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Al borde del colapso total

  • Los jugadores evidencian su pesar en un entrenamiento que contó con la presencia de Rafael Rojas y de Emilio Vega · El Consejo, reunido ayer, no se pronunció sobre la continuidad de José González

Tras la muerte no hay placer alguno. Eso decía Cicerón. Ni en vida están vivos los jugadores del Córdoba. Deportivamente hablando, claro. Ayer, los rostros antes, durante y, sobre todo, después del entrenamiento en todo el recinto de El Arcángel iban entre el rojo vergüenza y el amarillo hepatítico. Nada bueno en todo caso.

En cierto modo, por los gestos, las reacciones y las actitudes se empieza a vislumbrar a quién le trae un tanto al pairo el asunto y quién está sufriendo porque le duele. Independientemente de que todos cobren igual por hacer su trabajo. Aunque lo hagan mal.

Nada más empezar la sesión, un grupo de entre los albañiles que ejecutan las obras del faraónico e inacabable recinto deportivo recordaron la situación actual a los futbolistas ("A Segunda B", les gritaban desvergonzadamente). Javi Moreno y Julio Iglesias, dolidos, les reprocharon airadamente su actitud y les instaron a decirles lo mismo a la cara. No lo hicieron.

La sesión fue más callada que de costumbre. Los futbolistas se empleaban con fuerza como, es de suponer, acto de contrición. Faltaba cilicio vengador. Y eso que al cabo de un rato apareció sobre el verde Emilio Vega, el director deportivo. Móvil en mano que tecleaba con fruición. Hablaba con José a veces, otras no. Se alejaba para según qué llamadas y alimentaba a los periodistas que, desde el palco, interpretaban como improvisados psicólogos cada gesto como una encubierta confesión de cambio.

Miraba Emilio a todas partes, especialmente a la zona del terreno de juego donde se entrenaban sus muchachos. Los mismos en los que tanto confiaba ciegamente durante el mercado de invierno. Los mismos que, ahora, miraban de reojo a la banda (o a su futuro lejos del Córdoba).

A los vestuarios se fueron marchando en gradual y ordenada retirada. Sin hablar entre ellos. Con la cabeza gacha y un sobreentendido sentimiento de pesar. Les esperaba una rueda de prensa que podría haber sido eléctrica, incendiaria. Pero no fue tanto. Sonó a repetitiva.

Porque Juanlu se desmarcó con sutileza sobre su inoportuna expulsión de última hora alegando a la mala suerte o a la eterna maldad de los colegiados; Guzmán recurrió a aquello de "hay que pelear" y Pierini… Pierini, simplemente, estaba a punto de romper a llorar cuando reconocía la dura y triste realidad. Él seguro que ayer no descansó.

La tarde no fue sino la continuación de la tensión. Mientras Cordobamania anunciaba en su web que no lucirá un espectacular tifo que han tardado semanas en hacer ante el Xerez por vergüenza (ajena, por supuesto), en todas las tertulias radiofónicas (todas) se escuchaban duras palabras. Puñales directos a la vergüenza torera de los protagonistas de esta película de terror de incierto (cada vez queda menos suspense) final. Incluso había quien postulaba posibles soluciones basadas en cambios de técnicos, dando posibles nombres como candidatos a gobernar una nave que navega a la deriva y que, por la impresión que desprende, no tiene un capitán conveniente al mando. Lucas Alcaraz, Antonio Gutiérrez, Pedrito... todas alternativas explicadas por uno u otro razonamiento. Todos, de momento, sólo meras conjeturas hasta que pase el choque frente al Xerez del próximo domingo.

La noche entraba entre reuniones. La del Consejo y la de los distintos corrillos y foros del cordobesismo. Las circunstancias hicieron que pareciera ordinaria. Pero no pasó nada. De nada. A pesar de las horas de espera. A pesar de la coyuntura, el final del día no acabó entre terremotos.

No habrá novedades. De momento, claro. Ni marejada alguna. Bueno, ninguna que no sea la que provoca la simple contemplación de la clasificación. La misma que condena al infierno. La misma que ellos mismos se han buscado por su propia falta de competencia y eficacia sobre el terreno de juego. Ahora tienen que lidiar con un reto imposible en un ambiente de miedo irrespirable. Hoy, jornada de descanso. Y seguirán las cábalas.

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