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20 años en el aire

  • El pasado día 7 se cumplieron dos décadas de la consagración de Michael Jordan como estrella mundial del baloncesto, que sucedió durante el fin de semana de 'All Star' de 1988, disputado en Chicago

Esperaban una estrella y encontraron un mito. La leyenda de Michael Jordan comenzó hace ahora dos décadas, el 7 de febrero de 1988, en el ya derruido Chicago Stadium de Illinois. Antes de esa fecha, Air ya había dejado detalles de su talento. Un tiro suyo dio el título a North Carolina en la Final Four universitaria de 1982. Fue el líder del equipo olímpico de EEUU en  Los Ángeles ‘84. Anotó 63 puntos en el Boston Garden, la noche en que, Larry Bird dixit, “Dios se vistió de jugador de baloncesto”. Pero fueron detalles menores. Con Julius Erving retirado desde abril de 1987, la Gran Liga tenía una vacante en su olimpo. Y la encontró en la mayor reunión de estrellas del baloncesto que jamás se haya dado: el All Star Game de Chicago ‘88.  Aquel día sólo hubo un nombre: Micheal Jordan. Buscando a Hércules, el baloncesto halló a Zeus.

En aquel momento, la NBA se resumía en el pulso entre los Celtics de Larry Bird y los Lakers de Magic Johnson. La dicotomía de dos estilos que representaban a los dos extremos –también a las dos razas– de EEUU llevó al baloncesto a un punto álgido, siempre bajo el prisma del éxito comercial que suponen las audiencias televisivas. La Liga necesitaba un último gran golpe para consolidar su éxito. Y un Jordan imparable lo dio.

El primer punch llegó el 6 de febrero de 1988, en el concurso de mates. El propio Jordan y Dominique Wilkins –su gran rival anotador, enrolado en las filas de unos Hawks que disputaban a los Bulls el control de la División Central– partían como favoritos. La competencia, brutal, fue elimando talentos hasta enfrentar a Air y The Human Highlight Film en la final. Un duelo directo e inédito.

Jordan arrancó la serie definitiva con un mate de espaldas, estético, elegante, lírico. Wilkins replicó con la versión dura, potente, física del mismo movimiento. Ambos lograron 50 puntos, la máxima valoración. En el segundo envite Jordan creó un escorzo lateral acompañado de un movimiento de piernas que no convenció a los jueces, que lo calificaron con un 47. Wilkins se aseguró la ventaja con su clásico Tomahawk, elevando la testa a la altura del aro. Air necesitaba un 50 para ganar el concurso. Se acercó a Julius Erving, que le aconsejó el salto que le hizo campeón del concurso de la ABA en 1976. Jordan asintió, pidió espacio y se fue al otro lado de la cancha. Recorrió toda la vertical del parquet y saltó desde la línea de tiros libres. El público, su público, estalló. El jurado le dio 50 puntos. Un nuevo Tomahawk de Wilkins, esta vez a dos manos, sólo valió un 45. Jordan se impuso, aunque con una sensación general de favoritismo. Campeón, pero con polémica. Estrella, pero discutida.

24 horas después, llegó el All Star Game. La ventaja del público era para Jordan; la del técnico (Mike Fratello, de los Hawks), para Wilkins. El partido fue una batalla de estrellas en busca de un único triunfador. De la pléyade de leyendas, sólo Larry Bird claudicó. En el Oeste, Magic Johnson repartió 19 asistencias, llevando a Karl Malone y Akeem Olajuwon a anotar más de 20 puntos. En el Este, Wilkins y Jordan se repartían la anotación que generaba un Isiah Thomas negado en el tiro pero brillante en el pase. En el último cuarto, con el Este diez puntos arriba, Magic empezó a generar juego e igualó la contienda. Quedaban exactamente 5:51 para el final del encuentro. Y surgió Michael Jordan: el escolta anotó 16 puntos en ese tramo, elevando su anotación hasta 40, a sólo dos puntos del récord de Chamberlain. Wilkins se diluyó. Al término de la encuentro, la estadística de Air contemplaba 40 puntos, 8 rebotes, 4 robos, 4 tapones y 3 asistencias. Jordan fue MVP del choque por aclamación.

“Por primera vez me he sentido aceptado por mis compañeros”, afirmó Mike tras el encuentro. Esa aceptación, con el paso de los años se fue convirtiendo en respeto. Después, en miedo. Al final quedó el pavor. En las siguientes diez temporadas, de las que sólo disputó ocho, Jordan fue cinco veces Mejor Jugador de la NBA y seis campeón. El día de su adiós definitivo, en 2003, se le calificó como el mejor jugador de todos los tiempos. Su leyenda, no obstante, arrancó en febrero de 1988. Veinte años atrás.

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