Mundial de Qatar 2022

España se despide ante Marruecos porque Luis Enrique sólo corre riesgos como comunicador (0-0)

Luis Enrique trata de elevar el ánimo de Sarabia ante la felicidad marroquí.

Luis Enrique trata de elevar el ánimo de Sarabia ante la felicidad marroquí. / Rodrigo Jiménez | Efe

Fracaso estrepitoso de la España de autor, de esa selección que Luis Enrique ahormó a su forma para tocar el balón un millón de veces sin ser capaz de profundizar jamás. Bono, un consumado parapenaltis como bien saben en el Sevilla, se encargó de firmar la sentencia de un grupo que alardeó de muchas cosas y al final fue incapaz de llevar a cabo ninguna. El balance ya se sabe, una goleada, una derrota y dos empates por su impericia para arriesgar y para crear ocasiones de gol.

España, la España del autor Luis Enrique, sí será campeona del mundo de una cosa, de la posesión, de tener el balón en su poder, pero eso no vale absolutamente para nada si no se acompaña del deseo de hacerle sangre a los rivales. Esta vez, contra Marruecos, como la anterior frente a Japón, dos selecciones del máximo nivel futbolístico, fue incapaz de buscar el riesgo. Sólo lo hizo en los últimos minutos de cada tiempo reglamentario y, oh casualidad, entonces sí fue capaz de tener acercamientos peligrosos en contra de la portería de los marroquíes.

Notas destacadas del partido. Llegada de Morata con pase atrás para Nico Williams y lo saca un defensa en última instancia (88’); cabezazo muy alto de Morata en falta sacada por Carlos Soler (91’+); Bono saca una falta lateral que se envenena en lanzamiento de Dani Olmo (95’+); pase pésimo de Morata en una contra por primera vez con ventaja (117’); y remate de Sarabia con poco ángulo que roza el poste de la portería africana (123’). Es la mejor prueba de que todo sucedía en los arreones finales, cuando sí corrió algunos riesgos la selección de autor.

Pero eso no basta para llegar lejos en un Mundial, porque por lo demás España fue una selección rácana, incapaz de superar el entramado defensivo que, lógicamente, le planteó Marruecos para tener la mejor ocasión de todas en las botas de Cheddira en la primera mitad de la prórroga, salvada por Unai Simón de manera milagrosa con los pies (104’). Después el mismo delantero tendría incluso otra para demostrar su impericia con el balón en los pies.

Eso, nada más que eso, fue mucho más de lo que hizo España en el que ese cuerpo técnico experto en tenerlo todo más que estudiado parece que se olvidó de la gran cantidad de penaltis que ha parado Bono en su época en el Sevilla, algunos de ellos muy trascendentes. El resultado fue que el cancerbero paró dos, a Carlos Soler y Busquets, y obligó a Sarabia a ajustar tanto que se le fue al poste. Ni un solo gol desde el punto de los once metros un día después de que Luis Enrique dijera, desconozco si en su labor de streamer o en la rueda de prensa, que esos deberes se los había encargado expresamente a sus futbolistas para que lo practicaran en sus respectivos clubs. No debieron hacerle mucho caso, está claro.

Bono detiene con seguridad uno de los penaltis lanzados por España. Bono detiene con seguridad uno de los penaltis lanzados por España.

Bono detiene con seguridad uno de los penaltis lanzados por España. / Rodrigo Jiménez | Efe

Por lo demás, la primera mitad no pudo ser más decepcionante. Los hombres de fútbol valorarán las dificultades y tratarán de buscar virtudes de España ante un rival que se encerraba con sus diez hombres de campo en apenas una decena de metros, pero la verdad es que el equipo de autor se quedó en un fútbol artificioso, en esa exageración de la posesión a través de 1-4-3-3. Porque careció completamente de profundidad y también de maldad para tratar de hallar las vías para al menos inquietar a Bono.

Es cierto que la selección recitaba de carrerilla el manual implantado por Luis Enrique a los suyos. No perder la pelota en zonas de riesgo, asegurarla con el pase al elemento desmarcado del rondo con la superioridad creada, pero no sólo se trata de eso, también el fútbol exige la voluntad de herir al adversario y eso fue, precisamente, lo que jamás llegó a plantearse siquiera los once hombres que lucían las camisetas con un azul claro cercano al celeste del Celta.

Marruecos, mientras, no tenía ni el menor problema en cederle la pelota a los españoles. Hasta En-Nesyri se situaba muy dentro de su propio campo para cerrar todos los huecos con tres líneas en la que el sevillista era el vértice superior y el resto de sus compañeros se dibujaban con cuatro zagueros y una línea por arriba de otros cinco hombres. Al ritmo que juega España estaba claro que era imposible, pero en las pocas veces que hubo un mínimo de profundidad, Marco Asensio, sobre todo, sí estuvo a punto de sorprender alguna vez a la zaga roja por el centro.

En la segunda mitad, apenas nada cambió. El autor del equipo estimó que tampoco era necesario mover mucho el árbol. En un partido con cierta exigencia física se quedó sólo con tres cambios realizados de los cinco que permite el actual reglamento de la FIFA y los suyos tocaban y tocaban la pelota sin crear el más mínimo problema. Ni siquiera alteraron mucho el plan con la presencia ya de Morata en el campo. Todo seguía de la misma manera, incluso, pese a que en los quince últimos minutos, desde el 80 hasta el final del tiempo añadido, sí se produjeron más acercamientos con algo de peligro de España. Eso sí, ni Pedri ni Busquets tomaban jamás más riesgos de la cuenta y en caso de duda, para los centrales.

La prórroga, con tres hombres de refresco, el último, Sarabia, a falta de sólo dos minutos para que produjera un disparo escorado y un lanzamiento desde los 11 metros al poste, que ni en eso acertó el autor, tampoco aportó mucho más. La ocasión más clara, ya quedó dicho, correspondió a Cheddira y entonces estuvo salvador Unai Simón. Luis Enrique siguió comedio en su osadía y sí arriesgó para medirse contra Bono en los penaltis. Perdió, la moneda le salió cruz, y no por casualidad y su selección de autor ha sido un auténtico fracaso. No hay más, aunque ahora dirá esto y lo otro en su magnífica labor de streamer, que para eso sí arriesga el hombre.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios