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Aflojándose el corsé

  • Plantado Dos goles a balón parado y un excelente rendimiento defensivo permiten al Lucena romper su mala racha y tomar aire en la clasificación Perdón Los celestes pudieron acabar goleando al contragolpe

Cuando no salen las cosas, cuando de repente te viene una crisis de identidad a la que no encuentras explicación por las vías naturales, hay que buscar soluciones hasta debajo de las piedras. Lo más importante es liberar tensiones, quitarse el corsé que te oprime impidiéndote sacar todo lo que llevas dentro. Da igual el cómo. Sólo importa el cuándo. Y eso debe ser lo antes posible. Porque para mañana puede ser tarde. Por eso, mejor ayer. En un escenario maldito si es posible, para matar dos pájaros de un tiro y multiplicar la autoestima por infinito para lo que queda de concurso. Y si no puede ser con buen juego, al menos sí con efectividad, con las otras armas que tanto se pagan en el fútbol de ahora. Con una defensa sólida para dejar la portería a cero por segunda vez lejos de casa y tirando de pizarra. La estrategia, el argumento al que se aferran los angustiados para tomar aire, el eslabón al que se agarró el Lucena para firmar los dos tantos que tumbaron la racha del Écija y le permiten poner tierra de por medio con los puestos delicados de la clasificación. Aunque mejor no sacar pecho, porque hacerlo es el primer paso para que llegue el Cádiz, ahora en play out, y te lo parta el próximo fin de semana.

Agobiado por sus problemas en la tabla, con una racha negativa de cuatro jornadas sin ganar, el Lucena estaba obligado a levantar el vuelo donde nunca antes lo había hecho. Pero enfrente le esperaba un Écija cambiado, diferente a lo que uno podía esperarse cuando arrancó el campeonato. Una vez más, Juan Ramón parece haber obrado el milagro y, cerrando el plantel sobre la bocina, ha llegado a ver a su equipo en la pelea por los puestos de play off de ascenso. Ay, esos puestos de honor. Quién los pillara…

El conjunto celeste no está para muchas florituras. Sabe que cualquier descuido le cuesta muy caro y que arriba no tiene la clarividencia de antaño. Le cuesta mucho crear y llegar con peligro al marco enemigo. A no ser que tire de estrategia, de pizarra. A eso se agarró en San Pablo, en un partido en el que desde el principio adoptó el papel de dominado, centrado en cerrar la sangría atrás, ante un enemigo más pujante, convencido de todo lo que hace. Es lo que tiene estar respaldado por los resultados.

Aferrado a su fortaleza defensiva, el Lucena aguantó como pudo el chaparrón. Mejor de lo esperado. Se nota cuando Falete puede tirar de los mejores para cubrir su portería. El Écija tenía el balón, con alguna que otra dificultad provocada por el deficiente estado del terreno de juego, pero las llegadas más claras eran celestes. Fede avisó a la salida de un córner y otro saque de esquina originó el penalti que transformó Lanza.

A los diez minutos, el choque se le ponía de cara al Lucena. Estaba por ver cómo se iba a comportar ahora, con ventaja. De primeras, contuvo bien el intento de reacción local. E incluso se permitió el lujo de avisar con otro libre directo de Jesús Lanza y la constante aparición por su costado de Fede, que siempre encontraba continuidad en Fernando. Lástima que Juanjo no acompañara por el otro costado. Del Écija apenas si había noticias. Al menos cerca del área de Limones, atento en los balones colgados sobre su balcón. Sólo una internada de Pizarraya -con Antoñito trataron de hacer las bandas autopistas- que no pudo enganchar Plata y otro cabezazo alto del ariete. Pobre para lo que trató de exponer ante un rival que ya antes del intermedio rezaba para que el árbitro -por cierto, malísimo- pitara el final.

Pero quedaba el segundo capítulo. Que siguió por los mismos derroteros. El Écija, volcado en busca de una igualada que no encontró Antoñito en una jugada personal, y el Lucena, tirado atrás esperando una salida a la contra para sentenciar. O una nueva acción para la pelota parada. Al final fue esto último lo que mató el partido. Justo después de que una gran parada de Ramón a cabezazo de Fede, José Cruz amplió la renta en ese córner. Quedaba poco menos de media hora por delante, pero la cosa estaba hecha.

Entre otras cosas porque el conjunto astigitano no tenía las ideas del inicio. Ofuscado cada vez más por la buena respuesta del entramado defensivo celeste en todas sus llegadas, a los de Miguel Rivera le entraron las prisas. Ya llegaba menos -de la nada Juan Delgado obligó a lucirse a Limones, que poco después vio salir junto a su poste un disparo raso y ajustado al palo de Nando- y atrás dejaba unos agujeros tremendos. Pero Fernando no tenía su día y en dos manos a manos clarísimos se topó con Ramón. Hubiera sido un premio extra para un equipo necesitado de victorias para reconducir su marcha liguera, ansiado de alegrías, al que por una vez todo le salió a pedir de boca.

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