El Córdoba se estrelló en la primera comparecencia de José González en El Arcángel. El equipo apeló a la calma desde el inicio y al final le faltó tiempo y precisión para enmendar el golazo de Codina, protegido con uñas y dientes por un Eibar rocoso, un muro de hormigón amparado en una zaga con tres centrales y dos carrileros y dos pivotes de carácter defensivo. Visto lo visto ayer, a uno se le quiebra la voz al proceder a la cuenta atrás de un campeonato cada vez más torcido.

Defensa

El Córdoba empezó sereno, sin aspavientos. La feroz presión ordenada por Paco Jémez ya es historia. La idea era juntar las líneas y no desfondarse, regulando las energías. Por eso, los delanteros no inquietaron a Iván Cuéllar en sus saques. Por eso, ambos conjuntos combatieron cada córner con todos sus efectivos. Por eso, ningún blanquiverde fue amonestado antes del descanso. Por eso, la primera mitad tuvo tan poca chispa.

El Eibar ofrecía la movilidad de Codina y Del Olmo, desde los costados, y Yagüe, solo arriba. Éste representa un modelo distinto al que protagoniza Goiria: rapidez frente a contundencia, físico liviano frente a tanque. Les buscaron las cosquillas a Pablo Ruiz y Pierini, pero sin rematar entre los tres palos.

Transcurrido un cuarto de hora del segundo acto, el Córdoba no había pasado ningún tipo de apuro. El partido, más allá de la falta de mordiente ofensiva, estaba controlado. De repente, en un saque de banda sin peligro -o eso parecía-, Codina pilló adelantado a Julio Iglesias y El Arcángel enmudeció. Poco más hizo el Eibar, salvo amenazar con cazar alguna contra. Ni siquiera la entrada de Goiria deparó algún sobresalto reseñable.

Ataque

No hubo salida en tromba, ni mucho menos: la consigna era no rifar el cuero. Con Arthuro y Asen arriba -el madrileño se descolgó pronto en busca de la pelota- y Katxorro al mando de las operaciones -Acciari tocó bien, pero en horizontal-, los laterales subieron sin éxito. No se rentabilizó la superioridad numérica en los límites de la cal. Así, sin clarividencia en las combinaciones, Juanlu o Katxorro probaron fortuna desde lejos.

Capítulo aparte merece la estrategia, tan enfatizada por José. El gol anulado a Asen llegó en un córner -centro de Cristian Álvarez y toque previo de Arthuro-, e Iván Cuéllar blocó un testarazo de Acciari en otro envío desde el banderín. Asimismo, Mario se disfrazó de Juanmi en tres saques de banda al corazón del área. Los centrales se incorporaron en todas las acciones a balón parado.

Como había ocurrido en Castalia, González aplicó la fórmula mágica para cambiar la dinámica el choque: Arteaga y Javi Moreno al campo, en el mismo lote. Con Asen sobre la hierba, se reeditaba el fabuloso tridente que deslumbró en Segunda B. Sin embargo, el súbito tanto de Codina nubló las tentativas de los anfitriones, ya de por sí dispersas. El 5-4-1 azulgrana era pétreo y apenas dejaba motivos para la esperanza.

El técnico pedía paciencia y toque. Era mucho pedir: el bloque estaba angustiado. Aun así, Javi Moreno encontró una laguna y sirvió un balón de oro a Asen, quien cabeceó fuera. Con más tesón que otra cosa, el madrileño, Arteaga y Juanlu buscaban algún resquicio, aunque siempre rodeados de rivales.

A falta de siete minutos, el entrenador quemó sus cartuchos con Julio Pineda, relevo de Asen. O sea, nada de volverse locos: uno por otro. Sí fue una medida desesperada la subida de Pierini, dispuesto a marcar el gol del (casi) cojo. En dos faltas laterales propicias, ambas a pie cambiado, Arteaga se pasó de rosca. Y la lotería no tocó.

Virtudes

José González murió con sus ideas: posesión, pausa, cambios lógicos. Poco a poco. Pero no era el día, y está por ver si es el año.

Talón de aquiles

El Córdoba careció de frescura en ataque y no supo mancillar el entramado del Eibar. El gol llegó en una jugada sin aparente peligro.