Atletismo | Tokio 2020

Kipchoge mantiene la corona olímpica en el maratón

Kipchoge cruza la línea de meta de la maratón.

Kipchoge cruza la línea de meta de la maratón. / KIMIMASA MAYAMA / EFE

El keniano Eliud Kipchoge, plusmarquista mundial de maratón, revalidó en Sapporo su corona olímpica con un tiempo de 2:08.38 tras recorrer en solitario los 12 últimos kilómetros. Lo acompañaron en el podio dos atletas nacidos en Somalia, el holandés Abdi Nageeye (2:09.58) y el belga Bashir Abdi (2:10.00), que dejaron sin presea al segundo keniano, Lawrence Cherono (2:10.02) y al español Ayad Lamdassem (2:10.16), que fueron con ellos hasta el último kilómetro.

Kipchoge, primer hombre que bajó de las dos horas (1:59.40, marca no homologada porque la carrera de Viena no se ajustaba al reglamento), es el tercero que revalida el título olímpico de maratón, un logro que sólo el etíope Abebe Bikila (Roma 60 y Tokio 64) y el alemán oriental Waldemar Cierpinski (Montreal 76 y Moscú 80) habían conseguido hasta la fecha.

El campeón olímpico y plusmarquista mundial, el más grande maratonista de la historia, encabezaba el grupo de 106 atletas de 45 países que a las 7:00 (hora local) partieron del parque Odori de Sapporo, en un circuito con mucha gente a los lados, para intervenir en la última prueba de atletismo de Tokio 2020. Las condiciones meteorológicas en la salida eran algo más favorables que en el maratón femenino del sábado: 26 grados y un 80%.

Durante diez años Kipchoge permaneció invicto en diez carreras, hasta que el 4 de octubre pasado, en una mañana fría y lluviosa londinense, terminó octavo con la peor marca de su vida (2:06.49) en una carrera ganada por el etíope Shura Kitata (en Tokio rápidamente descolgado), aunque en abril reanudó sus victorias en Enschede (Países Bajos) con 2:04.30.

Los aficionados más viejos todavía guardan en la memoria lo sucedido en el maratón de los Juegos de Tokio 64, donde Abebe Bikila, el etíope de los pies descalzos, revalidó, ahora sí con zapatillas, su título de Roma. El drama se desarrolló a sus espaldas. El público rugió cuando Kokichi Tsuburaya entró segundo en el estadio, pero unos segundos después lo hizo el británico Basil Heatley, que adelantó al japonés a 200 metros de la meta.

Kokichi se retiró apesadumbrado aunque convertido en ídolo para un país que adora el maratón. Desde entonces fue sometido a un rígido plan de preparación, separado de su familia, encaminado a ganar el siguiente maratón olímpico, el de México 68. El 6 de enero de aquel año, nueve meses antes de los Juegos, Tsuburaya apareció muerto, desangrado sobre su cama. Se había seccionado la carótida. En una mano tenía la medalla que había logrado en Tokio y al lado una nota: "No puedo correr más".

No hubo tragedia en Sapporo, 57 años después, más allá de calambres y desfallecimientos. Stephen Kiprotich, campeón en Londres 2012, y algunos otros africanos se retiraron pronto, tal vez reservándose para maratones mejor remunerados en otoño.

Kipchoge controló la carrera al frente del grupo, que cubrió los diez primeros kilómetros en 30.53. Junto a él, el colombiano Jeison Suárez, los españoles Dani Mateo (décimo en el Mundial de Doha) y Ayad Lamdassem y el intrépido estadounidense Galen Rupp, subcampeón olímpico de 10.000 en Londres 2012 y bronce en el maratón de Río.

Por el medio maratón pasaron en cabeza del grupo, reducido ya a una treintena, el sudafricano Mokoka y Kipchoge, en un parcial de 1:05.13. Dani Mateo empezaba a descolgarse, Guayabita Suárez y Ayad Lamdassem permanecían en el paquete delantero.

En el kilómetro 26, Kipchoge sacudió por primera vez el árbol, marcando, junto a sus compañeros Lawrence Cherono y Amos Kipruto, un ritmo sólo accesible a una quincena, en la que seguía Lamdassem. La persistencia de Kipchoge fue descolgando más gente, y en el 30, finalmente, puso pies en polvorosa, por delante de un quinteto integrado por los otros dos kenianos, Lamdassem, el belga Nashir Abdi y el holandés Abdi Nageeye, todos nacidos en África.

El oro tenía dueño mucho antes de que la carrera expirase. Las otras dos medallas permanecían en el aire. Con 8 kilómetos por delante quedaba un cuarteto (Cherono, Abdi, Nageeye, Lamdassem) en busca de los otros dos metales, que sólo se decidieron en el último, con la meta a la vista.

Lamdassem fue el primero de los cuatro en ceder, Cherono lo hizo después, y los dos paisanos de Mogadiscio se repartieron las preseas secundarias. Nageeye, con la plata asegurada a 100 metros de la meta, animó a Bashir con gestos expresivos para que dejara atrás a Cherono, y el belga lo consiguió.

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