada por Yordi precedió al contragolpe que supuso el 1-2 Casta Pierini salvó un punto en el descuento

Que el Córdoba no tiene suerte es algo evidente. Ayer, en medio minuto, vio cómo la alegría posible se transformó en drama real. Yordi agarró un balón perdido por Labaka, salió disparado hacia el marco, burló a Bravo en su salida y, a la hora de engatillar, se encontró con la bota de Ansotegi llegando desde atrás para abortar el disparo. El murmullo de decepción en el estadio se transformó en lamento cuando Marcos, en una rápida contra después de controlar un certero envío desde más de 50 metros de Carlos Martínez, se plantó ante Valle y cedió el esférico a Agirretxe, que venía en carrera, para que éste lo colocara en la red. Del 2-1 al 1-2. De lo que pudo ser a lo que fue. Quizá no se merezca esta crueldad, pero ésa no es la cuestión. Esto no es un concurso de méritos, ni una competición para comprobar la resistencia de los corazones. Si así fuera, el Córdoba hubiera ganado de calle.

Alessandro Pierini, ya en el descuento, hizo aflorar el orgullo en El Arcángel y rescató un punto con su gol. El italiano marca pocos, pero los suele reservar para situaciones trascendentes. En esos instantes, el Córdoba era ya un ejército desesperado, con el portero David Valle incrustado en el área rival y el graderío en plena pañolada, lanzando cánticos hirientes hacia la directiva y Emilio Vega. Un escenario verdaderamente dantesco. Ahí donde todo el mundo ponía las vísceras surgió la cabeza del Tano, que mitigó los efectos del desastre. El público se volvió loco, pero la euforia no disipó la animadversión hacia la directiva. Las consignas coreadas y los pañuelos cerraron una tarde difícil de digerir. El Córdoba consiguió el primer punto de la era Luna por su tesón, pero sigue mostrando un fútbol deficitario. La gran inquietud reside en saber si con corazón será suficiente. ¿Se atreve alguien a tentar a la suerte?

Hubo, en contra de lo previsto, alteraciones en el once titular blanquiverde, en el que cada vez sorprende menos la creciente presencia de jugadores supervivientes de la gesta del ascenso, hace ya dos campañas. Esta vez fueron siete. Luna Eslava, a falta de nuevas piezas, recurrió a una de las fórmulas clásicas para reactivar un equipo. Zarandeó al grupo y con ello envió el típico mensaje: todos son importantes, pero nadie imprescindible. Que Gastón Casas, delantero con buena hoja de servicios y potente nómina, se quedara fuera de la lista de convocados ya fue todo un síntoma; ayer, dos elementos de peso como Cristian Álvarez y Asen empezaron la tarde en el banquillo.

Retornó Guzmán, que tardó algo en hacerse con el sitio pero cuyo protagonismo fue creciendo a medida que avanzaba el pleito. El pacense es un futbolista extraño, que puede estar todo un partido desaparecido, deambulando como una sombra y sacando de quicio a todo el mundo, o aliarse con las musas y destrozar a la defensa más solvente. Durante el primer tiempo estuvo especialmente incordiante y logró desbordar. Con él en el campo, el Córdoba tuvo más presencia en ataque.

A la Real le bastaba, en principio, con dejarse hacer. La fogosidad del Córdoba le hacía recuperar balones, sí, pero a la hora de elaborar jugadas no se detectaba lucidez. Demasiada precipitación. Es lo que tiene vivir al filo del abismo. Se tiende a buscar el atajo y todo se hace más farragoso. El Córdoba tenía el balón, pero el equipo donostiarra lo usaba mejor. En cinco minutos llevó un par de veces la angustia al portal de David Valle. Labaka cabeceó alto un centro de Xabi Prieto y Ansotegi no llegó a conectar la testa en un envío al corazón del área de Xabi Castillo. El primer testimonio de existencia en ataque de los anfitriones lo protagonizó Javi Flores, quien después de un caracoleo dentro del área lanzó escorado un derechazo que Bravo despejó a córner. Al cuarto de hora, el público pidió penalti por un salto en el que el meta blanquiazul pareció agarrar a Arteaga, que pugnaba junto a Yordi por recoger un envío de Guzmán. El árbitro amplificó el eco de la protesta porque decretó infracción sobre Bravo.

Un escalofrío sacudió El Arcángel cuando Marcos convirtió en real la pesadilla que sufría el equipo cada vez que la Real cogía el carril derecho, donde Rubén lo pasaba fatal. El donostiarra entró, regateó al lateral cordobés, se acomodó la pelota y la colocó justo en el palo al que Valle no llegaba. Juanma Lillo se relamía en el banquillo. El Córdoba, agobiado y frustrado, tenía el cuello listo para la dentellada final.

Pero le queda sangre. Se rehízo con casta y acorraló a la Real, cada vez más incómoda con la trayectoria que tomaba un partido que se equilibró con una acción de tiralíneas del Córdoba. Mario sacó de banda, Yordi prolongó hacia el segundo palo y Arteaga la enganchó de modo inapelable. El sevillano corrió hacia la Preferencia como un poseso. Era su primer gol en la temporada, toda una liberación. Aún pudo el Córdoba irse al vestuario con ventaja, pero un trallazo con la derecha de Guzmán, ya en los segundos de prolongación, fue a estrellarse en el lateral de la red. Pino Zamorano decretó el intermedio y tras el pitido se escuchó un atronador "¡Emilio, vete ya!" en las gradas.

El Córdoba estuvo irreprochable en el esfuerzo tras el intermedio. Sacó partido de lo que tiene y combatió sin complejos a una Real Sociedad técnicamente superior, que con jugadores como Marcos o Xabi Prieto era capaz de engarzar jugadas de ataque ante el más mínimo resquicio. Sólo tenía que esperar. El Córdoba insistía con las penetraciones de Guzmán para quebrar la resistencia de la retaguardia del conjunto de Juanma Lillo, que para esta ocasión dejó en el cajón el libreto de florituras y se comportó con contundencia.

Los blanquiverdes vivían sus instantes más inspirados acorralando a los donostiarras pese a la obligada marcha de Arteaga, que terminó renqueante la primera parte y tuvo que dejar su sitio a poco de iniciarse la segunda mitad a un irrelevante José Vega. Un carrerón de Guzmán, que finalizó con un disparo despejado por Diego Rivas, enervó al graderío. La acción clave llegó en el 65', cuando Yordi se encontró con un balón a puerta vacía que le rebañó Ansotegi. A los pocos segundos, la Real marcó en una contra de manual. El tanto de Agirretxe fue un torpedo a la línea de flotación del Córdoba, que sintió el punzante dolor de la desesperación, que a veces es el carburante ideal para poner en marcha el más gripado de los motores.

Los donostiarras recularon y el Córdoba se lanzó a por los puntos de forma tan osada como conmovedora. Con Pino Zamorano mirándose ya el reloj en el descuento, el guardameta David Valle subió al área contraria para el saque de un córner. La acción, lejos de convertirse en un episodio folclórico o una concesión a la galería, terminó siendo decisiva. Las inmediaciones de Bravo eran una Feria en día grande. Con el estadio hirviendo, Cristian colgó el balón y Pierini, el capitán, desató el delirio con un gol que deja a 3 puntos la puerta de la salvación.

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