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Cristian no está triste

  • Amor propio El lateral derecho, que llevaba un año inactivo, decanta la segunda ronda de la Copa del Rey en la prórroga Rotaciones Berges venga la derrota liguera ante el líder con López Silva como pulmón

Cristian García llevaba un año sin jugar y cien minutos correteando por la banda. En la prórroga, el escenario de las epopeyas de la Copa del Rey, López Silva levantó la cabeza y el lateral derecho le pegó con el alma. Un gol que no vale tres puntos, sino la tercera eliminatoria copera. El Elche, que había profanado El Arcángel tres días antes para reforzar su liderato con un pleno de cuatro de cuatro, se fue de vacío en la tarde-noche de un currante. Y la afición blanquiverde recuperó la sonrisa, las ganas de vivir.

Rafa Berges sólo apostó por tres de los titulares en el pulso liguero, los centrocampistas López Garai, Carlos Caballero y López Silva, en un 4-4-2 en rombo con dos debutantes esta temporada: Mikel Saizar, sustituto de Alberto García bajo los palos, y Cristian García. Por su parte, Fran Escribá remodeló la alineación con nueve novedades y mantuvo el poso del central Etxeita y el mediocentro Rivera. El Córdoba llevó la iniciativa desde el principio, con López Garai incrustado entre los centrales (Alberto Aguilar, de nuevo atrás, y Tena, que pasaba de sentarse en la grada a portar el brazalete de capitán) para sacar el balón y Pepe Díaz y Joselu como dupla en la vanguardia. Hacia ellos voló un par de envíos en largo -esa modalidad que había caído en desuso por el afán de Paco Jémez de avanzar a ras de césped- en la fase de tanteo.

Jugadores y aficionados locales coincidían en las protestas a Piñeiro Crespo al considerar que su vista requería una revisión urgente. Eran lances intrascendentes pero que alteraban los ánimos de los presentes: López Silva, Pepe Díaz o Cristian reclamaron con aspavientos lo que consideraban suyo. Sin embargo, 22 corren y uno manda. Y a callar. Al borde del cuarto de hora se acrecentó el mosqueo, sin razón, porque Pedro hizo diana tras recibir de Pepe Díaz en posición ilegal.

El acoso al colegiado fructificó con la primera amarilla: Héctor Verdés la mereció por derribar a Cristian en plena colada del lateral. Todos los cordobesistas, salvo Dubarbier (va a mil revoluciones y por eso se equivoca tanto), aplicaban una agresividad bien entendida, y así fueron goteando las llegadas: media chilena de Joselu, disparo lejano de Pedro, control sin remate de Pepe Díaz... Hasta que, en el ecuador del primer tiempo, Joselu recogió un pase atrás de Mantecón y, en vez de ceder a Díaz para resolver el dos contra uno con mucha ventaja, lanzó a puerta para toparse con la estirada de Diego Rivas.

Saizar, mientras, pasaba inadvertido. Con la pólvora en la recámara (Xumetra, Fidel, Coro), el Elche era inofensivo, aunque el portero blanquiverde le dio alas con una inquietante cesión a Alberto Aguilar. Ese lance invitó al cuadro visitante, hasta entonces amparado en algún pelotazo, a salir de la cueva. Al mismo tiempo, el CCF decayó en su espíritu ofensivo.

Carlos Caballero no hilvanaba como mediapunta y se echó unos metros atrás para entrar más en contacto con el cuero. Sin precisión en las triangulaciones y por ende sin fluidez, el equipo forzó alguna acción esporádica (centro-chut de Pedro al lateral de la red, cabezazo desviado de Pepe cuando se encontraba solo) antes de marcharse al vestuario con el susto en el cuerpo porque Jaime Jornet encontró un resquicio en el área para probar fortuna. Un susto y un cabreo monumental, el de Berges, a raíz de que Pedro estrellara la pelota en la barrera sin levantarla un metro del suelo en una falta lateral propicia para abrir la lata.

