Programados para crear | Marcus du Sautoy

La oveja eléctrica que soñó el algoritmo

  • Acantilado publica el nuevo libro del matemático Marcus du Sautoy, una aproximación a menudo vertiginosa al arte creado por máquinas

El matemático británico Marcus du Sautoy (Londres, 1965).

El matemático británico Marcus du Sautoy (Londres, 1965).

En su libro Magnitud imaginaria (1973), Stanislaw Lem abordaba el estudio crítico, en evidente clave de ficción, de una novela escrita por una inteligencia artificial a la que se le había administrado toda la información acerca de la literatura de Dostoievski, sus rasgos, inflexiones y características intransferibles, con tal de alumbrar la novela que habría escrito Dostoievski de seguir vivo en un futuro no muy lejano. En su breve ensayo, el autor del estudio, trasunto del propio Lem, llegaba a la conclusión de que la novela en cuestión, titulada La niña, era una obra escrita enteramente por Dostoievski; o, al menos, un libro que únicamente podía haber sido escrito por el autor ruso. Lem aventuraba lo que la mímesis podía dar de sí a medio plazo en su aplicación a la inteligencia artificial; pero lo que en 1973 formaba parte de la ciencia-ficción más especulativa, en un contexto en el que todo lo relativo a las máquinas pensantes entrañaba una suerte de fascinación exótica, ya es agua pasada. Menos de medio siglo después de que Stanislaw Lem imaginara La niña, la mímesis es una cuestión superada. En el contexto presente, el conocimiento científico estudia ya abiertamente las composiciones y obras de arte que la inteligencia artificial crea de manera del todo original, sin réplicas ni modelos a los que copiar. Estas manifestaciones no son una ensoñación de Philip K. Dick, ni un capricho, sino una realidad palpable que se articula a través de la verdadera manzana de Adán y Eva en el siglo XXI: el algoritmo. La descripción de este nuevo paradigma, sorprendente, a veces inquietante, es lo que ofrece el catedrático de Matemáticas en la Universidad de Oxford Marcus du Sautoy (Londres, 1965) en Programados para crear. Cómo está aprendiendo a escribir, pintar y pensar la inteligencia artificial, que acaba de publicar Acantilado con una meritoria traducción a cargo de Eugenio Jesús Gómez Ayala.

Portada de 'Programados para crear'. Portada de 'Programados para crear'.

Portada de 'Programados para crear'. / Acantilado

En su nuevo libro, Marcus du Sautoy prolonga lo ya divulgado en otros títulos imprescindibles como La música de los números primos (2007) y Lo que no podemos saber (2018), publicados también en España por Acantilado, acerca de las matemáticas como argamasa fundamental de la realidad y la propia experiencia humana. En esta ocasión, con la misma capacidad pedagógica, el mismo (e impagable) sentido del humor, igual ánimo polemista y similar empeño en la puesta en juego de ejemplos ilustrativos, el autor invita al lector, no obstante, a salir de sí mismo y abordar el propio principio matemático respecto a la realidad como un elemento independiente de la inteligencia humana, capaz de asentarse en otras inteligencias. Y aquí es donde ocupa su posición el protagonista indiscutible de esta historia, el algoritmo, la formulación del matemático persa al-Juarismi por la que se establece un conjunto de instrucciones y reglas coordinadas y finitas que permiten resolver un problema. La lógica del algoritmo es, de alguna forma, fundamental: cuantas más instrucciones reciba, cuanta más información se le suministre, mayor eficacia demostrará en la resolución del problema. Sin embargo, el algoritmo, el mismo que nos recomienda películas en Netflix, música en Spotify y compras en Amazon, es capaz de extraer sus propias conclusiones: “Hay algo misterioso en esa capacidad del algoritmo de recomendaciones de Netflix para reconocer características de las películas que a los humanos nos costaría mucho articular (...) Hoy los algoritmos poseen una capacidad de la que nosotros carecemos: pueden analizar cantidades enormes de datos y extraerles un sentido”, escribe Marcus du Sautoy. Ese sentido, por tanto, corresponde al algoritmo, no a nosotros. Por más que sigamos reconociendo los superordenadores como resultados del trabajo humano, el principio que los rige no lo es. Y su sentido es capaz de crear arte. Un arte no humano.

Si el arte humano habla de nosotros, el arte del algoritmo nos habla de su mundo

En Programados para crear, Marcus du Sautoy revisa las primeras expresiones puramente artísticas que pueden adjudicarse a los algoritmos. Por ejemplo, la legendaria partida de go, el milenario juego chino basado en impulsos e interacciones netamente humanas, que enfrentó en 2016 al campeón surcoreano Lee Sedol con el computador AlphaGo y que se saldó con una aplastante victoria de la máquina. El autor describe cómo el ordenador no sólo había desarrollado estrategias propias, también el modo en que éstas rompían la ortodoxia propia del juego hasta, incluso, ser consideradas en un principio como errores. Ante una de estas jugadas, el campeón chino de go Fan Hui exclamó: “No es una jugada humana. Nunca había visto a un ser humano realizar esta jugada. Tan bonita. Bonita, bonita, bonita”. Si en la médula del acto creativo se encuentra la ruptura de las reglas, así es justo cómo el algoritmo encuentra nuevas vías para seguir creando e innovando. Después de otra jugada, el también campeón chino Gu Li definió la misma como “la mano de Dios”. Es decir, algo que ninguna inteligencia humana podía llegar siquiera a imaginar.

Reconocido así el algoritmo como una inteligencia que no nos pertenece, pero que interviene nuestra realidad diaria en ya prácticamente cualquier orden relativo a lo humano, del ocio a la economía globalizada, Marcus du Sautoy desgrana otros muchos ejemplos creativos del algoritmo en cuanto a la música (quizá el campo donde la expresión artística se ha dado con más éxito, seguramente por la evidente naturaleza matemática de la misma música), las artes visuales y la literatura, con sorprendentes ejemplos de poesía surrealista cuyos referentes parecen estar claros pero cuyo desarrollo es, sin embargo, tan extraño como inexplicable. Exactamente como si leyéramos una poesía extraterrestre. El autor explica que ahora podemos responder a la pregunta de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Y la respuesta es : a menudo, mientras trabajan en sus cálculos, los dispositivos de inteligencia artificial más avanzados proyectan raras imágenes abstractas que podemos atrapar pero cuyo sentido es para nosotros un misterio, aunque forman parte del sistema interno del algoritmo. Cuenta Du Sautoy que la humanidad genera hoy cada dos días la misma cantidad de datos generados entre los albores de la civilización y el año 2003. Lo que dará de sí el algoritmo es todavía, por tanto, imposible de asumir por la inteligencia humana. Pero si el arte humano habla de nosotros, de lo que somos, concluye el autor que el arte creado por los algoritmos nos habla de ellos, de su mundo. Un mundo de incógnitas que ya escribe nuestra historia.

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