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Día histórico: 16-08-08

  • Bolt y Phelps pasan a ser leyendas tras el oro fabuloso del atleta y el séptimo botín del nadador · El éxito de Llaneras da la tercera medalla a España · Fracaso de Paquillo, repaso al baloncesto y premio para el dobles

16 de agosto de 2008. Fecha histórica para los Juegos Olímpicos. Pekín convirtió a dos héroes en sendas leyendas del deporte. Día para enmarcar para cualquier aficionado al deporte. Más aún para una pareja de semidioses del Olimpo. Usain Bolt y Michael Phelps. Michael Phelps y Usain Bolt. Atletismo y natación, las disciplinas que reinan en los Juegos, se fusionaron en la octava jornada de Pekín 08 para desbaratar las marcas, los tregistros, los tiempos, la HISTORIA.

Derritió el crono el jamaicano de la velocidad, el atleta que vuela y que se regodea de sus triunfos entrando en la meta bajando el ritmo 20 metros antes del final. El imponente Bolt fundió los plomos del reloj para colocar un 9,69 en el Omega del Nido de Pájaro ante más de 90.000 seguidores que contarán por siempre que ellos estuvieron allí, cazando fotos al inhumano antillano. Bolt va a su aire. Los pronósticos barruntaban en los 100 metros una batalla de tres y el primero se cayó del cartel en las semifinales. Tyson Gay flaqueó en la anterior serie y se hundió en la semifinal. Quinto.

El segundo de los guepardos de ébano era Asafa Powell, aspirante a oro, récord del mundo y gloria per saecula saeculorum. El también jamaicano no cazó ni medalla. Del quinto de Gay al quinto de Powell. A Bolt ni le preocupaba lo que pasara tras él en las siete calles restantes. Con su punto de prepotencia, volvió a presumir de su hegemonía mirando a los lados y abriendo los brazos con muchos metros por delante. Egolatría con oro y plusmarca mundial. Chitón. Ausente Gay, no hay que pasar por alto que seis de ocho bajaron de 10 segundos.

Del monarca negro de la velocidad en el tartán al rey blanco de la piscina. Más de doce horas antes, un tal Phelps se pertrechaba de nuevo el bañador. Reto: sumar el séptimo oro que le igualara a Spitz en el número de doradas preseas en unos Juegos. Y, santo Dios, lo logró. En los 100 mariposa, contra pronóstico después de unos primeros 50 de vértigo del serbio Cavic, el estadounidense obró el milagro puliendo centímetro a centímetro la ventaja del balcánico. La última brazada dirimió el campeón. Phelps, emergiendo de abajo a arriba, superó por una centésima a Cavic, que buceaba en busca de la punzada en el corazón al hito del yanqui. La deportividad del europeo no tiene parangón. La delegación serbia elevó una protesta para verificar el triunfo de Phelps en contra de la opinión de Cavic, quien quizás no quiso interrumpir la historia de los acontecimientos que él estaba viviendo en primera persona a la vera del estadounidense que debió destronar a Spitz con su última carrera, anoche sobre las cinco de la madrugada, en el 4x100 estilos.

Quería ocho oros y los tendrá en la pechera. La única pega, siendo sibarita escudriñando los resultados y con pretensión absoluta de incordiar, es que en los 100 mariposa sólo pudo batir el récord olímpico, no el universal.

Hubo carreras preciosas, de época, en la penúltima cita de la pileta. ¿Se acuerdan de Janet Evans? Ayer sostenía la plusmarca mundial más antigua (800 metros). Ya no la sostiene. Su Graciosa Majestad reventó el récord de Tío Sam. La británica Rebecca Adlington estaba harta. La marca de Evans databa de 1989 y, en estos tiempos que corren en la piscina de pulverizar y pulverizar, la británica reventó la marca por más de dos segundos. El brasileño Cielo, en 50 libres, dio a Suramérica el primer oro olímpico y la zimbabuense Coventry estalló el crono en 200 espalda.

No sólo de Bolt y Phelps vive el hombre. Por ejemplo: Joan Llaneras. España se desperezó el día antes con la semifinal de Nadal y el ciclista se subió al carro del éxito. Favorito en persecución, el balear se encarama en la historia del deporte español. Oro en Pekín, oro en Sidney y plata en Atenas. Despedida y cierre con 39 castañas. Palmarés envidiable, igualando a Luis Doreste, Theresa Zabell y Gervasio Deferr en preseas doradas. Experto estratega y máquina dando pedaladas, Llaneras otorgó a su país el segundo oro del medallero y el tercero en total, a la espera del tenis.

Hablando de raquetas, España tiene otras dos recompensas a tiro en el tenis. Rafa Nadal disputa contra Fernando González la final y Virginia Ruano y Anabel Medina, contra las hermanas Williams. Con el jugador de Manacor empujando en la grada, la pareja hispana hizo enmudecer a la parroquia local cuando apartaron del camino a las chinas Zi Yan y Jie Zheng.

De Llaneras y Ruano-Medina al batacazo del día. Enfadado, indignado, molesto, triste, jodido. Era el sentir de Paquillo Fernández. Habituado a estar en el podio desde hace más de cinco años, el granadino esperaba el oro. Séptimo. Desinflado. "Ve con Dios", le dijo Jefferson Pérez, el ecuatoriano que ha estado combatiendo todos estos años con el español y que se retira. Al menos con la plata. Estuvo intratable el joven ruso Borchin en estos 20 kilómetros marcha. El aprendiz, implacable, que destruyó a los maestros. Juan Manuel Molina, siempre en las quinielas, entró duodécimo, fuera de los diplomas olímpicos. Benjamín Sánchez, decimotercero, era el único que daba botes de felicidad de los nuestros.

Otro varapalo en el atletismo: 3.000 obstáculos. Cero de tres. Ni Palomeque, ni Eliseo, ni Blanco. Ninguno correrá la final. Naroa Agirre tampoco defenderá su diploma de Atenas en Pekín en la pértiga. Un consuelo: Pestano y Casañas, a la final de disco, dato histórico. Otro: Meliz pasó la calificación en longitud.

En los deportes de equipo, cal y arena. El zarandeo llegó en el baloncesto. Estados Unidos-España. Los dos mejores. Y los yanquis marcaron el territorio para hacer ver a Pau Gasol y compañía que son los más altos y fuertes de la clase: 82-119. Puede que Aíto se guardara algún as en la manga, pero desde luego su equipo fue arrasado. Francia trituró a España en balonmano. A cambio, el waterpolo destrozó a Montenegro, campeona europea, y las chicas del hockey levantaron el ánimo a costa de Suráfrica.

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