Una legión de jóvenes voluntarios enmendó los socavones en la hierba en el descanso, mientras Coro calentaba -a Pelayo, inexistente, le había dado una lipotimia camino de la caseta-. El ex del Espanyol fue el primer relevo en un encuentro atascado por la falta de tino en los últimos metros, como ratificaron un centro de Pedro cómodo para el arquero después de un jugadón de Caballero, un pase al hueco del recién incorporado cuando Palanca ya estaba en fuera de juego -el tanto posterior de Jornet no valió- y la tarjeta de Cristian, ofuscado por una pérdida en campo contrario.

El Córdoba se encendió cuando López Silva, ese aprendiz de Iniesta, acertó a meter el enchufe en su sitio. Entre el onubense y Caballero comenzaron a producir fútbol del bueno entre líneas, pero aciertos ajenos (un cruce de Javi Flaño a dos metros de la raya) o errores propios (a Alberto Aguilar le cayó un balón muerto en el corazón del área, se perfiló con margen de maniobra y lanzó por encima del larguero en vez de embocar) neutralizaron el posible 1-0 en dos ocasiones consecutivas.

El asistente convirtió una cartulina a Flaño por mano -en la primera mitad se había comido una flagrante de Dubarbier a pocos metros- en un fuera de juego y El Arcángel volvió a bramar, aunque pronto recondujo sus emociones para alumbrar el estreno de Enzo Rennella. El Elche continuaba ileso y apenas inquietaba con tiros lejanos y las escaramuzas de un Palanca empeñado en reivindicarse.

Los fallos se fueron amontonando. Quedaban 20 minutos y nadie parecía capaz de catar las mallas. López Silva ganó la línea de fondo con la permisividad arbitral y Pedro, con todo de cara, le pegó como un benjamín; un benjamín malo, se entiende. Fue el preludio de la parada del partido: Coro cabeceó abajo y cruzado y Saizar respondió con una mano excelente.

Tras Joselu, el siguiente sacrificado fue Pepe Díaz. El CCF quedó con un solo punta, un Rennella interesante en la lectura de espaldas al arco pero apartado del área, con la aparición de otro novel, Damián Petcoff. No sirvió para meter una marcha más, algo que sí podía ofrecer el contrastado Xumetra. El interior derecho sirvió un balón de oro a Jornet en su primera intervención, mas Alberto Aguilar lo cortó.

Los dos entrenadores se guardaban el tercer y último cartucho para la prórroga. Verdés empezó a acusar calambres. Tena se llevó el abucheo general por trompicarse siendo el último hombre y así provocar una vaselina de Jornet que se perdió por un metro. Había nervios y poco tiempo, hasta que el crono dijo basta. Media hora más.

En la zona técnica del Córdoba se habían sucedido negros augurios: Alberto García corrigiendo a sus compañeros con más ardor que el propio Berges, Carmelo Salas (el delegado) dándose un costalazo... El técnico quiso poner orden y se encargó de alentar a los suyos con las consignas exactas, como un padre. Aunque el fútbol, ya se sabe, es de los futbolistas.

Los 22 regresaron con cierta pereza, también cansancio. No era Rennella el único tieso; Cristian García, por ejemplo, sudaba tinta china. El más resistente era López Silva, ultrageneroso en las ayudas defensivas y encima presto para el ataque: no podía ser otro el que descubriera el hueco por donde Cristian, a pesar de sus limitaciones físicas, se coló para recibir la recompensa a tantos y tantos meses de trabajo en silencio.

Al bando alicantino no le quedaba otra que apretar en el cuarto de hora definitivo. Por eso salió Fidel, el origen del único gol en el duelo del domingo. Pero sus tentativas no fueron más allá del deseo ante un CCF asentado con la ventaja en el marcador. De hecho, Fede Vico no irrumpió hasta el minuto 114. El público se regodeó en los últimos compases -Diego Rivas, harto, mandó un balón fuera del estadio- porque la víctima se desangraba sin remisión. De momento, la Liga es suya y la Copa es nuestra.

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