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El Real Madrid revienta

  • El fútbol de mentira de Mourinho se funde ante el ritmo arrollador de la máquina azulgrana · El prematuro ¿adiós? a la Liga podría mutar en positiva liberación

El Real Madrid ha reventado y hoy existe la sensación de que no hay aparato mediático ni ánimo exógeno alguno que lo sostenga. Lo que no es posible es imposible y el ritmo de competición que desde el tañido inicial en esta carrera de dos marcó el Barcelona sólo está al alcance del propio equipo azulgrana. El caramelo de la cita del Bernabéu, a falta de once días, está prácticamente consumido porque el equipo capitalino, tras su debacle ante el Sporting, ha acabado fundido.

Es más, echando un vistazo esta semana, en la que el Barça recibe al Almería y el Madrid viaja a San Mamés, es incluso posible aventurar que el clásico se dispute con más puntos de diferencia entre ambos que los ocho existentes en la actualidad.

Con la perspectiva que ofrecen los kilómetros, da la impresión de que el vestuario madridista se siente hoy liberado. No es que saber que la Liga se les ha puesto en chino seduzca a su gente, pero ésta sí sabe que ahora no tendrá que ir siempre con la lengua fuera, a un ritmo imposible al que se ha negado a renunciar hasta que su organismo ha dicho basta.

Con esta asunción relativamente temprana -el Madrid ya no puede ganar la Liga, sólo puede perderla el Barcelona-, por mucho que el laureado club merengue no deba dar a torcer públicamente el brazo, a José Mourinho y sus futbolistas se les ha liberado el alma. Sería aventurado decir que se sienten menos presionados, porque igual se ven más obligados en otras tareas, pero sí que van a afrontar éstas, la final de la Copa y el tramo final de la Champions, con las ideas infelizmente aclaradas.

Los reiterados mensajes de su entrenador, casi siempre en tono de queja y reivindicación, han resultado ser a la postre advertencias de lo que veía venir y estaba obligado a callar: el Barcelona es mejor equipo y en una carrera a tantas vueltas es hoy invencible.

Otra cosa es lo que vaya a ocurrir en la final del Miércoles Santo en Mestalla. A un partido los favoritismos se reducen y antes de eso se conocerá ya el futuro europeo de ambos. Despejado, y más ahora, para el Madrid, el Shakhtar es una amenaza muy real para el Barcelona. Tras la doble cita continental y cuatro días antes de la final de Copa llegará el cada día más descafeinado duelo liguero del Bernabéu, previo a su vez a esas semifinales europeas que todo el país añora. Es en la Champions, su competición, donde el Madrid alberga más opciones de voltear su suerte.

Como colofón al estropicio perpetrado por el sportinguista De las Cuevas, hay que empezar a mirar el calendario completo y ver la posible lista de damnificados si la Liga se resolviese el 16 de abril en el coliseo de la Castellana a falta de seis jornadas. El Betis aún pena los efectos del 2-6 de hace dos temporadas en idéntico escenario, que permitió, entre otros resultados repugnantes, que Osasuna venciese en los estertores del campeonato a Barcelona y Madrid como pasaporte para su salvación y condena de los verdiblancos.

tiranía resultadista

"Pero gana". Era la frase más escuchada con los calores cuando el Madrid contrató a Mourinho. Ese halo resultadista que siempre protege al portugués puede perder su efecto luminoso en unos días. Con la Liga ya en tenguerengue, al madridismo y a toda la hagiografía que lo venera cirio en mano no le quedaría un solo argumento en su poder si sigue perdiendo. Aunque es posible incluso que alguno lo encontrara.

Florentino, en contra de la opinión de Valdano, firmó al portugués porque solía ganar y, sobre todo, porque le ganó una vez al Barcelona e hizo tanto ruido que parecieron cuatro. Poco le importó al mandamás madridista el fútbol de sus equipos anteriores, ese perenne jugar a la mentira, al contraataque, incluso frente a rivales visiblemente más débiles. Fiándolo todo al enorme poderío físico de su plantilla y a la calidad individual para desatascar todos los partidos, la inexistencia de fútbol, de una idea, ha aflorado en el momento más inoportuno -o más oportuno si la liberación la reconduce bien-.

El hombre por el que su presidente incluso traicionó la clase que cultivó y defendió Santiago Bernabéu -"señorío es reconocer los méritos y victorias del adversario, pero también reconocer lo que es injusto y denunciar esas acciones irregulares, como hace nuestro entrenador", llegó a decir hace un mes-, se siente hoy más obligado que nunca a ganar. Nadie lo va a acusar de haber reventado al Madrid, pero es apenas lo que ha hecho a la fecha. Cuando miró al banquillo, se estrelló. Estaba sin rodar y, sin Cristiano Ronaldo, el equipo se expone a que el balón no le entre. Y ese día no gana. Y detrás no queda nada.

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