Deportes

Orgullo de campeón, in memóriam

  • España rindió homenaje a Miki Roqué luciendo brazaletes negros en señal de luto y con un pase épico a la final que acerca el título · Portugal fue el primer rival que no varió su estilo ante España y salió a presionar

Las redes sociales marcaron las horas previas del encuentro. Los aficionados saben que no habrá minuto de silencio en memoria de Miki Roqué. En twitter se mueve un homenaje especial que quieren cumplir. En el minuto 26, el dorsal que lucía, corearán con todas sus fuerzas el nombre del futbolista bético fallecido con tan sólo 23 años. Estuvo en la mente de todos en el Donbass Arena. También en la de los jugadores españoles, que quisieron dedicarle el pase a la gran final. Portaron brazaletes negros en señal de duelo y esperan el domingo dedicarles el último homenaje: el título de campeón de Europa.

Y ese objetivo está más cerca después de alcanzar la tercera final en cuatro años. Ya está a un paso de su mayor hito en la historia, al poder convertirse en la primera selección en conquistar la triple corona, tras una semifinal durísima ante Portugal, en la que acabó sacando el orgullo del campeón.

La selección no podía fallar al millar de aficionados desplazados. En Kiev, seguro, habrá más. La imagen habitual por Donetsk es ver camisetas de Ucrania y banderas de España pintadas en las caras de los aficionados. Son tímidos y respetuosos. Miran con sorpresa a los verdaderos seguidores españoles. Son inconfundibles. Disfrazados de toreros, de futbolistas o con trajes de flamenca. Sin parar de cantar y divirtiéndose al máximo en las horas previas a la gran cita.

Después sufrirían porque el conjunto luso fue valiente. La primera selección que no pierde su identidad y mira a los ojos a la campeona del mundo. Heridas del pasado aumentaron las ganas sobre el rival y 48 horas más de descanso le dieron un punto mayor de intensidad para llegar antes a los balones divididos. Paulo Bento se confirmó como un técnico con personalidad. No entregó el balón a España para encerrarse en su terreno y buscar el contragolpe letal que posee con Cristiano Ronaldo y Nani. Decidió morder arriba. Presionar la salida de balón. Asfixiar a La Roja.

Del Bosque volvió a acertar con unos cambios que, de no salir bien, habrían provocado una lluvia de críticas. Pero le dieron resultado. Quitó la figura de un nueve y metió a Cesc. El socio perfecto para la velocidad en las bandas de Jesús Navas y Pedro Rodríguez. Si España moría, lo haría con descaro.

Fue cuando La Roja comenzó a recuperar sus sensaciones. A adueñarse del balón y llegar a área rival. Cuando el físico parecía jugar en contra por las 48 horas de ventaja de Portugal, su rival se había vaciado sobre el césped. España se exhibió en la prórroga, desperdició ocasiones y se encomendaba a la tanda de penaltis. A San Iker. A los futbolistas que hace cuatro años derrumbaron el muro psicológico de los cuartos para convertir a la selección en una máquina de ganar.

Casillas cumplió con su papel y el destino tenía dos guiños reservados. El primero, a Sergio Ramos. Su penalti a la grada del Santiago Bernabéu en semifinales de Liga de Campeones ante el Bayern provocó la mofa de todo el país. Se quitó la espina con una demostración de personalidad. Lanzando a lo Panenka. Silenciando a los que en su día ironizaron contra él.

Falló Bruno Alves como si el fútbol pudiese castigar a un jugador que no paró de hacer faltas y explotar la otra cara del juego yendo siempre al límite. Y ahí estuvo Cesc de nuevo. Como hace cuatro años ante Italia cuando no lanzaba un penalti en un partido desde que era cadete y se convirtió en el héroe ante Buffon. Se lo pidió a Toni Grande. No quiso tirar el segundo y solicitó el quinto. Esta vez para alcanzar la final.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios