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José tocó lo que funcionaba

  • Con 0-2 y el partido controlado, el técnico quebró la columna vertebral · Un minuto después, el Elche inició la remontada ante un equipo muy atemorizado

A José González le dio un ataque de entrenador en el momento más inoportuno de todos. El técnico gaditano había dado otro aire al equipo con la remodelación de la alineación, hasta el punto de cobrar una ventaja de dos goles en el Martínez Valero de Elche. Justo entonces, al gaditano no se le ocurrió otra cosa que sacrificar al bigoleador de la tarde (Arthuro) para meter a otro defensa, Antonio. La propuesta no era amarrar con una defensa de tres centrales, sino pasar a un dibujo 4-1-4-1, con Pablo Ruiz como pivote único -el riesgo era máximo, porque estaba amonestado-.

Por ahí se desangró un equipo que no asimiló la reestructuración: encajó el 1-2 de inmediato y quedó a merced de un Elche más enchufado, más consistente, mejor en líneas generales.

Su agresividad sí fue productiva; la del Córdoba, al final, resultó vergonzosa. Ya van cuatro derrotas consecutivas. Es un pozo sin fondo.

Defensa

José no modificó su retaguardia preferida (Mario-Pablo Ruiz-Pierini-Diego Reyes) en la selección del once. El Córdoba sufrió en el primer periodo por el brío de un adversario punzante, que practica un fútbol vistoso y con variantes. Rubén, por abajo, y Noel Williams, por arriba, mantenían en jaque a los pivotes y a los centrales. No obstante, el bando visitante capeó el temporal e incluso trató de adelantar las líneas.

La segunda parte, sin embargo, fue un despropósito. El Elche se lanzó a por todas a raíz del 0-2 y encontró la colaboración de su rival. El reajuste táctico de José González trasformó al Córdoba en un conjunto agazapado, sin firmeza para contener las embestidas franjiverdes ni criterio para mantener la posesión del balón. Fueron llegadas por todos los flancos, una catarata de ocasiones que desbordó a los laterales y colmó de balones peligrosos el área de David Valle. El portero no tuvo la culpa, por supuesto.

Ataque

José apostó por Guzmán y Arteaga como interiores en detrimento de Cristian Álvarez y Juanlu, que venían dando síntomas de agotamiento. Con ello consiguió dotar al equipo de más verticalidad. No obstante, los dos goles llegaron en acciones aisladas.

El primero, en un saque en largo de David Valle, al estilo de las asociaciones entre el guardameta y Javi Moreno en Segunda B. Entre la pifia de Fernando Niño, la visión de juego de Asen y la contundencia de Arthuro, el Córdoba se puso por delante. El segundo vino por obra y gracia de Gardeazábal Gómez, quien concedió un penalti de los que no se pitan en una falta lateral sin aparente peligro para la portería de Caballero.

A partir de ahí, el Córdoba se esfumó. Uno de los males endémicos del equipo es su incapacidad para gestionar rentas en el luminoso, y ayer volvió a quedar en evidencia. Pese a contar con superioridad numérica en la zona ancha, Pablo Ruiz, Katxorro e Ito no supieron hacer daño con la pelota. Tampoco la entrada de Juanlu y Cristian Álvarez reactivó las opciones ofensivas. Apenas una contra de Juanlu y una maniobra de Asen en el área invitaron a pensar en algo productivo. Pierini terminó como delantero, lo que ya no es noticia.

Virtudes

El Córdoba metió miedo por las bandas con Guzmán, sobre todo, y Arteaga. Arthuro recuperó el olfato goleador.

Talón de aquiles

Este equipo tiene muy mala pinta: no gana cuando lo merece y pierde como castigo a sus deficiencias, sus temores, sus vicios. José González varió el sistema sobre la marcha y su decisión resultó fatal. Varios jugadores perdieron la cabeza en los últimos minutos.

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