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Sábado sacro en Santo Domingo

  • Contra el último El Córdoba visita al Poli, cuyo tono celeste se ve distorsionado por el rojo del farolillo que porta Papeleta El triunfo daría alas y la derrota recrudecería el hedor a descenso

Partido salvaje en Almería, foco del spaghetti western. En el desierto de El Ejido, lógicamente, prima la sed. Y el Córdoba está dispuesto a dejar al Poli sin una gota de agua, ese bien tan preciado. Partido para hombres valientes y al mismo tiempo serenos en Santo Domingo, adonde el conjunto de José González acude en busca de su particular resurrección. Es sábado, pero qué más da. Es el día, es la hora.

Con nueve jornadas por delante, el Polideportivo Ejido tiene un pie en Segunda B. Es colista de la Liga BBVA con 30 puntos, siete menos que un Córdoba que en caso de ganar dejaría a los celestes a una decena de puntos, amén de superarles en el goal average particular. O sea, un mundo, prácticamente un rival menos en la lucha por eludir una de las cuatro últimas plazas a mediados de junio. Los blanquiverdes vengarían la afrenta de la primera vuelta -entre Gardeazábal Gómez, Castells y un despiste en la marca de Pierini se fraguó el 1-1 en el minuto 95- y alcanzarían la barrera de los 40 puntos, lo que constituiría un espaldarazo moral que va más allá de los fríos números. Números fríos, sí, pero tan calientes...

El Poli es un animal herido, uno de esos proyectos que apuntan alto y se desmoronan, con pies de barro. Luis César Sampedro dejó la obra incompleta en el ecuador de la competición y el alfarero desde enero es Fernando Castro Santos, un viejo conocido de El Arcángel. El preparador gallego obró sendos milagros con los equipos que hoy se enfrentan en las temporadas 01-02 y 02-03, respectivamente. En ambos casos fue el artífice de la permanencia, ese objetivo tan anhelado.

Saldrá el Córdoba a por los puntos con las uñas largas y los dientes firmes, porque esta tarde se juega mucho. En el encuentro de hoy se antoja fundamental el control de los primeros minutos, en los que el cuadro almeriense tratará de amedrentar con su fútbol directo. No habría nada peor que acusar esa salida en tromba y verse por debajo en el marcador ante un bloque que se ha afianzado en casa y no duda en protegerse con cinco atrás, dos pivotes sólidos y tres puntas a la aventura. ¿Les suena? Sí, es el modelo del Eibar, ése que hizo tanto daño siete días atrás. No obstante, se prevé que la trascendencia del envite empuje a Castro Santos a apostar por el 4-2-3-1.

José insiste en que sus jugadores están siguiendo el camino correcto. Van captando sus ideas y las van poniendo en práctica, aunque pequeños detalles como el latigazo de Codina sean capaces de desnudar cualquier planteamiento. El nuevo Córdoba es un combinado cimentado en la seguridad defensiva, ajeno a aquellos osados planteamientos de Paco Jémez. Primero hay que saber manejarse con el escudo y luego, con la espada.

Por ello, no habrá grandes cambios en la alineación. El técnico gaditano recupera a Ito, quien ha superado su cuarta sanción en este campeonato y debe hablar, al menos en el campo. En Castellón fue el capitán en ausencia de Pierini y cometió un absurdo penalti que obligó a sus compañeros a remar con más fuerza de la recomendable. El de Almendralejo se postula como la única novedad en el once para apuntalar el doble pivote en detrimento de un Katxorro que puede aportar más sentido al juego en el segundo tiempo, con el rival cansado. Ése es el rol que de momento acatan Arteaga y Javi Moreno, dos estrellas condenadas al banquillo. Quién lo diría. Ellos tres fueron los relevos en Castalia, y los dos últimos también salieron como revulsivos frente al Eibar.

Asimismo, González ha inyectado más frescura a la convocatoria con Guzmán, proyectil el curso pasado y ahora bala de fogueo. Han vuelto a quedarse fuera de la lista los lesionados Aurelio y Endika, al tiempo que la incómoda nómina de descartes incluye a dos laterales, Dani y Rubén, y al único canterano de la plantilla, Javi Flores. Los de la casa lo sienten más y yo siento que Javi no esté, pero hay que morir con lo que hay. ¿Dije morir? No, mejor matar. Como en las películas del Oeste, pero en Poniente. Y que Dios -si existe, va siendo hora de que se muestre- los pille confesados.

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