Hay mundos perfectos, días que no deberían acabar nunca. Ayer el discurso del Prasa fue impecable. La receta fue sencilla: serios atrás y alegres arriba con Vilches vestido de Papa Noel dando un sinfín de regalos a su afición y con Lubián disfrazado de correcaminos volando sobre la pista.

En contra, La Coruña un equipo que cuando viaja a Pozoblanco es como si viniera al matadero. El equipo vallesano enfocó bien el partido, defendió bien y no dejó que los gallegos jugaran con su pivote Raúl Bartolomé. Al OAR le costaba un mundo hacer gol, mientras que el Prasa lo hacía con suma comodidad ante las facilidades de la portería gallega.

Por el contrario, la meta del Prasa vivió dos películas diferentes. En la primera no estuvo a buen nivel, pero en la segunda mejoró y permitió las contras letales de los vallesanos. El Prasa cobró muy pronto, a los 10 minutos de partido, una ventaja de cuatro goles que fue administrando durante todo el partido hasta el final, cuando sí supo jugar los últimos minutos alcanzando una renta de 11 goles. La Coruña se desangró y el técnico gallego no pudo aplicarle el torniquete que evitara la avalancha de goles del Prasa. Si el partido dura más hubiera acabado con un marcador aún más escandaloso. Y al final, el espectacular Espigol apareció para brindarle los goles a su abuela, desaparecida esta semana.