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Zidane, el arquitecto del éxito

Cuando Sergio Ramos entró en el vestuario del Real Madrid en la noche del martes, saludó a Toni Kroos, chocó después la mano a Cristiano Ronaldo y repitió el gesto con Varane. Luego le llegó el turno a Zinedine Zidane: ahí ya no hubo palmadas. El capitán y el entrenador se fundieron en un abrazo de varios segundos.

"¡Vamos, joder!", gritó Ramos cuando tenía entre sus brazos a Zidane, minutos después de que el Real Madrid se clasificara a su tercera final consecutiva.

El conjunto blanco había sufrido como pocas veces antes. "En el fútbol tienes que sufrir. No puedes conseguir cosas en la Champions sin sufrir, y es aún mejor, más bonito. Para el corazón, un poco complicado, pero hay que estar tranquilos", dijo Zidane en la rueda de prensa.

El técnico francés es el arquitecto de este Real Madrid que va camino de imponer una dinastía en Europa. Zidane llegó en enero de 2016 al banquillo blanco y desde entonces ha ganado dos Champions consecutivas y ha superado todas las eliminatorias que ha disputado en la máxima competición de clubes del mundo. Ha ganado dos veces a Bayern, Atlético y Juventus y también ha dejado por el camino a equipos como el Paris Saint-Germain o el Manchester City.

El Real Madrid está ahora a 90 minutos de hacer lo que nadie ha hecho desde el Bayern en los 70: ganar tres Copas de Europa seguidas. Para llegar a este escenario ha superado situaciones de lo más diversas. Ha ganando jugando bien, sufriendo, apabullando, en un mal día, con actuaciones estelares de un futbolista o con un juego coral. Domina todos los registros, es un equipo camaleónico.

En los primeros meses en el cargo, Zidane recibió muchas críticas por tener un once titular inamovible. En los partidos importantes siempre jugaban los mismos, muchas veces independientemente del estado de forma. El éxito le daba la razón.

Esta temporada ya no hay un once tipo para Zidane, que no ha repetido alineación en los cuatro partidos entre cuartos y semifinales de la Champions. Por el banquillo han pasado Bale, Benzema, Asensio, Isco e incluso Casemiro, que era un fijo.

Otro de los grandes méritos del técnico francés, quizás el que más rédito le ha dado, fue convencer a Cristiano Ronaldo de que tenía que dosificarse. El portugués llegaba extenuado a la fase decisiva. Ahora está fresco.

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