Córdoba | albacete · la crónica

Otro caramelo podrido

  • El décimo empate El Córdoba vuelve a revivir su pesadilla en El Arcángel al encajar un gol de falta en el tiempo de prolongación Escándalo El árbitro se retiró con protección tras dar por suspendido el pleito

Otro escándalo. Otra frustración. Otro empate en el descuento. Otra ocasión desperdiciada del modo más lastimoso. Los jugadores blanquiverdes, en estado de shock en el centro del campo tras el cruel puñetazo de un gol en el alargue, aguardaban no se sabe qué mientras las gradas entonaban la banda sonora del desastre y el árbitro decidía si prolongar la grotesca escena o hacer mutis bajo los escudos de la policía. Hubo un amago de seguir, pero señaló el túnel de vestuarios y desató el caos. Fue un fin de año dantesco en El Arcángel, un dejà vu que echa vinagre en las heridas del cordobesismo. Mientras en la caseta todo el mundo se preguntaba por qué sucedió de nuevo, en el vacío estadio resonaba el eco de cánticos contra el estamento arbitral y la Federación. Lo desgraciadamente habitual. El Córdoba engarzó su décima igualada en una racha sin parangón. Estuvo más cerca de la victoria, pero se puso a bailar encima del alambre de forma inopinada. Hasta que el árbitro le dio el último empujoncito y lo tiró. Y tendrá que levantarse porque no le queda otra.

Se suele decir, casi siempre por pura cortesía, que en un equipo no hay nadie imprescindible, pero ayer resultó evidente que hay jugadores muy necesarios para que el Córdoba mantenga un nivel de competencia aceptable. Al menos, el mínimo exigible para doblegar a una formación deprimida como el Albacete, que le echó ganas mientras los anfitriones sesteaban en un primer tiempo inusualmente desangelado. La milagrosa recuperación de Arteaga dejó al sevillano en el banquillo. De la influencia del zurdo en los sistemas ofensivos blanquiverdes hablan las estadísticas, pero su ascendencia en el once va más allá de los números: si él no está, se produce una irritante anemia de creatividad. Parece que las oportunidades llegan por casualidad, cuando surgen. Y hubo pocas en el primer acto. Llegadas, sí; pero lo que se dice oportunidades, disparos a puerta, contragolpes francos y todo ese tipo de acciones electrizantes que levantan al público de su asiento, nada. Tampoco figuró en el inicio Javi Moreno, un futbolista peculiar y que siempre genera, haga lo que haga, inquietud en las defensas rivales. Se las sabe todas y es capaz de aguantar cualquier balón que caiga desde las alturas para entregarlo de cara a quien venga con ganas de romperla. Arthuro es otra cosa. Es un finalizador. Y, claro, es complicado ponerle un final a cosas que ni siquiera empiezan. Al brasileño no le llegó material rematable porque Guzmán anduvo errático en su banda y, en la otra, Juanlu enfocó su hiperactividad hacia la jugada individual y el trallazo inesperado que siempre se estrellaba en alguna pierna contraria.

El Albacete asomó la carita a El Arcángel y no se la partieron en el primer momento, como era de esperar dados los antecedentes del duelo: un Córdoba en crisis tolerable, con cinco jornadas sin ganar, ante un cuadro manchego en quiebra futbolística, con el descrédito como una segunda piel y un entrenador, Quique Hernández, cuestionado desde todos los flancos. Sólo en momentos puntuales el Alba ofreció los síntomas más usuales de los equipos hundidos. Hubo algún furioso patadón para sacar el balón del área, gestos crispados y alguna conversación subida de tono entre unos jugadores atenazados por la presión y, en líneas generales, con la firme y unánime pretensión de dar una solución digna al partido -puntuar como sea e incluso caer con decoro- antes de embocar otra semana más de cábalas y rumores. Ése era el Albacete que entró en el estadio. Media hora después, el presunto muerto recobró pulso, aliento y sangre. Con una retaguardia nutrida, a la que el talentoso Barkero apoyaba desde el pivote, se dedicó a entorpecer primero y a permitirse después ciertas veleidades en ataque.

Lo mejor que hizo el Córdoba fue un remate al aire de Arthuro desde dentro del área tras una dejada de cabeza de Asen a los diez minutos. Se reclamó penalti. La hipersensibilidad de la parroquia cordobesista hacia los árbitros se dejó sentir. Al Albacete le falta -entre otras cosas- un referente arriba. Por eso exprimió las jugadas a balón parado y las arrancadas raciales. Como una de Ferrón en el minuto 36, escapando del fuera del juego para plantarse solo delante de Valle. El meta le metió la mano en la bota y le segó la pelota con habilidad. Por entonces ya había quedado claro que la efervescencia inicial del Albacete no respondía al típico cliché de conjunto que quiere demostrar, antes de que se le haga demasiado tarde, que no es tan endeble como retrata la clasificación. El Córdoba le ayudó y el pleito se desarrolló por unos inesperados cauces de equilibrio. Nadie mandaba. Había muchos obreros, pero faltaban jerarquía y arrojo para buscar soluciones distintas. Una falta lanzada por Baggio que salió a córner tras tocar en un defensa y un trallazo desde lejos de Katxorro, que terminó del mismo modo, fueron las últimas situaciones de tibio riesgo en las porterías.

Después de pasar todo el final de la primera parte correteando por la banda, Arteaga salió tras el intermedio. Una nueva vida comenzó para el Córdoba. Es posible que no estuviera en su mejor forma -los pronósticos médicos hablaban de su retorno para el año que viene-, pero apenas se le notó. El sevillano alborotó el partido como es su costumbre. Envió dos regalitos a Arthuro, pero en uno disparó al lateral de la red y en otro se aturulló de mala manera. Paco Jémez sacó del campo al brasileño y colocó a Javi Moreno. Tres minutos después, el delantero de Silla había firmado el 1-0 a pase, cómo no, de Arteaga. Al final, la receta que mejor sabe siempre es la clásica, la de toda la vida. El nueve blanquiverde mandó a por uvas a su marcador y, desde el suelo, porfió para meter la punta del pie y batir a Valbuena. La gente se volvió loca. El arreón desesperado del Albacete provocó cierta congoja, que los vítores de un graderío implicado trataron de aplacar. Meyong Ze mandó un torpedo al palo, el Córdoba se enredó, el árbitro decretó tres minutos de prolongación... y volvió a suceder. Barkero envió una falta el fondo de la red superando a la barrera. Ni siquiera se pudo sacar de centro. En pleno caos, Pérez Riverol dijo basta.

Córdoba: Valle; Dani, Pablo Ruiz, Aurelio, Diego Reyes; Guzmán (Arteaga, 46'), Acciari, Katxorro, Juanlu (Pineda, 81'); Asen y Arthuro (Javi Moreno, 66').

Albacete: Valbuena; Alegre (César Díaz, 81'), Baggio, Noguerol, Peña; Ferrón (Xavi Jiménez, 73'), Begoña (Meyong Ze, 73'), Morán, Barkero, David Bauzá; Calandria.

Árbitro: Pérez Riverol (Comité Tinerfeño). Amonestó a los locales Acciari, Diego Reyes, Arthuro y Aurelio y a los visitantes Iker Begoña, Peña y Diego Alegre.

Goles: 1-0 (69'. Javi Moreno. 1-1 (92') Barkero.

Incidencias: Partido de la decimoséptima jornada de la Liga BBVA, disputado en El Arcángel ante unos 9.000 espectadores, con terreno de juego en perfectas condiciones.

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