Pablo García Casado. Poeta y narrador

"La literatura no puede estar al margen de la vida"

  • El poeta publica con Visor su primera novela, 'La madre del futbolista', una obra descarnada con el cine para adultos como trasfondo

Pablo García Casado (Córdoba, 1972).

Pablo García Casado (Córdoba, 1972). / Juan Ayala

El escritor cordobés Pablo García Casado, uno de los nombres claves de la poesía española de las dos últimas décadas, debuta en la novela con La madre del futbolista, una obra intensa y descarnada, con el trasfondo del mundo del fútbol, el cine para adultos y el boom inmobiliario, que ha publicado Visor.

–Ha tardado en escribir su primera novela. ¿Se siente un debutante en este género?

–Sí y no. No soy nuevo en la literatura, de hecho, hace ahora 25 años que publiqué Las afueras, mi primer libro de poemas. Pero la novela es un género muy distinto, que requiere una musculatura literaria muy diferente a la de la poesía. Digamos que hasta ahora había sido un velocista y he debido reconvertirme en mediofondista, aprendiendo a construir unos personajes, a trazar y cruzar unas tramas, a tener la paciencia que ya aprendieron mis amigos novelistas.

–A simple vista, su último libro de poesía, La cámara te quiere, ya tenía unos componentes narrativos similares a los de esta novela. Nuevamente el cine para adultos es el hilo conductor o el pretexto para abordar otros muchos asuntos.

–Sí, aunque también en La madre del futbolista lo que me interesa es el otro lado, lo que ocurre cuando se apagan los focos y la actriz vuelve a su vida diaria, lejos de la cámara. Esa vida no filmada, la real. Quien espere una novela que haga exhibición de la pornografía o una explícita reflexión moral sobre ella se llevará una profunda decepción.

–La protagonista de la novela, Sonia, aparece como una superviviente, una madre coraje contemporánea. Casi como la Motomami que canta Rosalía en su último trabajo.

–Sonia es un personaje de ficción. Como también lo son la imagen de los cuerpos representados en la pornografía. De esas mujeres y esos hombres sólo vemos la superficie, la imagen plana de su desnudez. No sabemos nada de ellos ni de ellas, que hay más de lo que vemos en la pantalla. No sabemos si sufren, cómo son sus lunes, cuál es su comida favorita, sus sueños, sus decepciones. Creo que en La madre del futbolista existe una vocación de otorgarle una corporeidad, una identidad, aunque sea ficticia, construyendo un personaje verosímil, tratando de alejarme del estereotipo y del estigma. He tratado de hacerlo con sobriedad, sin tremendismos, pero sin renunciar a mostrar la dureza de ese mundo, centrándome en Sonia, en su ansia de felicidad, en la búsqueda de su “cuarto propio” y el deseo de una vida mejor para ella y para su hijo.

–Ese hijo, Samuel, parece más un fantasma en la mayoría de los pasajes, y sólo deja entrever sus emociones al final del libro.

–Sí, está presente, aunque siempre, en un segundo plano, silencioso, casi impenetrable. No es el prototipo que podemos tener en la cabeza de un futbolista. Quiere ser mediocentro defensivo, alguien que no marca goles ni hace jugadas para la galería, pero que lleva todo el juego en su cabeza. Samuel no sería un jugador de highligths, sino ese tipo de futbolista que todo entrenador quiere tener bajo sus órdenes, porque casi es una proyección de ellos mismos. Disciplinado, trabajador, humilde, competidor. Sabe que está llamado a algo grande pero nada de eso parece afectarle.

"De los hombres y mujeres que hacen porno no sabemos nada: cómo son sus lunes, sus sueños, sus decepciones"

–En su novela, el fútbol tiene un papel esencial, desde diferentes puntos de vista, y casi como un símbolo de la contemporaneidad.

–Sí, porque el fútbol es en sí mismo una metáfora de la vida. El silencio de los estadios al acabar el partido, el dolor de un empate injusto, las miradas decepcionadas de los aficionados, las complejas relaciones que se dan en los vestuarios, gente que son tus compañeros y al mismo tiempo tus adversarios… Sobre fútbol, afortunadamente, cada vez se escriben mejores libros que exploran todo el magma afectivo que genera el mejor deporte del mundo. No importa que el lector sea aficionado a él o no. En esta novela el fútbol, como también el porno, sirve para hablar de la soledad, la dureza del postcapitalismo, los nuevos modelos de familia, y, sobre todo, las relaciones entre los padres y los hijos.

–El fútbol es la puerta por la que accedemos a alguno de los personajes secundarios de la novela, y que cuentan con un importante peso narrativo.

–Así es. Samuel encuentra en el entrenador una especie de sustituto del padre ausente, al que confía, a su manera, sus secretos. En esa búsqueda también encuentra a Josh, un viejo hincha del Nottingham Forest, para quien el fútbol terminó el día en que su equipo fue por dos veces campeón de la Copa de Europa. Ellos ven también en Samuel una especie de redención, no sólo de su pasión por el fútbol, también de la propia vida.

–Ya que lo ha citado, es inevitable hablar del Nottingham Forest.

–Sinceramente, creo que esta novela le ha dado suerte al equipo. La misma semana que salía de imprenta el Forest, después de penar por la segunda inglesa, ha ascendido a la Premier. Y lo ha hecho después de estar en el mes de octubre el último en la tabla. El Forest y su leyenda, forjada en los 70 por Brian Clough, muestran hasta qué punto el fútbol tiene algo de insondable.

–Una parte de la novela transcurre en lo más duro de la pandemia, en el confinamiento. Parece que no podemos borrarlo de nuestras vidas. Tampoco de la literatura.

–Es evidente. Algo tan monstruoso es muy difícil de obviarlo, y la literatura no puede estar al margen de la vida. En la novela, la pandemia es el detonante que propicia que madre e hijo se vean abocados a afrontar las costuras de su relación.

–¿Esta novela significa que abandona la poesía?

–No. Yo soy un poeta que ha escrito una novela. Nada más. El futuro, ya se verá. Por ahora, sigo reuniendo poemas para un libro futuro.

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