El día mundial de la mujer
Córdoba | castellón · el otro partido
El Córdoba homenajeó a sus aficionadas al celebrarse hoy el Día Internacional de la Mujer· El partido acabó en un éxtasis colectivo por el vibrante y positivo final
"¿Quién escribirá la historia de lo que pudo haber sido, yo que soñaba despierto y ya no sueño dormido?". Así comienza la canción "El día mundial de la mujer", de Andrés Calamaro. Con esa melodía de fondo, o sin ella, el Córdoba trató ayer de guiñarle un ojo a las que se visten con sus colores dejando atrás un pasado de complejos ridículos. De dimes y diretes. De "no me gusta que a los toros te pongas la minifalda". De puros rancios y rancios puros. De blanco y negro. Sin grises. Sin color. Sin el estupendo toque femenino.
Hoy no es rara la presencia de señoras en las gradas. Antes sí. Lo era en los tiempos de Rosalía Casas. La señora de 82 años que hizo el saque de honor ayer y cuyos ya cansados ojos han debido ver (suponemos) tantas y tantas cosas que hasta ofende presuponer que el acto la emocionara a estas alturas más de lo que lo puede hacer un tanto de Natalio o un despeje de Pierini.
Porque las mujeres chillan y gritan y sudan en el estadio igual que los hombres. Comen pipas o aplauden a los suyos con el mismo entusiasmo con el que ofenden y machacan cuando pueden en arameo al rival o al árbitro.
Algunas incluso tienen una lengua algo más que viperina porque saben mucho mejor dónde les duele a quienes calzan testículos. Porque (todavía) al fútbol profesional en España sólo juegan hombres. Ellos lo hacen por sí y por otras mujeres, las que les aman, que observan en la grada con pasión y vehemencia.
Féminas al fin y al cabo que desmontan también, con otro criterio más interesado pero igualmente interesante, el tópico aquel de que este deporte es cosa de hombres (como el brandy, la apnea postpandrial, la barriga cervecera y el palillo en la comisura de los labios).
Ayer, inmersos en esa celebración también, en la foto oficial del equipo sólo posaron mujeres y niñas. Equilibraron toda la testosterona que se acumula en todo futbolista antes de comenzar el encuentro. Por eso, puede ser, comenzaron con tan buen pie. Con un lanzamiento de falta de Cristian Álvarez muy sutil. Liviano. Como un beso más que un golpe. No fue un gol, pero fue una oportunidad. La oportunidad. Femenino singular. Como también se escribe con la consonante de Eva "la remontada". Que llegó de penalti. El penalti. Hombre y mujer. Equilibrio gozoso que fundió en un único abrazo a ambos sexos en un final (¿el final o la final?, que cada cual lo interprete como quiera según la importancia de los puntos ) digno de Agatha Christie (por citar a una escritora en lugar de a uno).
Convenimos pues -días como los de ayer ayudan a ello de manera singular- que las mujeres son iguales que los hombres en derechos. Que pueden saltar y llorar, gritar y mascullar, golpear de rabia y gemir de satisfacción. No hay ninguna norma de comportamiento especial para ellas (Dios nos libre) dentro de un terreno de juego más allá de las que limitan la propia educación y el rechazo a la violencia.
Entonces... Si en el cine, en el teatro, en la ópera no existe distinción de sexo a la hora de pasar por caja, ¿no es acaso un acto machista más el diferenciar a hombres y mujeres en las taquillas a la hora de sacar una entrada? ¿No resulta humillante y vejatorio considerarlas "especiales" y agruparlas con el colectivo de los infantes? Ayer guiñaron un ojo a las mujeres, pero sería bueno que el otro lo dejaran abierto mientras tanto. Para ver mejor.
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